Advierten grave escasez de agua por agotamiento de mantos acuíferos

miércoles, 19 de marzo de 2014 · 22:47
MÉXICO, D.F. (apro).- Al paso que va México en la sobreexplotación de los mantos acuíferos, aunado al cambio climático y al crecimiento demográfico, en unos 15 años, algunas regiones del país tendrán una condición de “escasez grave” de agua, reveló el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). En la presentación de las estadísticas a propósito del Día Mundial del Agua, que se conmemora el 22 de marzo, la dependencia aseguró que para el 2030 en algunas regiones hidrológico-administrativas del país, el agua renovable per cápita alcanzará niveles cercanos o incluso inferiores a los mil metros cúbicos por habitante por año. La situación anterior se califica como una condición de escasez grave, cuando actualmente en todo el país el agua renovable per cápita asciende a 4 mil 168 metros cúbicos. Un acuífero es una formación geológica subterránea que se ha constituido a lo largo de varios años como resultado de la infiltración del agua de lluvia, del agua de los ríos, lagos o deshielos. A la infiltración que ocurre en los acuíferos se le conoce como recarga. Los acuíferos se ubican a diferentes profundidades y se definen principalmente en función de su tamaño, el volumen de agua que pueden almacenar, la velocidad a la que se mueve el agua en ellos, el tiempo que tarda su recarga y la composición del suelo en donde se ubican. En México hay un total de 653 acuíferos, de los cuales 105 están sobreexplotados, 15 con intrusión marina y 32 presentan un alto contenido de sales o minerales, lo que hace necesario el tratamiento de sus aguas; no obstante, 450 destacan por su extensión, capacidad e importancia. Lo relevante de estas formaciones geológicas radica en que son las únicas fuentes confiables de suministro de agua en las regiones áridas y semiáridas del país, las cuales ocupan dos terceras partes del territorio nacional. No sólo eso, también suministran el agua que requiere 70% de la población del país, satisfacen las demandas de agua de 50% de la industria y sustentan el riego de dos millones de hectáreas, prácticamente la tercera parte de la superficie total bajo riego. La mala noticia es que a la velocidad con que son explotados, el escenario para el 2030 es el siguiente: Habrá un abatimiento de los niveles freáticos, el hundimiento del terreno provocará que se tengan que perforar pozos cada vez más profundos, además de las afectaciones a los ecosistemas. “Cabe aclarar que la mayor parte de la población rural depende de manera significativa del agua subterránea, y en algunas zonas áridas la dependencia es total”, advirtió el Inegi. Y como muestra un botón. Las investigaciones científicas prevén que para mediados de este siglo las elevadas temperaturas y la disminución de la humedad del suelo propiciarán que la vegetación semiárida (incluyendo muchas de las gramíneas) se sustituya por vegetación árida, en un franco proceso de desertificación. También es previsible que se presente una menor producción de alimentos de origen agropecuario por el acortamiento del ciclo agrícola, debido al cambio climático. La situación no es nada fácil, así lo vaticinan los datos de los últimos 60 años, lo cual representa una grave amenaza para la seguridad hídrica: Mientras en 1950 la disponibilidad media de agua era de 11 mil metros cúbicos por persona al año; en el 2005 fue de 4 mil 573; mientras que en el 2010 de 4 mil 090 metros cúbicos por habitante… para el 2025 apenas se dispondrá de 3 mil 828 metros cúbicos de agua por persona por año, quedando en la clasificación de disponibilidad baja. Y la demanda sobre el líquido aumenta: Según datos del Inegi, si bien en el 2005 México utilizaba sólo 16% del volumen disponible de agua, considerado como un grado de presión moderado, en los estados del norte del país el grado de presión es superior a 40%, clasificándose como de presión fuerte. En la teoría, la sociedad debe gestionar el agua dulce de manera sostenible con el fin de que exista suficiente agua para que todas las personas puedan beber y conservar su higiene y su salud, para que los productores de alimentos puedan satisfacer la demanda de una población en continuo crecimiento, para que las industrias puedan satisfacer sus propias necesidades y para que los países tengan la oportunidad de garantizar un suministro fiable de energía. La realidad en México es la siguiente: Para producir un kilo de maíz se requieren 900 litros de agua, para un kilo de trigo se utilizan mil 350 litros de agua, para producir un litro de leche se necesitan mil litros de agua y para producir un kilo de carne de res se requieren 16 mil litros de agua, sólo por dar algunos ejemplos. Puesto que casi 78% del total de agua en México se utiliza en la agricultura y para producir alimentos –de la cual 53% se desperdicia–,  la huella hídrica, que es el volumen total de agua que se utiliza para producir los bienes y servicios consumidos por sus habitantes, es mayor. En 1992 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instituyó el 22 de marzo de cada año como Día Mundial del Agua” para promover, entre los países miembros, actividades orientadas a fomentar la importancia de los recursos hídricos para el desarrollo, el bienestar social y los ecosistemas del planeta, a la luz de las recomendaciones del capítulo sobre Agua Dulce del Programa de Acción para el Desarrollo Sustentable, conocido como Agenda 21.

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