En Chicago, pide Sicilia dejar las drogas a las leyes del mercado

lunes, 3 de septiembre de 2012 · 11:30
CHICAGO, Illinois (apro).- La calle 26 del barrio mexicano es una de las más alegres de la ciudad. Nada se extraña de México a lo largo de varias cuadras adornadas de banderitas tricolores. Hay de todo, restaurantes, puestos ambulantes, tiendas y panaderías. Hoy tampoco faltó la tragedia. Las víctimas de la guerra contra la droga en México e integrantes de diversas organizaciones marcharon coreando "¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!" Las calles de este barrio de Pillsen llevan los nombres de algunos héroes nacionales en algunas esquinas, pero también de nuevos ídolos, como Los Tigres del Norte. Es la otredad mexicana que al paso del tiempo ha ganado espacio en esta ciudad donde el crimen fue organizado por Al Capone hace casi un siglo. A primera vista la marcha de la Caravana por la Paz realizada por la tarde exigiendo detener la violencia parecería ajena a esta ciudad, cuna del neoliberalismo. Pero la realidad dice otra cosa. La noche del domingo 2 se registraron 28 heridos y 3 muertos, según datos oficiales, producto de la violencia generada por las pandillas que controlan algunas zonas de la ciudad. La violencia es vida cotidiana en Chicago. En 1983, una pandilla de afroamericanos mató a balazos a Rodolfo Lozano, de 32 años, en La Villita (Little Village), barrio mexicano. Su hermana Emma, pastora de la iglesia metodista Unida, se hizo activista de derechos humanos desde entonces y fue en su iglesia donde la indocumentada Elvira Arellano se quedó un año con su hijo Saúl, nacido en Estados Unidos, cuando la querían deportar a ella sola. Emma fue de las activistas latinas que promovieron el voto a favor de Barak Obama en la elección pasada. Ahora lo duda porque el presidente estadunidense deportó más de un millón de hispanos y las cárceles se están llenando de ellos y afroamericanos "Por eso es importante que nos reciban en una iglesia afroamericanos, para que se unan en esta Caravana de la Paz que no sólo está luchando para detener la guerra en México, sino que nos llama a detener la violencia en Estados Unidos", suelta la pastora mientras acompaña la marcha de más de dos horas que encabezó Javier Sicilia desde el barrio mexicano hasta el barrio afroamericano. Es la misma violencia que hay de un lado y otro. También la misma demanda. "Somos un pueblo sin fronteras", coreaban unas jovencitas que no tiene problema en gritar español y bromear en inglés mientras marchaban esta tarde, al cruzar el barrio 24, dominado por la comunidad afroamericana y con la que se tuvo que negociar para que por sus calles pasara la Caravana de la Paz. Día de encuentros Hoy fue día de marchas y encuentros para la Caravana de la Paz y el poeta Javier Sicilia. Por la mañana, al participar en la movilización contra las deportaciones en la comunidad mexicana en esta ciudad, Sicilia pidió la ayuda de las organizaciones latinas para detener la guerra contra las drogas en México. "Venimos buscando la paz", dijo el poeta, al señalar que parte de la guerra contra las drogas es la criminalización a migrantes mexicanos, centroamericanos y negros. Aprovechando la celebración del Día del Trabajo, cientos de migrantes marcharon por las calles del barrio de Pillsen, donde se ha concentrado gran parte de la población mexicana. Aquí se pueden observar murales en los que aparecen el Chavo del Ocho, la Virgen de Guadalupe, Joan Sebastian, así como restaurantes de venta de carnitas estilo Michoacán. Pero también se palpa el rechazo a las deportaciones y a la discriminación racial. Sicilia dijo que no se necesita dinero para la guerra contra las drogas, sino para rehacer el tejido social que se ha roto en los últimos años. “No para una intervención, esta guerra es una intervención y nos está costando muchísimo. No crean que venimos a reclamarles todo, porque siempre