Las personas 'que sirven de tapadera al crimen organizado” son el mayor riesgo para el periodismo: Villoro
COLIMA, Col. (apro).- Enfático, el escritor y periodista Juan Villoro advierte que las personas “que sirven de tapadera al crimen organizado” constituyen el mayor riesgo para el periodismo mexicano.
Además, destaca aciertos en la cobertura informativa de la violencia al centrar la atención en las víctimas y no en los perpetradores, también hace notar las serias dificultades que padecen los medios independientes en la lucha por su permanencia, y cuestiona las descalificaciones públicas que ha hecho el presidente Andrés Manuel López Obrador contra medios críticos de su gobierno.
Por una parte, el narrador y guionista cinematográfico reivindica la crónica como “el género que mejor combina la información con la emoción… lo que estimula a actuar”, y por la otra ubica como un gran reto del periodismo mexicano “presentar información veraz, confiable y verificable”, aunque “no a todo mundo le gustan las verdades, porque algunas son incómodas”.
Autor de obras como ‘El Testigo’, novela con la que ganó en 2004 el premio Herralde, Villoro visitó esta ciudad para ofrecer el ciclo de conferencias “Mente y escritura”, invitado por Puertabierta Editores, la Secretaría de Cultura del gobierno del estado y la Universidad de Colima.
En entrevista con Apro, el también cronista indica que en muchas ocasiones los periodistas se colocan en peligro al cumplir labores que corresponden al Ministerio Público, porque éste “no se da abasto o no se quiere dar abasto para esclarecer crímenes o incluso para encontrar los restos de personas”, por lo que “muchas de las fosas comunes en México han sido halladas por los parientes de las víctimas o por periodistas”.
A juicio de Villoro, la principal amenaza para el periodismo proviene de personas que aparentemente son respetables y honorables, pero tienen contactos con el crimen organizado, por lo que son quienes tienen más que perder cuando se hace una investigación y se advierte que se lava dinero en un hotel o en un restaurant.
“Entonces las personas que sirven de tapadera, que son cómplices del crimen organizado, son las que están más atentas a la posibilidad de ser descubiertas o delatadas por los periodistas, y pertenecen a todos los bandos de gobierno: al Ejército, a la policía, a las empresas, y ahí es donde está el mayor riesgo para los periodistas”.
Ganador en 2010 del Premio Rey de España por su crónica "La Alfombra Roja, el imperio del narcotráfico", Juan Villoro expone que en algunos casos como el del periodista Javier Valdez, aparentemente alguien de una banda delictiva cometió en forma directa un asesinato, pero muchos de los otros periodistas que han muerto, más bien han sido víctimas de la complicidad del gobierno y la economía formal con el crimen.
“La única manera de tener una sociedad más segura para los periodistas –sostiene– es que el gobierno se investigue a sí mismo, que se investiguen los flujos de dinero, el lavado, y que la justicia actúe antes que los periodistas, es decir, que los periodistas se conviertan en testigos y no en agentes del Ministerio Público”.
—¿Cuál ha sido el aprendizaje del periodismo mexicano en la cobertura de la violencia?
—El principal acierto ha sido no cerrar los ojos en una situación terrible. El hecho de que los periodistas hayan sido colocados por la organización Reporteros sin Fronteras como los más amenazados a nivel mundial para ejercer su oficio, realmente puso en entredicho la profesión misma. Personas como Regina Martínez, Javier Valdez, Miroslava Breach y tantos otros periodistas que han perdido la vida, se atrevieron a abrir los ojos en circunstancias muy adversas. Entonces, si algo se puede destacar del periodismo mexicano es su capacidad de resistencia.
“Por otra parte, creo que también ha habido una progresiva comprensión del fenómeno, y podemos ver en forma muy interesante un viraje en donde se ha puesto el acento cada vez más en las víctimas y no en los protagonistas de la violencia. En Colombia, cuando había un gran problema para cubrir noticias se creó el famoso Acuerdo de Discreción. El nombre despista un poco porque podría parecer un acuerdo de autocensura, de no decirlo todo, de ser más discretos, pero en realidad se trata de un acuerdo para cubrir de una manera ética las noticias”.
El escritor recuerda que una de las principales conclusiones de ese acuerdo fue que no se trata de que el periodismo sea una simple caja de resonancia para el crimen organizado, porque éste cuenta con el efecto de golpear dos veces: primero en el mundo de los hechos y después en la representación noticiosa de los hechos, de tal manera que al propagar el miedo tiene una injerencia mayor en la sociedad.
