Guerra Sucia

Alicia de los Ríos: carta a su "jefita" y el encuentro con los perpetradores de la guerra sucia

Al llamar una vez más a romper el silencio, De los Ríos recordó que la edad avanzada de muchos de los perpetradores, puede ser un beneficio si deciden apoyar en la búsqueda de desaparecidos.
martes, 21 de septiembre de 2021 · 23:04

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En espera de la expedición del decreto por el que se conformará la Comisión de la Verdad para investigar los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la llamada “guerra sucia”, Alicia de los Ríos Merino alerta sobre las dificultades para “romper el pacto del silencio” que mantienen exfuncionarios de instituciones policiacas y castrenses dedicadas al exterminio de organizaciones armadas, dificultando la localización de cientos de víctimas de desapariciones forzadas durante ese periodo.

En una carta dedicada a su madre, con quien comparte nombre y apellido, detenida en enero de 1978 siendo integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S) y vista por última vez en instalaciones militares, Alicia de los Ríos narra el encuentro que tuvo con un exintegrante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), como parte de la denuncia penal por desaparición forzada que se mantiene abierta en la Fiscalía General de la República (FGR).

Entregada en cuerpo y alma a la búsqueda de su madre, Alicia es integrante del Comité de Madres de Desaparecidos Políticos de Chihuahua y Ciudad Juárez, organización que junto con otros 20 colectivos mantienen interlocución con el gobierno federal para la conformación de la Comisión de la Verdad.

Por lo pronto, en la misiva dirigida a su “Jefita” con motivo del que sería el 69 aniversario, a celebrarse el 22 de septiembre, Alicia hace un breve recuento de su intensa búsqueda y la denuncia por la desaparición forzada ante la desaparecida Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) en 2002, de las conversaciones con el general Luis Montiel López y el médico militar Juan Altamirano Pérez, ambos ya fallecidos, de quienes no sólo no obtuvo respuestas del paradero de su madre, sino que el segundo le contó que había atendido el parto de su madre en el penal de Santa Martha Acatitla, historia que, tras años de investigación como historiadora, confirmó como falsa.

En 22 de julio pasado, acompañada de abogados del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez (Centro Prodh), ante un agente del ministerio público federal, adscrito a la Coordinación General de Investigaciones, (CGI) -donde están los expedientes abiertos por la Femospp-, Alicia tuvo “una cita impostergable” con quien podría tener información sobre el destino final de su madre, un exfuncionario de la DFS. 

“Al poco tiempo de cuestionarlo, estalló defendiendo el honor de su institución, cuestionándonos los motivos por los cuales les considerábamos ‘los culpables de todo’. ¿Cómo no pensarlo?, le respondí, cuando produjeron millones de informes y firmas en donde comunicaron a sus superiores cuando detenían, interrogaban o ejecutaba a alguno de ustedes, Jefita. ¿Cómo no pensar que saben el paradero de los desaparecidos?”, dice Alicia en su carta.

En entrevista, la historiadora detalla el encuentro con el exagente de más de setenta años que llegó a las oficinas de la CGI acompañado de un abogado. El personaje formaba parte de la estructura de la DFS que era enlace con la Brigada Especial, en la que había integrantes de distintas corporaciones policiacas y militares.

“Fue un encuentro muy fuerte, pensado toda la vida, siempre anhelé encontrarme con mi mamá, pero también con los perpetradores; fue duró también porque estás escuchando al personaje y sabes que está diciendo mentiras, negando su participación en la contrainsurgencia; como parte denunciante podemos comprobar que lo que el señor dijo no es verdad, que estaba mucho más implicado de lo que aceptó”, advierte De los Ríos, al hablar del interrogatorio en el que estuvo presente, y que forma parte de una larga lista de ex funcionarios que ha solicitado al Ministerio Público que sean llamados a declarar, desde antes de que la Femospp desapareciera.

Al resaltar que al termino del interrogatorio el exfuncionario le comentó que muchos de sus excompañeros “no han querido dar la cara”, la historiadora apunta que la diligencia le confirmó que “hay pactos de silencio que se siguen manteniendo y sosteniendo, al negar y al mentir frente a la autoridad ministerial la participación propia y de sus compañeros en la contrainsurgencia”.