los estadunidenses dicen que venimos a reclamarles todo. No, nosotros ya reclamamos a nuestro gobierno en México, pero aquí hay responsabilidades graves, están las armas y los adictos, tenemos que hacer un trabajo binacional, tenemos que trabajar juntos, somos vecinos y tenemos que encontrar una ruta para la paz“, aclaró Sicilia en la primera marcha realizada en la mañana. Más tarde, en el Museo Nacional de Arte Mexicano, durante un encuentro con otras organizaciones defensoras de los derechos de los migrantes, el poeta recordó que Chicago es una ciudad emblemática de lo que fue la prohibición del alcohol. “No es un azar que lleguemos así a este lugar. Chicago no es sólo la cuna de la arquitectura moderna, el signo del concreto y del acero domesticado por el arte que la Escuela de Chicago entregó al mundo; no es sólo el lugar en que muchos de nuestros migrantes encontraron un sitio dónde vivir y ganarse honradamente su pan. Es también el símbolo del gangsterismo y la barbarie que la prohibición del alcohol trajo a Estados Unidos en los años veinte, y el signo de esa misma raza extraña, náufraga y solitaria, que durante esa década llevó también, como nosotros hoy, un pueblo de muertos consigo”, advirtió Sicilia. Luego de recordar la declaración de la guerra a los estupefacientes por parte de Richard Nixon, ahora “el demonio” de la droga ha sustituido “al demonio del alcohol”. “Lo que tenemos, como si las consecuencias de la prohibición del alcohol se volvieran a reeditar de una forma inmensa, es una demanda de droga que no desaparece, graneros que sirven para distribuirla y fábricas clandestinas que la producen sin control ni calidad destrozando a sus consumidores, aumento del robo, del crimen, de la extorsión, corrupción de miles de funcionarios y policías, acumulaciones ilícitas de capitales como nunca lo han soñado las grandes corporaciones, cárceles y correccionales repletas, bandas y gobiernos que se destrozan entre sí por el control de los territorios, violencia sin fin, multiplicación del gangsterismo y la barbarie, y la rápida reducción de la comunidad humana y de la cultura a una raza como la que hoy representamos nosotros, extraña, náufraga y solitaria”, sostuvo Sicilia. Con esta historia, el líder del movimiento de paz pidió ayuda para detener el horror de la guerra contra las drogas. “Por eso desde aquí, desde estas calles, que hace 90 años vivieron de manera emblemática el terror, el horror y la barbarie de la violencia que azotó a Estados Unidos con la prohibición del alcohol; bajo estos rascacielos, símbolos de la modernidad y de milenios reeditados de cultura humana, les pedimos a los ciudadanos de Estados Unidos y al gobierno de Barak Obama que recuerden al presidente Franklin D. Roosevelt y que, como él, en un gesto de defensa de la democracia y de sus libertades, decreten, junto con el gobierno mexicano y los gobiernos del mundo, el fin de la guerra contra las drogas y las sometan, como otrora Roosevelt lo hizo con el alcohol, a las leyes férreas del mercado y de los controles del Estado. “Para que juntos actuemos para impedir que las armas de exterminio circulen irresponsable e ilegalmente; para que juntos pongamos un coto a los bancos que lavan dinero y podamos así reducir el verdadero crimen: la corrupción, la trata de personas, la extorsión; para que juntos busquemos en la compasión y el consuelo la justicia del pueblo doliente de las víctimas, y podamos abrazar como a nosotros mismos a los migrantes, a los desplazados, a los acosados por el sufrimiento de la guerra y la miseria, a los huérfanos, a las viudas y a los que hemos perdido a nuestros hijos en esta absurda guerra, para que al fin el ser —como en el poema de Emily Dickinson— no tenga que volver a escuchar el repicar fúnebre del cielo por esta raza humana que la barbarie ha vuelto extraña, náufraga y solitaria”.  

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