Mario: de recolector de limones a aguerrido autodefensa

domingo, 19 de enero de 2014 · 09:38
PARÁCUARO, Mich. (proceso.com.mx).- La “putacera” como le dicen al enfrentamiento los autodefensas, duró hora y media el sábado 4 cuando tomaron el pueblo. Los Caballeros Templarios los enfrentaron con todo e incluso el jefe de ellos, conocido como El Banano, sacó una bazuca o bastón chino pero ya no alcanzó a usarlo porque fue abatido de inmediato. Acostado sobre una cama desvencijada, Mario recuerda bien todo y sus ojos claros se enrojecen cuando se le meten en su memoria las imágenes de su esposa y sobrina ejecutadas por Los Templarios porque no quisieron revelar dónde estaba colaborando con los grupos de autodefensa ciudadana. Su esposa tenía 17 años y estaba embarazada. Su sobrina era también adolescente pero el calor de Tierra Caliente la hizo mujer mucho antes. Las dos fueron torturadas y luego colgadas en la entrada del pueblo en el municipio de Los Reyes hace medio año. Desde entonces su rencor hacia Los Templarios ha crecido y lo saca cada vez que hay una “putacera”. “Este cabrón no tiene miedo, estábamos ahí tirándoles con todo y se ponía en medio de la calle. No dejaba de tirarles y por más que le gritaba no me hacía caso hasta que lo jalé. Pero más tardaba en meterlo detrás de una camioneta y luego luego se salía y empezaba a tirar bala otra vez”, dice su compañero que está a un lado. Mario –pide que así le llamen–, se ríe por un momento recordando la batalla que hubo con los Templarios que defendían Parácuaro al mando de El Banano y El Chocorrol que fueron abatidos. Según los autodefensas, ahí murieron por lo menos 10 Templarios y ellos tuvieron algunos heridos. Pero ni el gobierno federal ni el estatal dieron un reporte de lo que ahí ocurrió. “Yo no voy a parar hasta acabar con estos asesinos. A mi esposa la torturaron, le metieron un balazo en la cabeza, tenía seis meses de embarazo y eso no les importó. A mi sobrina también la torturaron y la quemaron. Querían que les dijera dónde estaba yo ayudando a los autodefensas y como no sabían, las mataron”. Mario, con apenas unos años de educación básica, trabajaba de recolector de limones, pero ahora es uno de los autodefensas más aguerridos. “Está loco”, dice su compañero. El joven de apenas 20 años ríe por algunos momentos y luego suelta su rabia. “Un pinche puntero (informante) les dijo dónde estaba mi familia. Si lo encuentro lo mato”, espeta mientras toca su rifle cuerno de chivo del que no se separa ni para dormir. “Nosotros si agarramos a un puntero no lo matamos, lo entregamos al pueblo y ellos deciden qué hacer”, explica el amigo de Mario. Pero el joven jornalero ataja a su compañero. “Todo se paga en esta vida. Ese pinche halcón que dijo dónde estaba mi familia me lo voy a encontrar. Ojalá llegue pronto ese día”, dice Mario como si estuviera pensando en voz alta. Su compañero se calla mientras acomoda y también su rifle de asalto con el que, dice, mató a un templario en medio de la “putacera” que duró media hora en la calles de Parácuaro.

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