"Los siete días de infierno" del estudiante de la UAEM acusado de narcotráfico

viernes, 7 de agosto de 2015 · 18:43
TOLUCA, Edomex (apro).- “Fueron siete días de infierno”, admitió Oscar Álvaro Montes de Oca, estudiante de la UAEM, al resumir su detención por una maleta con droga que le fue “sembrada” y su remisión al penal de máxima seguridad de Tepic, Nayarit. Ya sin la cabellera y la barba con que aparece en las imágenes que sirvieron durante la campaña por conseguir justicia, Oscar denunció que el sistema de justicia en el país “criminaliza” a la sociedad. “Nunca hubo una agresión física hacia mi persona; sin embargo, se vulneró un derecho que considero fundamental, constitucional, que todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario”, acusó. En todas las instituciones por las que pasó, la SEIDO y el penal federal número 4, “sucedió exactamente lo contario, se me consideró culpable y yo tenía que demostrar mi inocencia”. El licenciado en sociología indicó que su experiencia confirma violencia estructural del sistema de justicia mexicano. “No necesariamente tienes que sufrir una agresión física por parte de guardias ni de custodios para que sea violencia, ésta se expresa de muchas maneras, desde el hecho de mantenerte aislado, separado, en un cuarto frío, con cobijas que huelen a orines y comida echada a perder”, describió. Por eso, adelantó que la movilización social generada por su caso debe aprovecharse a favor de quienes han sido detenidos y remitidos de manera injusta a los penales: “De esto va a resultar algo, es importante que no le vuelva a pasar a nadie. Todos somos susceptibles a padecer algo así. Deseo que todas las personas que estén pasando o vayan a pasar por eso tengan la familia, los amigos y compañeros que yo tengo, gracias a ellos el infierno no duró más de siete días”, alertó. Por ahora, se dijo con mucho coraje y enojo, pero consciente de la necesidad de encaminar estas emociones de una manera justa. “Cuando uno vive una experiencia así, no puede salir debilitado. Adentro de un reclusorio la gente débil no sobrevive, aprendí a ser fuerte y muy contundente, y ahora son más las ganas de vivir”, compartió. Los planes de Álvaro Montes de Oca son la maestría y el doctorado para luego convertirse en investigador y profesor de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). “Es mi sueño, y eso no va a afectar el movimiento, tengo el compromiso con todas las personas que están sufriendo lo mismo”, aclaró. No obstante, antes de tomar la decisión de contrademandar, de solicitar la reparación del daño y decidir alguna estrategia de lucha, el universitario consideró prioritario estabilizarse emocionalmente. “No estoy bien emocionalmente, psicológicamente ni tampoco físicamente… estoy teniendo problemas para hilar las respuestas. Gran parte de mí se quedó allá dentro todavía. Una parte de mí está dentro de esa celda, siento que estoy aquí en cuerpo, pero muchas ideas y muchas cosas se quedaron allá adentro con compañeros, con historias que son difíciles de escuchar, asimilar, y cada vez que las recuerdo, regreso a ese lugar”, indicó. “Es difícil vivir esta experiencia y ahora estar hablando de ella, (apenas) ayer estaba encerrado con todo tipo de criminales, de los cuales me tuve que hacer su amigo, tuve que encontrar el lado noble, el trato como personas de cada uno de ellos para poder sobrevivir; entendí que yo no podía ser una persona que juzgara si ellos eran criminales o no, eso le correspondía a otros. Para mí eran mis aliados, muchos de ellos mis amigos, muchos otros mis enemigos”, expuso. El graduado con honores de la UAEM consideró inenarrable “el infierno” que vivió, (pero) “agradezco que me tocara a mí con una familia que sabía que jamás se iba a rendir… y un millón de hermanos, amigos que sé que darían la vida por mí”. “Cuando estaba adentro y me contaban de la sentencia y de las personas que estaba rodeado, lo que me mantuvo en pie fue el comentario de un compañero, reo del mismo módulo, que me dijo: ´Escuché a tu papá en la radio, dicen que allá fuera la gente se está moviendo y te van a sacar´”, narró Oscar, ya en libertad, mientras las palabras se le anudaban y hacía lo posible por contener las lágrimas.

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