La mitad de los mexicanos que nacen pobres, lo serán toda su vida: OCDE

viernes, 15 de junio de 2018 · 11:43
CIUDAD DE MÉXICO (apro).—La pobreza en México es un asunto intergeneracional, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE)- De acuerdo con su más reciente reporte titulado ¿Un ascensor social roto?: Cómo promover la movilidad social en México, el 48% de las personas cuyos padres se encontraban en la posición más pobre de la población, terminan su vida en la pobreza, o sea, en el último quintil socioeconómico. Sólo el 4% alcanza al 20% de la población con mayores ingresos. Para ponerlo en perspectiva, en el promedio de los países de la OCDE, la proporción de hijos de padres ubicados en el 25% más bajo de la distribución de ingresos que permanece en ese grupo, es del 31%; mientras que el 17% llega al cuarto de la población con mayores ingresos, es decir, hay mayor movilidad socioeconómica. Según el organismo internacional, los altos niveles de pobreza e informalidad, las bajas tasas de participación femenina en el mercado laboral, la insuficiente calidad educativa en las áreas menos favorecidas y la exclusión financiera, juegan un papel importante para entender el bajo nivel de movilidad social en México. “Los mexicanos tienen menos oportunidades de pasar del 20% inferior de la distribución del ingreso, a la parte media de la misma, en comparación con Brasil, China, Indonesia y Sudáfrica, lo que indica una mayor persistencia en los niveles de ingreso más bajos. Al mismo tiempo en México, los riesgos de caer al quintil más alto de ingresos a niveles medios de ingreso, son bajos”, explicó el documento. La OCDE destacó que se han logrado avances en cuanto a educación, vivienda, atención médica, así como también la implementación de programas para reducir la pobreza (como Progresa, Oportunidades y Prospera) y una reforma fiscal. Sin embargo, destacó, la desigualdad de ingresos y las brechas de género siguen siendo altas y han aumentado en todos los estados y todos lo sectores. Al mismo tiempo, existe una falta sustancial de correspondencia entre la oferta y la demanda de habilidades. “Los jóvenes en México, a menudo no pueden hacer uso de sus habilidades en el mercado laboral, una vez que abandonan el sistema educativo”. Brechas de desigualdad, problema global México no es el único país en cuanto a movilidad socioeconómica: La OCDE acotó que como la desigualdad en los ingresos aumentó desde los años noventa, la movilidad social se estancó. Eso significa que menos gente en la parte inferior de la pirámide social ha podido ascender mientras los más ricos han mantenido sus grandes fortunas, “lo que tiene graves consecuencias sociales, económicas y políticas”. “Considerando los actuales niveles de desigualdad y la movilidad intergeneracional de los ingresos, el niño de una familia pobre necesitaría por lo menos cinco generaciones para alcanzar un nivel medio de ingresos, en promedio en los países de la OCDE”, precisó el documento. Esto varía desde solo dos a tres generaciones en los países nórdicos a nueve o más generaciones en algunas economías emergentes. En este contexto, los países necesitan instituir políticas que brinden a todos la oportunidad de tener éxito. En otras palabras, es necesario aumentar las inversiones en las políticas para educación -sobre todo a temprana edad-, a la salud y a la familia los que crearían condiciones más justas para los niños desfavorecidos y moderaría el impacto de las privaciones financieras en el futuro. Asimismo, es preciso acceder a viviendas asequibles de buena calidad y transporte, así como una mejor planeación urbana también contribuirían a reducir las divisiones regionales y las concentraciones de hogares desfavorecidos en las ciudades. La OCDE recomendó reducir la evasión de impuestos sobre herencias y donaciones, y diseñar sistemas tributarios progresivos con tasas adecuadas y exenciones reducidas que mejorarían la movilidad social. También invitó a los países miembros a fortalecer las medidas de protección social y los programas de capacitación, así como vincular los derechos de protección social con los individuos, no con los empleos, lo que ayudaría a las personas -sobre todo a quienes ganan poco- a sobrellevar la pérdida de su trabajo.

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