O hay un pacto ciudadano, o esto se acabó: Sicilia
Para Javier Sicilia el modelo de democracia surgido de la Revolución Francesa ya se agotó, y el más claro ejemplo de ello es México, donde hay un desfondamiento de las instituciones, del Estado, de las universidades, de la Iglesia… donde ya nada funciona. Para construir un nuevo orden, el poeta propone un diálogo amplio con todos los candidatos a la Presidencia –incluso con López Obrador, de quien ha sido crítico implacable– y un pacto que incluya a toda la ciudadanía.
CUERNAVACA, Mor. (Proceso).- A México “se lo va a cargar la chingada” si no se construye un pacto nacional –única salida para el país–; “un pacto pero no de partidos, no sólo de políticos, sino de todos los ciudadanos”, sentencia Javier Sicilia.
Y para ello, dice, es fundamental reeditar los diálogos públicos entre la ciudadanía y quienes hoy buscan el poder, como ocurrió hace siete años cuando, a partir de una tragedia, nació el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, cuyo propósito fue dar visibilidad a las víctimas de la violencia en México y a sus familias.
Puntualiza: “Si no alcanzamos ese pacto, no habrá suelo parejo para los que están en competencia, y sin ese suelo parejo no hay democracia”.
En entrevista, reitera: “No queremos un cargo, no queremos una curul, no queremos una chingada. ¡Queremos paz, queremos justicia! No nos queda otra frente a la soberbia de los partidos. Creo que algunos ya lo entendieron, como Andrés Manuel; sin eso, sólo continuaremos en la tragedia con el nuevo presidente”.
En su departamento en Cuernavaca, Sicilia habla al final de un día cargado de actividades por la conmemoración del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, surgido a raíz del asesinato de su hijo, Juan Francisco, y seis de sus amigos: “La tragedia se profundiza en el país. No soy un hombre de esperanza”.
Explica: los franceses “tienen dos palabras para esperanza. Una es espoir y la otra es esperance. Esperance es la esperanza humana, la que nos podemos dar entre los seres humanos, unos a otros. Esa es la que no veo. La espoir pertenece a lo que podemos llamar una esperanza teologal, una esperanza en que hay algo al otro lado que puede, de una tragedia, producir una iluminación.
“En esa esperanza vivo. Pero es infernal, porque esa esperanza teologal tiene que tener su sombra y su ropaje y su acogimiento en la esperanza que los hombres y las mujeres podemos darnos a nosotros mismos. Esa última es la que no veo en el horizonte. Aunque siempre está ahí la posibilidad. Se trata del amor, y el amor implica dejar los egos y ponerse al servicio de todos. Todos tenemos que ponernos al servicio de todos.”
Y como frente a la desesperanza hay posibilidades, indica, “deberíamos reeditar ese diálogo que llevamos a cabo en 2011. El diálogo con todos. Si no lo hacemos va a ser peor. Sin ese pacto las urnas estarán llenas de sangre, estarán llenas de dolor, de sufrimiento. Vamos al diálogo con todos. Lo que estamos viviendo no puede seguir.
“Vamos a proponer el diálogo con todos y les diremos: ‘Señores: o vamos todos juntos o a esto se lo va a llevar la chingada’. Si esto no es así, va a ser peor, quien llegue va a ser peor. ¿Por qué? Pues porque es un asunto sistémico y porque es un asunto donde los pactos que son verdaderamente políticos y los pactos con la ciudadanía y con todos están fracturados.
“Así, quien llegue va a administrar el infierno. El propio Andrés Manuel, que dio un paso y que saludamos, yo no sé qué va a hacer con eso si no hay unidad nacional, si son sólo fragmentos del pueblo los que lo respaldan, cuando lo que necesitamos es un pacto que incluya a todos, mucho más grande, un pacto ciudadano que nos lleve precisamente a todos a tener un suelo parejo. Pero eso es con todos, o esto se va a prolongar, por desgracia.”
Y es que primero hay que admitir que “el país ya está destruido, pero el problema es que no nos hemos dado cuenta de que el país está destruido. Es muy doloroso decir que tu familia es disfuncional, que la casa se cayó, que está llena de humedades, que las paredes se derruyeron… Que queda un pequeño cuarto ahí, más o menos. Y que tu padre es un borracho y que la madre es una prostituta y que el hermano… Es muy difícil aceptarlo, pero si no asumimos esa realidad, no podemos reconstruir nada”.
El problema más grande es que “creer que ese cuarto, donde queda algo, lo tiene que ocupar un partido o una parte de la familia y desde ahí reconstruir, es una falsedad. Lo primero que debemos entender es que esto ya se desfondó y que necesitamos un pacto que no es la lucha democrática, como si estuviéramos todavía en esos países donde el desfondamiento de las instituciones y la democracia no ha llegado a la situación que tenemos en éste”, advierte el poeta.
