Flanqueada por Calderón y pocos simpatizantes, Margarita Zavala llama a no votar por el candidato 'menos malo”

viernes, 30 de marzo de 2018 · 02:39
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- En un acto sin multitudes, con menos de mil simpatizantes, Margarita Zavala dio el banderazo formal a su campaña presidencial al pie del Ángel de la Independencia. Al filo de la medianoche, Zavala enterró su pasado panista y sólo evocó a Manuel de Jesús Clouthier del Rincón Maquío, quien en diciembre de 1988 protagonizó una huelga de hambre, apoyado por la ahora primera mujer candidata independiente así como por su esposo Felipe Calderón. El escenario: el mismo, la situación distinta. En su primer día de campaña, a Margarita le llovieron porras desde los automóviles que pasaban por el lugar como “¡Con todo Margarita!” hasta mentadas de madres con el claxon. Un transeúnte le gritó “¡ratera!” y algunos automovilistas gritaban “¡AMLO para presidente!”. Zavala arribó a la glorieta simbólica del Paseo de la Reforma, que data desde finales del porfiriato, del brazo del expresidente Felipe Calderón, quien apresurado y con gesto duro evitó ser visto por los automovilistas y por la gente que caminaba sobre las banquetas. Ya inmerso entre sus seguidores, Calderón y Zavala se separaron para complacer a su gente con selfies. El exmandatario, quien en 2006 declaró una guerra al narcotráfico que dejó miles de muertos por todo el país, accedió con un semblante a veces serio y con una sonrisa forzada. Mientras que la candidata, como una estrella de rock, tomó el celular de quien se le acercaba, enfocaba la cámara, ponía la mejor sonrisa y daba “click”. Así transcurrieron unos 15 minutos antes de subir al estrado donde se declaró “la candidata del pueblo” y donde aseguró “derrotar la maquinaria de los partidos políticos”. Se lanzó contra sus adversarios, pero en particular sobre el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Sin mencionarlo, soltó: “Frente a nosotros tenemos a tres candidatos que representan la política de las trampas y el dinero. La política de la corrupción que navega con bandera de honestidad. La política de la demagogia que polariza, que divide, que genera agresiones pero no soluciones. Si esa política gana, nuestro país pierde y yo quiero que México gane. Si la demagogia gana, nuestro país pierde. Si el miedo se impone, nuestro país pierde y yo quiero que México gane”. Y luego hizo un llamado a los mexicanos a no votar por el candidato “menos malo” o por “miedo o desilusión”. “No nos conformemos con campañas que son un carnaval de banalidades vacías de contenido. No nos conformemos con el mal menor, habiendo un bien posible. No nos conformemos con el candidato menos malo o con el menos corrupto, o con el menos autoritario.  No nos conformemos con votar por miedo, por coraje o por desilusión”. Sus seguidores, sentados en las escalinatas del Ángel de la Independencia, le ovacionaron “¡Presidenta!, ¡presidenta! ¡presidenta!” y después el tradicional “¡sí se puede, sí se puede!”. Zavala se jactó de ser la “candidata, no por imposición o por dedazo, sino por voluntad directa de ciudadanos como ustedes, que con alegría y amor me han dado su confianza. Por eso lo digo y lo reitero: yo soy candidata del pueblo”. Bajo el Ángel de la Independencia y sin mencionar al PAN, Zavala recordó que en ese lugar “celebramos la transición democrática del 2000, la culminación de una larga lucha por las libertades, hasta llegar a la alternancia. Empiezo mi campaña bajo esta victoria alada, que por cierto: es mujer, y representa la independencia y la libertad”. Fueron unos 20 minutos de palabras en donde hasta el final del acto hizo su aparición su esposo Felipe Calderón, junto con sus hijos Luis Felipe, María y Juan Pablo. Después Zavala se despidió en medio de más selfies con sus seguidores, quienes se fueron a sus respectivos camiones, al estilo de los llamados “acarreados”. En el cielo se vieron y escucharon juegos pirotécnicos, pero no eran por el inicio de la campaña de Zavala, sino los de Mikel Arriola, quien también comenzó su camino formal a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en el Monumento de la Revolución.

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