Ante esto, añade, los periodistas colombianos decidieron algo que también han estado haciendo muchos periodistas mexicanos, que es “centrar la información en las víctimas de la violencia y no en los perpetradores; la verdadera noticia no es la sangre, sino la vida que se pierde con la sangre. En ese sentido, libros como los de Marcela Turati, ‘Fuego Cruzado’, y de Javier Valdez, ‘Huérfanos del narco’, nos hablan de los huecos, de los vacíos que deja una vida que se va a causa de la violencia. Creo que eso también ha sido un aprendizaje importante”.
Y una tercera lección que Villoro ha visto en el trabajo de los periodistas mexicanos es que “han entendido mucho más pronto que el gobierno que estamos ante un problema multifactorial: no se puede resolver el tema del narcotráfico exclusivamente con una estrategia militar. La estrategia militar, como forma única, ha demostrado que toda bala es una bala perdida, no puedes recuperar tejido social a través de esto, no puedes transmitir valores, no puedes ofrecer alternativas de empleo, etcétera. Y el periodismo ha demostrado que hay muchos elementos que están influyendo en esto”.
Entrevistado en un espacio del Museo de la Escultura Sebastián, ubicado en el municipio de Comala, el también autor del libro ‘Dios es redondo’ comenta que la gente no opta por ser sicario porque un espíritu maligno o diabólico la haya invadido, sino porque es lo mejor que tiene y, en un sentido muy pragmático, pertenecer al crimen organizado da dinero rápido, valores compartidos, códigos de pertenencia, cierto prestigio social e incluso la excitación del peligro puede ser un aliciente.
“Para que la gente no entre a esto, debe tener alguna alternativa educativa, laboral, deportiva, religiosa o una mezcla de éstas, y eso no se ha construido. Entonces creo que es muy importante entender, como lo hizo Colombia, que hay que promover cultura y educación en los sitios más deprimidos, crear fuentes de trabajo, y los periodistas lo han estado señalando una y otra vez, de modo que yo creo que el periodismo se ha adelantado a la solución de los problemas. Desgraciadamente sigue habiendo muertes y la situación no está resuelta”.
—Javier Valdez decía que en México el periodismo crítico no tiene sociedad civil que lo respalde, ¿qué piensa usted?
—La revista Ríodoce, donde él publicaba, y otros espacios, son leídos y valorados, pero por una minoría de lectores. En efecto, el periodista no ha tenido una base social que pueda respaldarlo y quizá no nos hemos dado cuenta de lo importante que es tener noticias verdaderas. En la medida que crecen las llamadas fakenews --la distorsión de noticias a través de las redes sociales--, cada vez se vuelve más importante la búsqueda de la verdad. En 2016 el diccionario Oxford eligió la palabra posverdad como la más importante del año en relación con la campaña a la presidencia de Estados Unidos. Y precisamente en tiempos de la posverdad, la verdad se vuelve más importante y la sociedad todavía no ha entendido eso. Tampoco ha entendido que no todos los medios son iguales.
“Desgraciadamente –añade– quedan muy pocos medios independientes en México. Proceso es claramente uno de ellos. El periodismo independiente como modelo de negocios está sufriendo mucho por el embate de los sitios gratuitos en internet, los periódicos que se regalan gratuitamente y los megaconsorcios, que tienen muchos negocios y el periódico es solamente como su órgano de propaganda, publicidad, relaciones públicas y tráfico de influencias, y no necesitan ganar con el periódico, incluso por razones de contabilidad a veces les conviene hasta que el periódico esté quebrado”.
Por lo anterior, apunta, vivir de un periódico independiente se está volviendo cada vez más difícil en México. “Debería ser una tarea de la sociedad defender espacios como Proceso, por ejemplo, que no están filtrados por un interés económico, sino que son espacios noticiosos de búsqueda de la verdad, pero aunque esto lo hemos dicho en muchos foros, no hemos podido hacer consciente a la gente de que se trata de algo urgente”.
Las personas, señala, entran a internet y buscan de manera indiscriminada noticias, pero no sienten la importancia de tener un medio con arbitraje, en el sentido de que lo que ahí se publica sea una verdad certificada, ni consideran importante respaldar a un periódico o a una revista que cumple con una función de independencia, que no está recibiendo subsidios oficiales ni responde a otros intereses económicos.