Pacto necesario
La posibilidad que ve son las elecciones del próximo 1 de julio, que son “una gran oportunidad en medio del desastre, pero parece que los políticos y los candidatos se niegan a asumirla y quieren seguir jugando sobre un carril que está desmoronado. ¿Quién lo hará? ¿Anaya, con ese Frankenstein (Por México al Frente) que está hecho de retazos, con un ser más o menos sano… Meade, un burócrata con un partido que representa todo lo malo… Andrés Manuel, que más o menos entiende, que trata de unificar lo unificable pero no logra unificar todo? Tenemos que hacer un pacto de la nación.
¿Quién lo va a encabezar? No pueden ser ellos mismos”.
–¿Qué va a pasar? ¿Qué tenemos que hacer?
–No lo sé. No sé qué tiene que pasar. Yo veo condiciones para una revolución, el problema es que al mismo tiempo veo una tragedia humanitaria. Tenemos que pensar que necesitamos una nueva forma de democracia, una nueva forma de relacionarnos entre nosotros, una nueva forma de detener la violencia, no con la milicia, no con las policías, no con soldados.
“El modelo ya no funciona. Estas instituciones ya no funcionan. La democracia que surgió de la Revolución Francesa en 1789 y que luego se impone en Estados Unidos ya dio de sí. Hay un quiebre de la democracia, hay un desfondamiento del Estado, hay un desfondamiento de la democracia, hay un desfondamiento de las universidades, hay un desfondamiento de la Iglesia. Ya no está funcionando, necesitamos decir, a partir del pasado, esto ya no funciona. ¿Cómo reconstruimos un nuevo orden de cosas? Sí, mirando el pasado pero de manera distinta.
“Lo que le queda al Movimiento por la Paz es decir: ‘Muy bien, Andrés Manuel, dialogamos contigo. Ya lo viste, vamos a caminar’. Pero también hay que decirle a los otros, porque las preguntas y los temas les competen a todos. Yo creo que lo que tendría que venir ahora es un diálogo público, no sólo con el Movimiento por la Paz, sino con todas las organizaciones de víctimas, y volver a establecer esas grandes preguntas y decirles: ‘Tienen que ser sensibles ante el tema de la nación’”, advierte.
Porque, aunque “a veces pienso que ya tocamos fondo, abajo había una arena movediza que no sabemos a dónde va a ir a parar; no sabemos qué hay abajo. La realidad del país es una realidad de cloacas, de fosas clandestinas, de redes de trata, de muertos, de ingobernabilidad, de inseguridad, de estado de excepción, de despojo… Bueno, ¿quién quiere administrar este infierno, quién quiere administrar eso? Tenemos que resolverlo entre todos; si no, pues el infierno ahí estará de nuevo, y más horrendo de lo que hemos vivido”.
El Movimiento por la Paz
El 28 de marzo de 2011 el hijo de Javier Sicilia fue asesinado. Fue la tragedia que dio origen a una reacción ciudadana que concluyó en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
En los siguientes meses el Movimiento caminó de Morelos a la Ciudad de México, luego recorrió el país del centro al norte y luego al sur, cruzó la frontera con Estados Unidos, principal proveedor de armas a los grupos del crimen organizado de este país. En medio de esos pasos, las víctimas dejaron de representar la indefensión para convertirse en actores políticos que terminaron llevando a los candidatos a la Presidencia y al propio mandatario federal a los primeros diálogos públicos de la historia.
Luego, fracturado y en medio de discusiones internas, el Movimiento vino a menos, pero dejó a lo largo y ancho del país decenas de organizaciones y colectivos de víctimas.
“Sobre el movimiento se ha dicho mucho. Se ha satanizado. Lo volvería a hacer si hubiera condiciones, pero se han dicho muchas cosas. Ahí está el Movimiento, ahí está su luz. Ojalá pudiera convertirse en un incendio.”
Con espíritu autocrítico el poeta señala: “No cambiaría nada de lo que hicimos. Ahorita hay otras condiciones y seguro lo haría de otra manera. Pero entonces hicimos la paz y la justicia entre nosotros, fuimos al encuentro de esos dolores. Hicimos lo que teníamos que hacer en ese momento. Pero nunca se entendió el pacto y terminamos en una gran fractura. Faltó mucho más claridad en eso”.
El Movimiento logró impulsar la Ley de Víctimas y, hace poco, junto con otras organizaciones, la Ley de Desapariciones. Se tuvo que crear un nuevo entramado institucional o se aspira a él.
