Para evitar demandas, ¿se deberá escribir en clave?, cuestiona Meyer

jueves, 28 de julio de 2016 · 14:44
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Para no arriesgarse a ser demandado, un observador de la vida política nacional ¿debe escribir en clave?, pregunta el historiador Lorenzo Meyer al referirse a los casos de Carmen Aristegui y Sergio Aguayo, a quienes MVS y el exgobernador Humberto Moreira, respectivamente, demandaron por “daño moral”. En su columna publicada en el diario Reforma con el título “En el país ‘X’”, Meyer reprueba el asedio contra la periodista y el académico, y destaca que la cólera por provocar “daño moral” cayó primero sobre Aguayo y luego sobre Aristegui. “Humberto Moreira pidió a la justicia que se obligue al académico a retractarse y a resarcirle diez millones de pesos por el daño moral que le causó el que afirmara en un artículo que él, Moreira, despedía un tufo asociado a la corrupción y a la impunidad mientras gobernó Coahuila entre 2005 y 2011. Poco después el peso de ese tipo de indignación ‘moral’ descendió sobre Carmen Aristegui y, de refilón, sobre la editorial que publicó La Casa Blanca de Peña Nieto (2015). El presidente de MVS demandó a la conductora de noticias por el prólogo que escribió para esa obra y exigió que en cualquier nueva edición se suprima esa introducción que explica el sentido de la obra”, sostiene el historiador en su artículo. En dicho prólogo, añade, Aristegui se refiere al “derrumbe moral” de los dueños de la empresa radiofónica que la echaron a ella y a su equipo del noticiero que conducía, después de haber hecho pública la existencia de la lujosa mansión conocida como la “Casa Blanca” y vendida a la familia presidencial en términos muy favorables por un contratista favorecido por los gobiernos encabezados por Enrique Peña Nieto. “Las pruebas que los ofendidos le piden a Aguayo o a Aristegui no suelen dejar rastros, pero se pueden inferir por sus consecuencias”, refiere Meyer, y recuerda la frase del carrancista don Luis Cabrera: “yo los acuso de corruptos no de tarugos”. “Sin embargo, algo se puede inferir de un incidente al final del gobierno de Felipe Calderón, cuando el propio dueño de MVS hizo pública la forma y contenido de la presión ejercida sobre él desde la Presidencia para que obligara a Aristegui a disculparse por haber hecho una acotación en su noticiero que ofendió a ‘Los Pinos’. Si eso ocurrió por un comentario pidiendo que se aclarara el rumor sobre el gusto del Presidente por la bebida, ¿cómo habrá reaccionado esa misma instancia ante el reportaje sobre una ‘Casa Blanca’ de siete millones de dólares?”, pregunta. Incluso, sugiere que para evitar demandas por daño moral --por ejemplo en el caso de la casa blanca de EPN-- se hable entonces en clave: “A inicios del siglo XXI, en un país X, el gobernador E de un estado importante, y donde un mismo partido había gobernado ininterrumpidamente desde 1929, tuvo un contratista favorito que en poco tiempo acumuló una fortuna notable. Con el correr del tiempo, muchas maniobras y buena suerte, ese gobernador logró unir a los fragmentos de su partido que tras 71 años en el poder, lo había perdido a nivel nacional. Una buena dosis de recursos de origen legítimo, pero también oscuro, más los errores y la corrupción del partido que había desalojado de la casa presidencial al viejo partido autoritario, le permitieron a E recuperar la Presidencia. “Para cuando E asumió la Presidencia y dio nuevas encomiendas a las empresas de su contratista favorito, éste había construido una lujosa residencia en la capital que vendió en condiciones muy favorables a la consorte de E para que fuera el hogar familiar cuando concluyera el periodo presidencial. Cuando un equipo de periodistas documentó e hizo públicos los términos de esta transacción, se desató un escándalo de tal magnitud, que la pareja presidencial debió renunciar a la mansión. Pero los periodistas que sacaron a la luz todo el asunto fueron echados de la empresa donde trabajaban, y éstos y la opinión pública atribuyeron el hecho a una venganza de los afectados… etcétera, etcétera”. Y remata: “Un ejercicio de la crítica hecho en los términos anteriores o en alguna variante resulta ridículo e indigno para su autor, para el lector y para el país mismo. Sin embargo, además del silencio y en las circunstancias actuales es válido preguntarse: ¿hay en la actualidad otro camino para no correr el riesgo de terminar demandado y asediado?”.

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