María Secco: 'mi amor por la cinefotografía”
Nacida en la capital de la República Oriental de Uruguay, la cinefotógrafa María Secco dio el cambalache de su existencia al llegar a nuestro país, abandonando su juvenil ilusión de ser diseñadora industrial tras ser aceptada en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). Entrevistada durante el VIII Festival Internacional de Cine de Los Cabos, ella revela cómo México cristalizó sus sueños con la profesión que ama, detrás de la lente.
LOS CABOS, BCS.- En México, María Secco es una de las cinefotógrafas más activas. ¡No para! Premio Ariel por La jaula de oro, de Diego Quemada-Diez, ella ha laborado en más de 25 filmes de ficción y documental, por lo cual destaca regocijada:
“Me siento afortunada de haber trabajado en todas esas películas. Para mí era un sueño ser directora de fotografía en el cine. Me siento dichosa y espero continuar…”, relata en estrevista la uruguaya-mexicana, quien el pasado 16 de este mes participó en la charla Miradas extraordinarias durante la octava edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, Baja California Sur, con las reconocidas Ashley Connor (Estados Unidos) y Agnès Godard (Francia), moderada por la crítica Fernanda Solórzano.
Secco, nacida en Montevideo hacia 1976, comparte que cada proyecto implica retos:
“Primero es qué es lo que se va a contar. Y segundo, cómo crearlo para que aporte más a la historia.”
Entre los largometrajes que ha elaborado se encuentran Gasolina, Las marimbas del infierno, Polvo y Te prometo anarquía, de Julio Hernández Cordón; Club sandwich, de Fernando Eimbcke; La demora, de Rodrigo Plá; La libertad del diablo, de Everardo González; Minotauro, de Nicolás Pereda, y Restos de viento, de Jimena Montemayor, entre otros.
México, el imán
–¿Qué directores o directoras de cine han influido en su carrera?
–Conocí en un taller a Agnès Godard (quien a su vez colaboró mucho tiempo con la cineasta Claire Denis y Agnès Varda) en un taller. La verdad fue un honor haber estado con ellas en la mesa Miradas extraordinarias. ¡Son maestras!...
Rememora que en la República Oriental de Uruguay empezó a interesarse por el cine, sin pensar que formaría parte vital de la comunidad dedicada al Séptimo Arte:
“Estudiaba diseño industrial y en las noches empecé un curso: era técnico audiovisual. Ahí un maestro, Gonzalo Varela, quien había regresado de México, nos hablaba mucho de una escuela de cine junto a unos estudios de cine, que después supe era el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), y los Estudios Churubusco. Nos comentaba cosas muy bonitas de México… En ese tiempo no había tanto Internet, no era tan accesible la información y además siempre me había sentido atraída por México, su arte, su fuerza y su historia prehispánica.
“Entonces me interesó bastante la escuela. Un primo vivía acá y bueno, empecé la comunicación con el CCC a través del teléfono, vine a realizar el examen, y me quedé.”
Fue una decisión muy aventurera, reconoce. A la larga, fructífera y amorosa:
“Cuando realicé el examen de ingreso en el CCC, me preguntaron qué área quería escoger; aunque no había que decidir en ese momento, sino en el transcurso de la carrera. Yo pensaba ser diseñadora de arte porque sabía de diseño, me parecía lo más lógico. Y entonces me tocó fotografiar los primeros ejercicios: disfruté bastante, me gustó ese lenguaje, me sentí muy cómoda, me quedaba con ganas de trabajar más. Entendía muy bien las reglas. Disfrutaba mucho lo que sucedía frente a la cámara. Y ahí pensé: ‘Ojalá y pueda dedicarme a esto toda la vida’.”
–¿Cómo le llegó la oportunidad de fotografíar una cinta?
–En el CCC seguido fotografiaba documentales y ficciones, eran cosas estudiantiles; con mi compañero de clase Julio Hernández Cordón, antes de finalizar la escuela, creamos la pelíula Gasolina (2008). Todos la realizamos con muy bajo presupuesto y muchos préstamos. Recibimos de Guatemala mucha ayuda para terminarla, y fue mi primer largometraje, al cual le fue muy bien.
Desde ahí, una cosa derivó a la otra...