“Tuvimos que hacer el movimiento para que el Estado nos devolviera nuestros derechos. Pero no hemos triunfado. En la medida en que el Poder Judicial dependa del Ejecutivo, habrá violaciones a los derechos humanos y utilización del estado de derecho para violar esos derechos humanos. El caso más reciente es el de Alejandro Vera (exrector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos): hay que recordar cómo el aparato de Estado se utilizó para perseguirlo por haber develado el horror de las fosas de Tetelcingo.
“Cómo es posible que de ese horror, del horror del gobierno cometiendo crímenes, del horror del gobierno de Graco Ramírez haciendo fosas clandestinas y desapareciendo cuerpos, no hay ningún procesado pero sí se persigue al rector que lo denunció. Por eso digo que mientras el Poder Judicial esté dependiendo del Ejecutivo, la persecución no será del crimen, sino de los defensores de derechos humanos”, lamenta.
Y a todo esto se le suma “la Ley de Seguridad Interior que viene a avalar el estado de excepción, lo que desaparece nuestros derechos. De juris tenemos derechos pero de facto no. Pueden hacer lo que sea, matarnos, desaparecernos, llevarse a nuestras hijas, y el Estado no hace nada. Por eso creamos el Movimiento por la Paz, para devolvernos nuestros derechos, por eso se crearon dos leyes, la de víctimas y la de desaparición, surgidas apenas para devolvernos nuestros derechos”.
Pero las condiciones y el diagnóstico son peores que hace siete años. Porque “Calderón cometió dos estupideces. Su estrategia estúpida obligó a los capos a armarse, al sacar al Ejército, y luego hizo otra cosa estúpida: descabezar a los grandes cárteles, y lo que quedó son decenas de células del crimen. Con eso no se puede pactar, esos no son empresarios, esos son hijos de la chingada. ¿Con quién dialogas de ese sector, si no tienen rostro?”.
–¿El crimen organizado infiltró al Estado y lo convirtió en criminal?
Ríe por la pregunta, mientras enciende el enésimo cigarro.
–A veces, viendo las fosas de Tetelcingo y las de Los Zetas, viendo la corrupción del Estado, a veces me pregunto si es el crimen organizado el que penetró al Estado o si es el Estado el que terminó penetrando al crimen organizado… porque éste es un Estado criminal. Sólo podemos acabar con esto si aplicamos la justicia, cero impunidad.
Pero contrario a la posibilidad de hacer un pacto nacional, de crear un nuevo país, lo que se ha creado es “un pacto de impunidad entre políticos”.
“Ahí los tenemos a todos, todos acusándose: a ver quién es más corrupto, a ver quién es más corrupto que el otro, pero ninguno está en la cárcel. Se avientan el lodo que cada uno tiene en sus filas. Por eso, antes de pensar en la reconciliación, debemos pensar en la paz, pero en la paz como fruto de la justicia, y esa justicia debe traducirse en cero impunidad.”
Reflexiona entonces sobre la caducidad del sistema capitalista, “tenemos que aceptar que el sistema basado en el dinero ya no funciona. Este pacto no tiene que ver con el dinero, tiene que ver con la persona, con la gente. Tenemos que hablar de límites, de fortalecimiento de las regiones, tenemos que plantearnos desde otra lógica económica, pero primero reconociendo que el sistema se desfondó”.
Porque, aunque el proceso económico parece irreversible, “hay algo que la globalización destruyó, por eso está el Brexit, por eso los catalanes. Tenemos que cambiar y poner límites. Si queremos parar a Trump, tenemos que volver a los límites. Hay que pensar en el decrecimiento y en el fortalecimiento de las vidas comunes y la interdependencia, pero para ayudar a los más pobres”.
–¿Convocar a un nuevo diálogo, entonces?
–Deberíamos hacerlo, pero no sé si existen las condiciones. El próximo gobierno deberá asumir la deuda de Estado con las víctimas. Los desaparecidos de Calderón, que son muchos, los desaparecidos del 68, los debe asumir el gobierno en turno. Enrique Peña Nieto los debe asumir. Quien suba al poder debe asumir esa deuda.
“Primero debe haber paz con justicia y dignidad, y luego la reconciliación Pero esa construcción de la paz no puede ser de partidos, de grupos, debe ser un pacto entre la nación. No un pacto entre partidos o entre políticos profesionales; es un pacto que debemos hacer todos: sindicatos, estudiantes, defensores de derechos humanos, todos.”
–¿Hay tiempo para el pacto?
–Ese es el problema. No hemos podido impulsar ese pacto y ya tenemos encima las elecciones en medio de la violencia y la muerte. Pero si no lo hacemos, si no lo concretamos, quien suba al poder va a administrar el infierno, uno peor del que vivimos ahora.
Esta entrevista se publicó el 1 de abril de 2018 en la edición 2161 de la revista Proceso.