Estadística y covid-19
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuando la pandemia termine y con el transcurrir de los años, los historiadores podrán evaluar en qué medida tuvimos éxito o fracasamos cuando enfrentamos la emergencia por SARS-CoV-2, y muy probablemente lo harán apoyándose en los datos estadísticos y sus múltiples interpretaciones.
En ese contexto es importante retomar las palabras de August Ludwig von Schlözer, fundador de la estadística moderna, quien señaló que “la estadística es la historia en reposo, la historia es la estadística en movimiento”, porque al finalizar la emergencia y podamos hacer un balance sobre lo que hemos enfrentado, debemos tener claro que para enfrentar el porvenir será indispensable contar con herramientas que nos ayuden a resolver problemas en movimiento como lo son el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, que serán tan complejos como los que hoy estamos experimentando.
Todos esperamos que en un futuro inmediato las ciencias médicas y de la salud nos permitan clínicamente atender de manera más efectiva esta enfermedad. Sin embargo, no podemos esperar más tiempo para desarrollar los instrumentos que nos permitan mejorar nuestras políticas públicas en materia de salud y ambiental; para avanzar en esta ruta, debemos señalar que esto no será algo sencillo de resolver y tenemos que estar abiertos al debate público de las ideas.
En las últimas semanas, en México y el mundo, los ciudadanos hemos sido testigos de amplios y profundos debates sobre el manejo de los datos estadísticos que las autoridades sanitarias están haciendo para dar cuenta del comportamiento del virus SARS-CoV-2. En nuestro país, desde mi punto de vista, esta discusión no debe verse como una confrontación entre dos sectores antagónicos y hay que entenderla como parte de la vida de cualquier sociedad democrática. Pese a lo que podríamos pensar, el debate sobre el manejo, uso e interpretación de los datos estadísticos no es algo nuevo en nuestro país y éste se ha dado en distintos momentos de nuestra historia.
Para contextualizar lo expuesto en el párrafo anterior hay que señalar que la palabra estadística tiene su origen en Alemania durante los siglos XVIII y XIX, desde entonces los trabajos de estadística adoptaron una tradición aristotélica que pretendía dar una perspectiva global del Estado. Durante el mismo periodo, en Inglaterra, se desarrolló otro enfoque: la aritmética política, corriente que privilegió las estimaciones que tenían usos directos como las tablas de mortalidad o las dinámicas poblacionales de las provincias; se trataba de métodos de aplicación práctica para resolver problemas concretos. Sin lugar a dudas, el modelo de estadística francesa que se desarrolló durante el siglo XIX es un caso paradigmático para la historia de la estadística oficial, ya que aportó las bases para establecer lo que hoy conocemos como oficinas de estadística general; que años más tarde fueron adoptadas en distintos países.
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Con el transcurrir del tiempo, la confiabilidad en la producción de datos estadísticos fue quedando en el dominio de dos formas de autoridad bien diferenciada: las instituciones académicas o científicas y el Estado. En distintas etapas históricas y latitudes, se han establecido diferentes niveles de interacción entre ambas instancias, así como tradiciones estadísticas particulares que se han estandarizando en la actualidad, lo que no implica que sigan existiendo desacuerdos importantes.
En México, una de las primeras discusiones sobre el manejo de los datos estadísticos y su interpretación se dio a finales del siglo XVIII cuando, por orden de la casa de Borbón, el virrey Juan Vicente Güemes Pacheco y Patilla, mejor conocido como el Conde de Revillagigedo, llevó a cabo el primer Censo de la Nueva España. En aquellos años, el trabajo de recopilación de datos inició en 1790 y concluyó en 1791; el censo se realizó con el objetivo de normar actividades agrícolas, mineras, industriales y comerciales y tenía como propósito ser una guía para desarrollar una serie de políticas que permitieran resolver diversos problemas sociales.
En aquel periodo, los datos presentados por la administración novohispana no estuvieron exentos de críticas por parte de algunas autoridades políticas y científicas de la época. Entre los sabios que pusieron en duda los resultados censales se encontraba José Antonio Alzate, quien expuso por escrito algunas de sus inconsistencias. Años más tarde, el Barón de Humboldt, apoyándose en el trabajo de Alzate y en sus propias observaciones, también señaló algunos supuestos errores en los cálculos registrados en el censo, lo que terminó por desacreditar el ejercicio de la administración del virrey de Revillagigedo.
Actualmente, la disciplina estadística denota distintas acepciones, pero todas se relacionan de alguna manera con el manejo de datos matemáticos. En este sentido, aunque la estadística forme parte de las currículas de los distintos niveles educativos en todo el mundo, existen diferencias dependiendo del área del conocimiento o el interés de lo que se intenta explicar. Hoy en día, la estadística y sus datos son una herramienta de uso común para académicos de diversas áreas y para los gobiernos, quienes la utilizan para proyectar o valorar ciertos escenarios sobre los cuales trabajar, como lo es la actual pandemia por SARS-CoV-2.
La estadística y la manera en que genera sus datos han variado de manera significativa a lo largo del tiempo, muchas veces en sintonía con las innovaciones verificadas en diferentes áreas del conocimiento. Aunque en la actualidad los departamentos nacionales de estadística sean comunes en la mayoría de los países y sus instrumentos estén cada vez más estandarizados a escala global, se siguen generando controversias y debates sobre la certeza de los datos que arrojan. Por ejemplo, en julio de 2016 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) señaló de manera pública que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) había incumplido un acuerdo de colaboración, entre ambas dependencias, para la medición de la pobreza en México. Aquel año el Coneval señaló que la decisión que tomó el Inegi de modificar una de las variables para medir la pobreza, provocaría una ruptura en el desarrollo histórico de las mediciones presentadas desde 2008.
La crítica de Alzate y Humboldt al censo del virrey de Revillagigedo, a finales del siglo XVIII, y el debate sobre cómo medir la pobreza entre el Coneval y el Inegi, en pleno siglo XXI, son algunos ejemplos que nos permiten demostrar que históricamente los datos estadísticos han estado sujetos a la crítica razonada y legítima. Lo que no debe ser válido, para nosotros como ciudadanos, es suponer que los actores involucrados en los debates sobre el uso y manejo de los datos estadísticos, como actualmente es el número de ciudadanos infectados por el virus SARS-CoV-2, parten de intereses aviesos que pretenden manipular los datos para beneficiarse políticamente, porque de ser el caso las opiniones de todos los involucrados en el debate serían ilegítimas.
Debemos señalar que los datos de estadística epidemiológica que las autoridades del sector salud están utilizando actualmente, y en el que apoyan la toma de decisiones para enfrentar la pandemia, serán evaluados favorablemente o no por la ciudadanía, dependiendo de los resultados que se den al finalizar la emergencia sanitaria. Debemos considerar que al concluir la emergencia sanitaria se debe dar un amplio debate que nos permita estandarizar el modelo o los modelos para generar datos confiables para todos en lo venidero. Hay que señalar que el conocimiento científico está sujeto a ajustes y correcciones, por tal motivo nuestra obligación es preparar los instrumentos que nos permitan enfrentar en el futuro, de mejor manera, las posibles epidemias o pandemias que de manera paralela a otros problemas como la pobreza o los ambientales, seguirán siendo parte de la era del antropoceno y la gran aceleración.
El autor de investigador de la coordinación de Humanidades-UNAM