Caravana migrante llega a la Basílica; interponen 139 quejas ante la CNDH

sábado, 18 de abril de 2015 · 20:42
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Protegidos por medidas precautorias ante la deportación, muchos de los 250 migrantes que acompañaron al padre Alejandro Solalinde en el Viacrucis se quedarán en la Ciudad de México y regularizarán su situación migratoria ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). Otros “pocos” volverán a sus países de origen, aseveró Solalinde, mientras que los demás seguirán su camino hacia Estados Unidos, pese a las advertencias del sacerdote. “Les dije que es por demás que vayan, que hay muchos secuestros en la frontera, se van a encontrar con el Instituto Nacional de Migración (INM) en la frontera, que está a la orden del de ahí y que entre los dos no se van a salvar”, subrayó el fundador del albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, en Oaxaca. El Viacrucis, cuyo propósito es denunciar el programa Frontera Sur, salió de la frontera con Guatemala el pasado 24 de marzo y llegó la madrugada de este sábado a la Ciudad de México, días después de lo previsto inicialmente. A raíz de un amplio despliegue de agentes migratorios y policías en las carreteras que salen de Ixtepec, los integrantes del Viacrucis permanecieron varados durante prácticamente dos semanas en el albergue. El miércoles pasado decidieron seguir el camino a pie hasta Juchitán, donde tomarían camiones para trasladarse al Distrito Federal. Pero las autoridades movieron el operativo y cercaron a los migrantes. Mientras se acercaban los policías federales, integrantes de la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) alcanzaron al Viacrucis para prestarle apoyo. Tras empujones -pero “ningún insulto ni puño” por parte de la caravana, insistió el sacerdote-, el contingente logró abrir el cerco y llegó a Juchitán. “Nunca había visto cómo los policías utilizan los escudos como armas”, se indignó Solalinde al salir de la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), a donde acudió para pedir el acuse de recepción de las quejas que levantó en Oaxaca y exigir que el ombudsman lleve a cabo una amplia investigación. Los integrantes de Viacrucis interpusieron 138 quejas ante la CNDH y otras 30 denuncias penales en contra de “las autoridades responsables”, la Policía Federal y el INM. “Me daría mucha tristeza que buscaran chivos expiatorios y que otra vez no fueran responsables los altos mandos”, declaró Solalinde, al recordar que en casos recientes de violaciones a los derechos humanos por parte de las autoridades, como en la masacre extrajudicial de Tlatlaya, “la cadena de mando se pierde”. Y denunció, más temprano en el día, que las autoridades “llevaron un Ministerio Público Federal para registrar que soy pollero, para registrar que contrabandeo personas”. Adelante Por la madrugada, al llegar a la Ciudad de México, el Viacrucis se dirigió de inmediato hacia la Basílica de Guadalupe, cuyo vicerrector, Carlos Ruiz y Alvarado, ofició una misa. Ante una explanada llena, mezcló los mensajes políticos con el tradicional proselitismo religioso: de la Virgen de Guadalupe, pasó a la responsabilidad de los países ricos a garantizar la vida digna de los migrantes, a los que calificó de “compañeros de misericordia”. Varios de los migrantes, con sus pequeñas mochilas amarradas a sus espaldas, escucharon cabizbajos el sermón. Como ropa de traje, uno llevaba puesto la playera de la selección nacional. Otro traía una playera del maratón de la Ciudad de México. Y varios tenían impresa en su ropa la consigna: “los migrantes no somos ilegales, ¡déjenos pasar!”. De la Basílica, la caravana se trasladó en cuatro autobuses de la RTP -escoltados por una camioneta del ombudsman capitalino y policías en motocicletas- rumbo a la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) con el fin de presentar la queja levantada en Oaxaca. Durante la larga travesía de la ciudad, el ambiente se relajó mucho en uno de los camiones, en el cual pronto se oyeron pláticas, bromas y risas. Con un tono épico, rememoraron el frente a frente con los policías en Oaxaca. “Hubiera caído una gota de sangre se hubiera prendido”, dijo el más apasionado de la discusión al añadir, con el dedo hacia arriba: “Y la cruz nunca cayó”. Algunos centroamericanos aprovecharon del tiempo para dormir una siesta. Otros se mantuvieron silenciosos, observando la ciudad a través de las ventanas. Otros, concentrados, se aplicaron en llenar una libreta que les entregó un activista apodado con cariño Perro, con la consigna de escribir en ella todo lo que querían. “Pas (sic) de Cristo”, redactó un salvadoreño de su escritura poco segura. Al abandonar la CNDH, los migrantes se dirigieron hacia un deportivo en la delegación Coyoacán, donde permanecerán esta noche. Este reportero habló con varios de los migrantes, la mayoría de los cuales quieren seguir la ruta migratoria hacia Estados Unidos, donde tienen su hogar. Todos estaban convencidos del éxito de su viaje. Quizás rebotaban en sus mentes las palabras con las que el sacerdote concluyó el sermón de la mañana: “Adelante, hermanos migrantes”.

Comentarios