“Hay periódicos web que ofrecen la información gratuita y dicen que si el lector dona algo podrán seguir haciendo ese tipo de periodismo, pero no todos apoyan. Las redes cambiaron la idea del acceso a la información como algo necesariamente gratuito”.
—¿De qué manera podría lograrse que la sociedad valore los espacios periodísticos independientes?
—En la medida que los medios puedan demostrar su utilidad y que sigan cumpliendo la tarea de encontrar la verdad y presentarla en forma atractiva, que no todo mundo tiene estas herramientas, creo que la gente seguirá acudiendo a los medios. No podemos renunciar al hecho de contar historias reales, o sea, necesitamos soportar el peso de la realidad a través de historias que le den sentido. Por caótica, por herida que esté la realidad, es necesario que nosotros la ordenemos a través de una historia. Y eso es lo que cumple el periodismo de investigación, el reportaje, la crónica y los grandes medios. Ahí tenemos que apelar a nuestra capacidad de seducción y también entender que es otro cometido del periodista hacer una labor social a favor de su oficio.
“Me decía una muy buena periodista de investigación en México: de algún modo nos estamos convirtiendo en activistas, porque antes tú escribías tu artículo, lo entregabas y se publicaba. Ahora tienes que luchar para defender un medio y tratar de establecer una conciencia de la importancia de tener una noticia verdadera respecto a una posverdad o una falsa noticia. Entonces este trabajo de activistas yo creo también que es algo que nos corresponde en momentos de emergencia para el periodismo”.
Durante mucho tiempo, rememora Juan Villoro, los periodistas no podían vivir de su oficio, era algo que se hacía voluntariamente mientras se tenía otro trabajo, pero enseguida se fue profesionalizando el medio y “ahora estamos en una crisis profesional y yo creo que debemos también tratar de encontrar fórmulas y aceptar que el periodismo hoy en día implica una militancia, no en un sentido ideológico de defender una causa de partido o de Estado, sino en el sentido de defender una causa gremial, una causa en favor de un oficio, creo que eso es muy importante”.
Ejemplifica con el caso de la fundación de Proceso, que vino precedida del golpe a Excélsior en 1976, considerado el atentado más fuerte contra la libertad de expresión por parte del presidente Luis Echeverría. Y la historia de eso, escrita por Vicente Leñero, llamada precisamente ‘Los Periodistas’, “es una historia de lucha, es una historia de militancia, y yo creo que ese es el germen del periodismo, tienes no solamente que tratar de escribir bien, sino luchar para que eso se valore”.
—¿Una herramienta valiosa para atraer el interés de los lectores sería dar rostro humano a la realidad?
—A mí me gusta el género de la crónica porque es el que mejor combina la información con la emoción. Lo que tú dices del rostro humano es muy importante: en ocasiones las noticias son fuertes, pero nos dejan fríos. Se puede decir que murieron 250 mil personas en un tsunami en Asia y ante esto tú dices “pobre gente”, pero de ahí no pasas. Para que eso te toque emocionalmente necesitas trabarlo en una historia y convertir el suceso colectivo y público en un suceso individual y privado. Es decir, ponerte en la piel de una o varias personas que vivieron eso. Y eso es lo que hace la crónica. Permite que tú entres de manera emocional en una noticia que hasta antes de eso sólo era un dato informativo. Entonces la información se transforma en emoción y esto tiene un componente ético muy grande, porque te estimula a actuar. Cuando tú te emocionas dices: tengo que hacer algo.
—Se ha dicho que en los últimos años la crónica en Latinoamérica vive un auge similar al del “boom” de la novela en los años sesenta, ¿a qué se debe esto?
—Primero que nada, la realidad latinoamericana se presta mucho para la crónica. Si uno ve lo que pasa en Venezuela, lo que está pasando en Brasil, lo que pasa en México; las reacciones después del terremoto, las cosas buenas, malas, las luces, las sombras… es un continente que pide ser narrado. Luego hay una escuela fuerte ahora de periodistas que han tenido una doble educación como buenos lectores de literatura de ficción, pero también como muy buenos lectores de periódicos y de datos, y se ha dado un maridaje muy interesante entre recursos de la literatura y recursos del periodismo para hacer un tipo de crónica diferente.
