Critica Sicilia indiferencia social ante narcoguerra

domingo, 2 de septiembre de 2012 · 22:23
CHICAGO, Illinois (proceso.com.mx).- En la calle Cullerton, en el barrio mexicano de esta ciudad, la kermés se convirtió en un santuario de dolor. La fiesta se silenció cuando las víctimas de la guerra comenzaron a narrar sus historias de terror. La algarabía empezó a ceder cuando las familias mexicanas escucharon los sollozos de doña María Herra, quien contó la historia de sus cuatro jóvenes hijos desaparecidos, con un gesto doloroso que se ha convertido en el rostro de la Caravana de la Paz en Estados Unidos. Ante las familias mexicanas que han emigrado a esta ciudad, doña María cuestionó por qué el gobierno mexicano no ha buscado a sus hijos. Y es que durante el primer diálogo en el Castillo de Chapultepec, el presidente Felipe Calderón le dio su palabra de que investigaría su paradero. “No es posible que el crimen esté más organizado que el gobierno. O tienen miedo o están involucrados los gobernantes”, acusó doña María, originaria de Pajacuarán, Michoacán. La kermés instalada en la calle Cullerton estaba llena de familias provenientes de varios estados. En los puestos nada se extrañaba de México: había pozole, enchiladas, tacos, agua de horchata, de jamaica y de frutas. También la tragedia de muertos y desaparecidos de la guerra contra el crimen organizado. “Venimos a invitarlos para que salgan a defender a sus hijos. De ustedes depende si nos dan su apoyo. Queremos que se unan a nuestro dolor, no queremos que sufran como nosotros, no queremos más hijos sin padres, más madres sufriendo este suplicio. Si ustedes nos dan no sólo su mano sino también el corazón, lo vamos a lograr”, les pidió doña María. El barrio mexicano de Chicago ha ido creciendo. En la última década se ha duplicado. Se pueden observar los murales en los edificios de color rojo con rostros morenos indígenas y mestizos, y la Virgen de Guadalupe cuidando a los mexicanos en esta ciudad de rascacielos. Hasta en la iglesia del barrio se nota la mexicanidad. La liturgia ya no es tan solemne, ahora está amenizada por un grupo musical que al ritmo de cumbia ranchera acompaña el Padre Nuestro. El padre Carlos, de unos 65 años, dio la bienvenida a la Caravana por la Paz al inicio de la misa en la que sonó la canción que canta Mercedes Sosa: “Sólo le pido a Dios que el dolor no sea indiferente.... Que lo injusto no me sea indiferente”. El padre habló de la violencia en México, de la corrupción y de la necesidad de acabar con la violencia: “Sabemos que vienen bien lastimados por la violencia, han sufrido la muerte de sus hijos, de sus familiares desaparecidos. Esto parte nuestro corazón y les ofrecemos nuestra solidaridad. Todos estamos en la lucha contra la violencia en México y Estados Unidos que está bien metido en esta vaina. Lo sentimos mucho porque todos somos cómplices”, dijo el padre. Y en medio de aplausos dio la palabra a Javier Sicilia, quien antes de empezar a hablar felicitó a una jovencita que en la misma misa celebraba sus 15 años con su vestido rosa mexicano, acompañada de sus chambelanes. “Gracias, hoy que cumple 15 años, uno de los momentos hermosos de nuestros hijos. Nosotros venimos por la tragedia y por desgracia no es indiferente la guerra que se ha instalado en México, con la responsabilidad de Estados Unidos”, afirmó desde el púlpito. El poeta cuestionó el lavado de dinero por parte del crimen organizado y la venta de armas por parte de Estados Unidos. Pero también criticó a la sociedad. “Esta guerra la hemos permitido nosotros por nuestra indiferencia, hemos permitido que las muchachas sean violadas, humilladas, vejadas, que en nombre de la guerra no se invierta en educación”. Parafraseando la canción de Leon Gieco, el poeta manifestó: “Hay que pedirle a Dios no ser indiferente, unirnos y reclamar al gobierno cambiar la política de guerra por una de paz, regular las drogas, acabar con la corrupción, la venta de armas. Esto es ser indiferente”. Al cerrar su intervención, el poeta citó a Gandhi, quien decía que no era justo que los buenos sean indiferentes.

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