"Anarcos" desatan violencia... y represión en el Zócalo

viernes, 2 de octubre de 2015 · 21:47
MÉXICO, D.F. (apro).- No hubo muertos como hace 47 años en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, pero sí represión en la marcha conmemorativa de la masacre estudiantil de 1968. Alrededor de las siete de la noche, cuando el contingente de encapuchados arribó al Zócalo capitalino, detrás del grupo de estudiantes de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), comenzaron los desmanes. No eran más de veinte los supuestos anarquistas que se incorporaron a la movilización, pero al llegar al Zócalo se les sumaron unos 50 jóvenes, hombres y mujeres, encapuchados o cubierto el rostro con paliacates. Acto seguido empezaron a provocar a los policías federales que custodiaban la sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Los embozados iniciaron las acciones de provocación aventando piedras y lanzando petardos; algunos muchachos traían palos, piedras, botellas y tubos, entre otros objetos. Pese a ello, la policía no respondió de inmediato. Los organizadores de la protesta --Comité del 68, algunos padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, estudiantes de la UNAM y del IPN, entre otros, así como sindicatos y organizaciones sociales— proseguían con los discursos para recordar a los estudiantes caídos en Tlatelolco. Fue justo a las siete de la noche cuando comenzó la provocación de jóvenes encapuchados que, frente a la sede del Gobierno del Distrito Federal (GDF), lanzaron piedras y cohetones a los federales apostados en la SCJN. [gallery type="rectangular" ids="417116,417115,417114,417113,417100,417099"] Ante la afrenta, los uniformados lanzaron cartuchos de gases lacrimógenos para dispersar a los “anarquistas”. Sin embargo, no tuvieron mucho éxito, pues como si fuera una acción concertada, los revoltosos se replegaban para después atacar en grupos. Vino entonces una andanada de cartuchos de gases y el consecuente corredero de gente, además de los curiosos que sólo miraban por detrás de las filas de policías que hicieron valla en el primer cuadro de la ciudad para “encapsular” a los manifestantes. Sin embargo, al notar la acción de los uniformados la gente comenzó a retirarse. Los “anarquistas”, en su mayoría, se desaparecieron, pero los que quedaron sufrieron las consecuencias. Seguían los gases lacrimógenos del lado de la SCJN y de ahí policías auxiliares del GDF se sumaron a la Federal para literalmente expulsar a los rijosos. Los agentes cercaron las calles Monte de Piedad y Cinco de Mayo con decenas de elementos provistos de equipos antimotines. Avanzaron rumbo al Eje Central empujando a los manifestantes, mientras éstos gritaban. Algunos desde el otro lado de la acera insultaban a los policías, sin siquiera acercarse al contingente. Los miembros de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) se destacaron por seguir a los policías… y retroceder a la altura de la calle Bolívar. Aunque hubo vallas por las principales calles de la ciudad, la marcha sí pudo arribar al Zócalo, como garantizó el jefe de gobierno Miguel Angel Mancera, aunque nunca dijo que desalojaría a los jóvenes. “Puertas de plástico” En momentos en que los miembros del Comité 68 remarcaban el carácter conmemorativo del acto, de la esquina sureste de la plancha del Zócalo se observó cierta agitación provocada por el embate de los “anarquistas” hacia la PF. Frente a Palacio Nacional, los encapuchados dejaron a un lado la conmemoración de la matanza de Tlatelolco y se lanzaron con todo lo que pudieran traer a la mano: palos, botellas, piedras, tubos y bombas molotov, contra los policías, quienes se multiplicaron ante los ataques. Los policías avanzaron contra los “anarquistas”, quienes se replegaron hacia donde estaba el mitin; al mismo tiempo, los federales lanzaron bombas de gases lacrimógenos. Al caer la tarde la gente corría de un lado a otro, desconcertada. En 16 de Septiembre, los dueños bajaron las cortinas de comercios, hoteles y restaurantes al observar a los manifestantes huir del Zócalo. Luego, el primer cuadro de la ciudad se convirtió en una virtual cámara de gas lacrimógeno, donde los manifestantes, con ojos irritados, tos y la cara enrojecida, gritaban desesperados pidiendo no caer en la provocación. En el templete, los oradores llamaron al orden, a retirarse tranquilamente para evitar la represión. El enfrentamiento seguía y del Palacio Nacional sacaron unas cubiertas de plástico para proteger las puertas de madera de ese recinto histórico. Incluso, en la azotea se encontraban algunos elementos del Ejército observando la zacapela, cuando un joven gritó “¡se está repitiendo la historia de represión!”. Por el aire seguían “volando” todo tipo de objetos hasta que se dispersó el mitin. Pasadas las siete de la noche ingresó al Zócalo un contingente de policías auxiliares desarmados para seguir sometiendo a los “anarquistas”, quienes seguían su embate al grito de “¡Muerte al Estado, que viva la anarquía!”. Los policías corrieron tras de ellos por la avenida 5 de Mayo hasta llegar al Eje Central Lázaro Cárdenas, donde ya se había rehabilitado la circulación, vía por donde horas antes la marcha conmemorativa del 2 de octubre avanzó sin contratiempos.

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