“Sin embargo, a veces siento que estamos ante una paradoja, porque se celebra mucho la crónica, pero no siempre tienes un lugar donde publicarla, porque las revistas dicen: ‘no, pues tráeme algo más pequeño’. Hablaba yo con Martín Caparrós, cronista y escritor argentino, que acaba de estar en México haciendo crónicas de ciudades de América Latina. La primera que hizo fue sobre Caracas y se la querían cortar porque era muy extensa, pero un poco la situación política de Venezuela y otro la propia fuerza de la crónica, permitieron que publicara en veinte páginas de una revista, algo muy significativo, y yo creo que también tenemos que luchar para defender estos espacios de la información dilatada. La gente no necesariamente va a leer de inmediato esas crónicas, pero es algo que tú puedes tener, y si es en un suplemento en línea incluso hasta lo imprimes y te lo guardas para leerlo después”.
—Además de los factores de riesgo inherentes a la profesión, últimamente los periodistas mexicanos enfrentan al acoso cibernético de los seguidores del presidente Andrés Manuel López Obrador, quienes no toleran la menor crítica al mandatario. ¿Qué opina de esta situación?
—Es muy desagradable. No sé qué impacto pueden tener los linchamientos en red, pero ciertamente es lamentable que la gente piense que la suma de insultos prueba algo, en vez del intercambio de argumentos, y entonces se sataniza con demasiada facilidad a una persona que se atreve a dudar, a discrepar o incluso a equivocarse. Parte del trabajo del periodista es atreverse a estar equivocado y luego rectificar. No puedes saber de antemano cómo es la realidad. Tú la estás cubriendo a medida que sucede y si eres un articulista estás opinando, pero no necesariamente tienes razón antes de que ocurran los hechos. El derecho a la duda, a la enmienda, es uno de los derechos del periodista.
“Desgraciadamente ahora estas cargadas sistemáticas en contra de quien no piensa lo mismo, nos están llevando simple y sencillamente a una especie de tiranía digital. La única ventaja al respecto es que cada linchamiento es relevado unos cuantos minutos después por otro y no necesariamente repercuten en la opinión de la gente, pero sí son informaciones muy distorsionadas porque muchas veces no se opina sobre lo que alguien escribió, sino sobre lo que una persona dice que otra escribió, lo que genera un proceso de distorsión generalizado y eso es muy grave. A mí me parece que eso está enturbiando mucho la discusión. En lo personal no le doy importancia porque creo que la gente que busca argumentos no los puede encontrar en este avispero de encono y en la jauría del odio”.
—¿Y qué le han parecido las descalificaciones del propio presidente López Obrador a algunos medios críticos, Proceso y Reforma entre ellos?
—Un jefe de Estado debe estar por encima de la discusión de medios y, le guste o no le guste, no tiene por qué estar opinando directamente de un artículo o de un medio, ya sea para aprobarlo o descalificarlo. Forma parte del deterioro de la discusión pública que la gente que ha sido electa por la mayoría niegue los derechos de una minoría. Creo que uno de los grandes compromisos de la democracia es defender las opiniones minoritarias, y por definición la prensa nunca es una opinión mayoritaria, la prensa no es la opinión de todo mundo, es una opinión calificada que pretende ofrecer argumentos e ideas. La tarea de los gobernantes es preservar los derechos de quienes tienen ideas diferentes y no opinar, incluso cuando tengan mucha razón para hacerlo o cuando tengan mucho enojo.
—¿Cómo resume usted los principales retos del periodismo mexicano en la actualidad?
—Retos hay muchísimos. Todo periodista tiene retos de calidad y los grandes retos del periodismo mexicano tienen que ver con la información veraz, que pueda ser comprobada. La diferencia entre ficción y no ficción no es la diferencia entre la mentira y la verdad, porque la ficción puede ser una forma imaginaria de la verdad que repercute en el mundo de los hechos. La gran diferencia es entre lo verificable y lo inverificable, y yo creo que el gran reto del periodismo mexicano es presentar información confiable y verificable.
“No todos los periodistas ni todos los medios lo hacen, pero en la medida en que esto avance, la gente podrá darse cuenta de que hay espacios que le dan un acercamiento superior a la verdad que otros. Eso es lo que ha definido al periodismo desde siempre: la búsqueda de la verdad, y no a todo mundo le gustan las verdades, porque algunas son incómodas, pero como dijo Antonio Gramsci: ‘la verdad es siempre revolucionaria’, porque es lo que existe en nuestro contacto con la realidad”.