"Dreamers" comparten sus conflictos de identidad con estudiantes de la UNAM

viernes, 10 de octubre de 2014 · 14:26
MÉXICO, D.F. (apro).- Se fueron sin documentos a Estados Unidos cuando eran niños y ahora, ya como adultos regresaron a México, para compartir con estudiantes de la UNAM sus conflictos de identidad: cómo es vivir en la Unión Americana sin papeles, el temor de saber que sus familias pueden ser deportadas o las dificultades para encontrar trabajo o estudiar. En grupo, 40 dreamers o soñadores -como se designa a los indocumentados llegados a Estados Unidos como niños— se acercaron a uno de los consulados de México en Estados Unidos para informarse de los trámites para visitar México. Lo hicieron luego de acogerse al proceso Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) que les otorga una credencial que les permite salir y regresar a EU sin temor a ser deportados. Al saber de la iniciativa, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) les extendió una invitación, a 23 mujeres y 17 hombres, para venir al país y aceptaron. La cancillería se puso en contacto con Silvia Núñez, directora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), quien organizó una serie de actividades culturales y académicas en la que los dreamers contaron sus experiencias a estudiantes de las carreras de Relaciones Internacionales y Derecho, a quienes les pidieron ser parte activa en la defensa de los derechos de los indocumentados. El choque cultural que sufren, expuso Elizabeth Cervantes, es muy fuerte, incluso entre ellos mismos hay diferencias. “Que seamos dreamers no nos hace iguales; de hecho, todos buscamos una identidad e indagamos la manera de ponerle nombre, por eso, incluso entre los aquí reunidos, algunos nos decimos mexicanos, otros méxico-americanos, hay quienes se llaman a sí mismos estadounidenses y unos más se designan latinos, hispanos o de muchas otras formas”, explicó. La joven de 23 años, radicada en Chicago, confesó que el viaje le produjo sentimientos encontrados porque ambos países le resultan familiares y ajenos. “Pasear por las calles de esta ciudad o recorrer las instalaciones de la UNAM me remitió inevitablemente, tanto a mí como a mis compañeros, a imaginar lo que pudo —o no— haber sido nuestra vida si jamás hubiéramos abandonado México”, reflexionó. Julieta Garibay, residente de Texas, no cuenta con la credencial DACA, porque recién cumplió 34 y ésta sólo considera a jóvenes de 15 a 30 años. Sin embargo, se casó con un estadounidense y pudo arreglar sus papeles. Se fue a Estados Unidos cuando era una adolescente y pronto descubrió que la identidad es uno de los problemas más críticos para los inmigrantes. Años después, ya con papeles en regla, intentó retornar a México para matricularse en la Universidad de Guanajuato, pero –dijo—fue excluida por su manera de vestir y pensar. “No eres lo suficientemente mexicana” le dijeron. Con sus planes frustrados volvió a Estados Unidos, pero sólo para que le espetaran que no era “suficientemente estadunidense”. “Así surgió esta sensación agobiante, la de saber que no soy de aquí ni de allá”, recordó. La educación fue uno de los temas más relevante de la charla con los estudiantes, abordaron la situación actual del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y destacaron la importancia que tiene para los dreamers el acceso a la educación superior en Estados Unidos. “Para nosotros esto es un tema sensible, pues calculamos que anualmente se gradúan 65 mil dreamers de high school, pero sólo cinco mil ingresan a una universidad”, apuntó Gabriela Pacheco, originaria de Ecuador y radicada en Washington DC. Para ella, el acceso a la formación superior es el motor del cambio que requiere su comunidad, por lo que participa de manera activa en una asociación que se dedica a colectar fondos para otorgar becas y a defender el derecho a acceder al ámbito académico. Erika Andiola, originaria de Durango, quien colabora con la representante demócrata de Arizona, Kyrsten Sinema, comentó que los dreamers, como parte de una nueva generación, han impulsado cambios en Estados Unidos a partir de diversas estrategias de organización, e invitó a los jóvenes de la UNAM a hacer lo propio en temas como la migración. “Por mi experiencia al tratar con indocumentados, me he encontrado con que aquellos provenientes de sitios como Guatemala, Honduras, Belice o El Salvador siempre señalan que, de todos los lugares recorridos para llegar a la Unión Americana, México es el peor, pues ahí se les maltrata y se violan impunemente sus derechos. “Ustedes deben incidir en estos hechos y enmendar situaciones tan lamentables”, dijo la joven a los universitarios Incluso, les propuso trabajar en conjunto y conjuntar experiencias. “Me gustaría invitar a mis compañeros a tomarnos una semana para regresar, ahora no como turistas, sino para armar talleres de trabajo”, led dijo. Al final del encuentro, Yesenia Sánchez, de Zacatecas, indicó que los testimonios compartidos, observados en conjunto, terminan por parecerse y fundirse en uno, no porque todos los dreamers lleven existencias similares, sino porque cada relato es producto de elecciones tomadas con la misma finalidad: sobrevivir. “Nuestro estado legal nos deja en una situación difícil; por eso, como jóvenes trabajamos a nivel político con nuestras comunidades para normalizar esta situación. “Hoy, cada uno de los aquí reunidos nos sentimos que no somos ni de aquí ni de allá, pero esperamos que, con la suma de fuerzas, muy pronto podamos decir lo que tanto anhelamos, que somos de aquí y también de allá”, confió. El ejercicio de diálogo fue inaugurado por el subsecretario para América del Norte de la SRE, Sergio Alcocer, y al término los universitarios despidieron a los dreamers con el tradicional goya. En reciprocidad, ellos respondieron con el unity clap, un gesto de solidaridad surgido en Estados Unidos, en 1965, cuando trabajadores latinos y filipinos se vieron forzados a luchar codo a codo por sus derechos y a entenderse pese a la barrera del idioma. Tras corear la frase tagalesa “¡iksan ba sak!” (juntos nos levantaremos o juntos caeremos), los jóvenes batieron sus palmas suavemente y subir la intensidad gradualmente hasta concluir en una estruendoso aplauso. “Es nuestro goya y encierra un sentido profundo, pues son nuestras manos emulando el ritmo de incontables corazones que laten al unísono. En un principio esto surgió para vincular a personas que no compartían una lengua, después de hoy será un lazo entre ustedes y nosotros, todos jóvenes a fin de cuentas, pero que viven en lados distintos de la frontera”, dijo a los universitarios Ámbar Pinto.

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