Transformaciones y renovaciones
Para Secco, en cada propuesta fílmica cambia la forma de elaborar la fotografía:
“Dos cosas he pensado. Por un lado, una se va transformando con las experiencias, por lo cual cambian las circunstancias. Se modifica lo que uno aprendió. Entonces se ven con otros ojos cada momento que pasa. Por el otro lado, cada historia que vas a narrar viene con su manera de contarse y con su manera de verse, con sus circunstancias también; todo eso te delimita, obviamente acompañados de su director o directora, y eso va generando un lenguaje, una manera de laborar. Es un poco la sumatoria de todo lo que hace, que no se repita nuestro trabajo.”
–¿La tecnología ha beneficiado a la fotografía cinematográfica?
–Creo que nos ha beneficiado. Recuerdo que cuando entré al CCC era muy difícil levantar un largometraje. A veces pasaban siete años, incluso hasta diez con un guion tratando de filmarlo. La generación de los Pokemones, con Rubén Imaz, efectuaron como una tesis para el CCC, y surgió Familia tortuga (2006). Eso no había sucedido antes, que para una tesis se pudiera levantar un largometraje.
“Al año siguiente nosotros creamos Gasolina. Creo que se volvió más accesible filmar, desarrollarte como director y fotógrafo, en fin, sín esas estructuras tan grandes y esos presupuestos enormes. Se volvió algo más democrático. Las cámaras cada vez son más sensibles, las luces se pueden conectar a las casas, ya no se necesiten las plantas.”
A Secco le gusta erigir ficción y documental:
“Me encantan ambos formatos cinematográficos. Más bien busco que me apasione la historia; pero me acomodo y me agradan los dos. No tengo un favorito.”
Resalta que ya existen más directoras de foto para la pantalla grande (“bueno, yo formo parte de Apertura, una asociación de cinefotógrafas, además me ha tocado dar clase en el CCC y otras escuelas, y muchas cinefotógrafas se están recibiendo y otro número importante estudia, ¡y son muy, muy buenas!”).
Frágil futuro
El 30 de noviembre del 2017, Alfredo Altamirano y Sandra De Silva, cinefotógrafos, organizaron la plática La mujer cinefotógrafa en la industria cinematográfica, apoyados por la sociedad AMC, la Fundación Sebastián, HDlabs, CTT, ICFC y Fleuriel.
Después, las cinefotógrafas del pánel Celiana Cárdenas, Gabriela Reyes Fuchs, Sandra De Silva De La Torre, Diana Garay, María Sarasvati Herrera y Veronique Decroux se unieron para fundar Apertura, Asociación Civil. Su finalidad es difundir el trabajo de mexicanas y extranjeras cuya carrera se desarrolla en México. Al mismo tiempo impulsa la educación en la cinefotografía impartiendo talleres, master clases y platicas.
–¿Qué percibe en la actual fotografía cinematografica de México?
–La cinefotografía mexicana es muy valorada en el mundo. Me he encontrado con directores de fotografía de diferentes partes del mundo en algunos talleres, y me doy cuenta que la aprecian mucho, incluso, la estudian. Creo que es la misma fuerza que posee México en el arte, lo que me llamaba la atención. Esa fuerza visual está en la fotografía de México.
Secco destaca que cada vez más le gusta contar historias “con imágenes y emprender películas diferentes”.
Se preocupa que existiendo tanta producción de filmes, de los cuales un sinnúmero no llegan a la distribución y exhibición:
“Es frustrante. Se cuentan diferentes puntos de vista en una cantidad de películas. Hay bastante libertad en las formas y narraciones, pero no todas las cintas se ven. Ahí hay una falla. Se construye una cantidad de riqueza cultural que a la vez es trasformadora y puede sanar, también es una reflexión sobre nosotros, sobre México, y se está perdiendo porque no llega a verse.
“E igual me inquieta este periodo de desarrollo tecnológico, se puede filmar, pero es complicado salvagurdar las cintas. En diez años no se van a poder leer esos formatos en los que están guardados. Son formatos digitales que cambian cada año. Y es preciso guardarlas, porque son muy valiosas: cuentan una época, se ofrecen diferentes puntos de vista de lo que pasó o lo que está pasando, ¡y se pueden perder!... No hay la copia en 35 milímetros como antes.”
Por primera vez, surge una mueca desencantada:
“¡No vamos a poseer memoria fílmica!"
Este texto se publicó el 17 de noviembre de 2019 en la edición 2246 de la revista Proceso