Voces de la pandemia | Vivir con miedo

miércoles, 29 de julio de 2020 · 07:29
Gabriela es terapeuta emocional. Desde que empezó la pandemia de covid el número de sus consultas –ahora en línea– se ha disparado. Sus pacientes presentan síntomas constantes: ansiedad, angustia, depresión y sobre todo miedo: a contagiarse o infectar a los demás, a quedarse sin empleo, a perder a un ser querido, a morir en completa soledad... CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En los cuatro años que llevo como terapeuta emocional he atendido a muchas personas con ansiedad provocada por la inseguridad, los secuestros y los asaltos en el país. Pero nada como ahora. En lo que va de la pandemia he tratado a muchas personas con ansiedad y violencia provocada por el miedo a contagiarse de covid-19 o a morir sin poder ver a su familia. Tienen miedo a morir solas. Varios de mis pacientes han sufrido la pérdida de un familiar por este virus. También hay quienes no han pasado por este dolor, pero conocen a gente cercana que se contagió y ese hecho les genera miedo y ansiedad. Ahora ya en semáforo epidemiológico naranja, mucha gente tiene miedo a salir y volver a estar en contacto con otras personas pues no saben si están o estuvieron contagiadas y si las pueden infectar. Eso también les provoca ansiedad y temor. Varios lo mencionan: “Es que muchos no se cuidan, a muchos no les importa el virus”. Hace poco atendí a una mujer muy joven que vive desde hace cuatro años con su pareja y tuvieron violencia entre ellos. Él empezó a sentirse muy desesperado, ansioso, insatisfecho y estresado y volcó sus emociones con violencia hacia ella. En defensa, ella le contestaba con más agresiones e insultos. En esa violencia se reflejaba todo su miedo a ser contagiados, a perderse el uno al otro y a perder sus garantías como empleo y nivel de vida. Pensaban: “¿Y si te enfermas y te mueres?, ¿y si te tengo que llevar al hospital y ya no te veo?, ¿Y si nos quedamos sin trabajo?” Ella buscó y asistió a la terapia. Descubrimos que ambos estaban en un nivel de estrés muy alto, a pesar de que no cambiaron sus condiciones laborales ni salariales. Empezamos a analizar cómo había sido su vida y el trato que recibieron. Nos dimos cuenta que vienen de familias que impusieron violencia para mantener el orden. Así los educaron y aplicaron lo que aprendieron en su casa involuntariamente. Con ejercicios de análisis y reflexión, de diferenciar el buen y el mal trato, ella bajó su grado de violencia y le explicó a él. Pronto pudieron restablecer su comunicación, no al 100%, pero sí con un trato más cordial. Actuaron a tiempo, antes de que la violencia mandara a alguno al hospital. También atendí el caso de una chica cuya hermana mayor tuvo covid-19, pero no sabía y tampoco creía en la enfermedad. La visitó en su casa, donde estaban su esposo y sus hijos. A mediados de abril hubo una fiesta con pijamada en la familia. Mi paciente empezó a tener frío, dolor de estómago y articulaciones, náuseas. Hacía trabajo en casa y consultó por teléfono al doctor de su oficina. Éste le dijo que eran síntomas de covid-19. Al mismo tiempo, a su esposo lo mandaron a trabajar a Veracruz y se quedó sola. Experimentó mucho miedo a la muerte, a no ver a sus seres queridos. Tenía el sentido de indefensión y de que no podía hacer nada por estar contagiada. Pensaba que moriría. Su hermana le dijo que en su casa tenían síntomas, pero seguía negando la enfermedad. Mi paciente fue a farmacias de las Similares, por el miedo de ir a un hospital, que la ingresaran y que ya no viera de nuevo a su familia. Ahí también le dijeron que tenía covid. Eso se le juntó con un cuadro de ansiedad. El miedo tampoco la dejó ir a un laboratorio para hacerse una prueba. Como ya había tenido crisis de ansiedad antes, su familia le dijo que ésta era una más. Su miedo la llevó a dar instrucciones precisas a su familia de qué hacer con sus bienes si