Voces de la Pandemia | Las pruebas de laboratorio que se escamotean
Una fotorreportera ofrece su testimonio a "Voces de la pandemia" para los lectores de Proceso. Habla de la situación de su padre, un anciano contagiado de coronavirus que no recibe la atención adecuada
BROWARD, Florida (proceso).- Como corresponsal de guerra y fotoperiodista durante unas tres décadas, cubriendo levantamientos y conflictos armados, nunca había visto una situación tan preocupante y devastadora mundialmente como la de esta guerra pandémica que me ha tocado vivir en lo más personal.
El lunes 13 mi padre, de 89 años, fue diagnosticado con covid-19. Actualmente está internado en completo aislamiento y sin la atención necesaria.
La capacidad del hospital en el que se encuentra está rebasada: enfermeras que atendían a dos pacientes cada una ahora se ven con la necesidad de atender a seis u ocho, al grado que han tratado incluso de transferir a mi padre a otra institución. Necesitan trasladar a los pacientes lo antes posible debido a la gran demanda y a que son pocos los lugares adaptados para atender a enfermos de covid-19.
A la fecha no hay otra institución que reciba a mi padre –incluso si llega a mejorar su situación– para darle los cuidados que necesita, a raíz de que también se encuentra en recuperación de una operación de cadera que se le practicó el pasado 31 de enero. Requiere cuidados especiales y rehabilitación, se encuentra débil, sin poder pararse por sí mismo y ningún lugar de transición hospitalaria o rehabilitación está dispuesta a recibir a pacientes con covid-19. No han adaptado su infraestructura y recursos para ello.
Aproximadamente 15 días antes de la fecha de su ingreso, a mi padre se le negó la prueba de detección del covid-19 con el argumento de que sólo presentaba fiebre baja y tos. Eso me dijeron médicos que consultamos en centros de salud y hospitales. Únicamente si presentaba dificultad para respirar y fiebre alta podía llevarlo a una sala de emergencia.