moría. Tuvo taquicardia, dolores en las articulaciones, inflamación de manos, dolores de cabeza intensos. Eso ya fue consecuencia de la ansiedad. En este caso lo que vimos fue que la confianza de mucha gente de no contagiarse o de que el virus no existe, los lleva a tener descuidos muy graves y eso puede afectar a los de alrededor. Ahora lo que estamos trabajando es el control de su ansiedad para que pueda comunicar a su familia el riesgo. Pero, lo más importante, para que ella vuelva a tener tranquilidad y confianza en sí misma y en la vida. Esta pandemia ha tocado profundamente la manera en que los mexicanos hacemos rituales alrededor de la muerte. Atendí a una persona cuya madre, ya grande de edad, murió por covid-19. La familia no pensaba que le pasaría eso porque la estuvieron cuidando mucho. No imaginan dónde se contagió, porque a nadie más de la familia le pasó. Ella empezó a sentirse mal, con insuficiencia respiratoria, la llevaron al hospital y no la volvieron a ver. Sólo les entregaron las cenizas. Todos entraron en conmoción. Tienen mucha tristeza por no haber podido verla, despedirse, ni hacerle un funeral. Lo que más les dolió fue pensar que hubiera muerto sola en el hospital. En la terapia lo que se maneja es que no mueren solos, sino acompañados –de otra manera– de las personas que los quieren. Debido a que tampoco se pueden hacer concentraciones de gente para velorios y rosarios, les hablamos de la ayuda que pueden dar la tecnología, las redes sociales, las videollamadas. También ahí se pueden hacer rituales virtuales de despedida. Así la familia puede tener acompañamiento en el duelo y hace más ligero su dolor. En la escuela donde estudio la maestría, por iniciativa de una maestra abrimos una línea telefónica de apoyo gratuito para la gente que quisiera contactarse con los psicólogos disponibles en el momento. Estuvimos dos meses, fuimos más de 60 psicólogos quienes quisimos participar. La llamada consistía, sobre todo, en ubicarlos en el aquí y en el ahora, en darles herramientas para que pudieran tener los máximos autocuidados y que se centraran en que no tenían la enfermedad, que no les estaba pasando nada, sino que era ansiedad. Fueron bastantes casos así. Lo que más me ha sorprendido en esta pandemia es que muchos jóvenes entre 25 y 32 años lo toman con mucha ligereza, no los veo con la conciencia de que pueden ser portadores sanos y contagiar a la gente cercana, a sus padres y sus abuelos. Siguen viviendo la vida como si no pasara nada. También me llamó mucho la atención esta ola de fiestas que la gente hizo diciendo: “Contagiémonos todos para hacernos inmunes”, cuando eso no está comprobado científicamente. Aún no sabemos cuánto más dure la pandemia. Y aunque en México no tenemos una educación sobre la salud mental, recomiendo a la gente que, si se siente mal, con angustia y tristeza, asista a terapia. Ahora hay muchas organizaciones dando terapia con algunas sesiones gratuitas. Ese es un buen camino para empezar. Es importante que validen sus emociones, que no piensen que no tienen importancia. Si tienen tristeza, miedo, angustia, soledad extrema, acudan a terapia psicológica. Hay que quitarse el prejuicio de que quien asiste a terapia está loco. Y si tienen miedo de salir, les queda lejos el consultorio o sus horarios laborales son muy complejos, la terapia en línea es una muy buena alternativa. Es efectiva y permite una buena comunicación consultante-terapeuta, además de que les ahorra tiempo, dinero y riesgo de contagio. *Especialista en manejo de emociones y psicoterapia corporal. Licenciada en educación preescolar. Cursa una maestría en psicología sistémica. Este texto se publicó en el número 2282 del semanario Proceso cuya edición digital puedes adquirir aquí. Te puede interesar: Voces de la pandemia | Tratar a mis pacientes como si fueran mi padre, mi madre o mis hermanos”

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