Alicia de los Ríos apunta que no se cuenta con los archivos de la Dirección General de Policía y Tránsito, cuyos elementos al frente de Francisco Sahagún Baca, detuvieron a su mamá, ni con los de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), en cuyas instalaciones fue vista entre 1978 y 1980, y que desde 2002 ella y sus representantes han exigido revisar.

De los Ríos y los abogados del Centro Prodh, cuentan con las declaraciones ministeriales de exintegrantes de la LC23S, Mario Álvaro Cartagena López, quien falleció este año, y de Amanda Arciniega Cano, quienes afirman que vieron y escucharon a Alicia de los Ríos en el Campo Militar Número Uno, en tanto que Alfredo Medina Vizcaino, afirmó haberla visto en la Base Aérea de Pie de la Cuesta.

En la incansable búsqueda de su madre, la defensora localizó a otros tres exintegrantes de la LC23S que fueron detenidos en Culiacán en noviembre de 1977, y trasladados en enero de 1978 al hospital del Campo Militar Número 1, donde sostienen vieron a Alicia de los Ríos ser atendida médicamente por las heridas de bala que sufrió en el enfrentamiento con policías antes de ser detenida.

“Por esos testimonios, supimos que en el Campo Militar había también otros integrantes de la LC23S, entre ellos, Jorge Varela y Olga Navarro, que cayeron en el mismo tiempo que mi mamá, y están desaparecidos.

“No vamos a dejar de insistir en ingresar con los testigos y la representación jurídica, a las instalaciones militares, porque entre 2002 y 2003, agentes de la Femospp entraron al Campo Militar, pero solos, sin testigos sin nosotros, y les enseñaron lo que quisieron”, apunta De los Ríos.

Frente al empoderamiento del sector castrense en la administración de Andrés Manuel López Obrador, Alicia de los Ríos resalta que en las dos reuniones que ha sostenido con familiares de víctimas y sobrevivientes de la llamada “guerra sucia” para hablar de la conformación de la Comisión de la Verdad, el presidente se ha mostrado abierto a aceptar las exigencias que los colectivos han mantenido durante décadas para saber qué fue de los desaparecidos.

“No sabemos que tanto vaya a forzar el presidente su relación con el Ejército, en las dos reuniones el presidente ha dicho: ‘Yo soy e jefe de las Fuerzas Armadas y los archivos militares se van a abrir’, pero hasta no ver, no creer.

“De nuestra parte, como colectivos y como demandantes no vamos a dejar de insistir es que la mayoría de nuestros familiares desaparecieron en las instalaciones militares, ahí vamos a seguir pidiendo la apertura de archivos y de cuarteles, en mi caso es el Campo Militar Número 1 y la Base Aérea de Pie de la Cuesta, pero otros familiares tienen información de que sus seres queridos fueron vistos en otras instalaciones militares”, advierte.

Alicia de los Ríos está convencida que ante las evidencias de la participación del Ejército las violaciones graves a derechos humanos en la contrainsurgencia, “es claro que los cuarteles militares son los primeros lugares que se tendrán que abrirse para que opere una Comisión de la Verdad”, mecanismo al que deben sumarse otros cuatro: “una unidad especializada en la FGR, un plan de reparaciones, ley de memoria y un espacio de memoria para no repetición”.

Para la defensora, la unidad de investigación especializada en la FGR será fundamental que opere de manera distinta a la que actualmente lo hace la CGI, que “carece de lógica histórica”, y ejemplifica con el caso de su madre, quien fue apresada por los mismos agentes que detuvieron y desaparecieron al menos otros tres militantes de la LC23S.

“Un mismo agente, tendría que llevar el caso de Leticia Galarza, el de Alicia de los Ríos, el de Jorge Varela, el de Olga Navarro, de todos los detenidos en determinado momento y que van a dar al mismo lugar, que es el Campo Militar Número 1, y que van cayendo como efecto dominó; en esa misma lógica, se debería citar a los mismos agentes que tendrían información de todos los casos, ahorrando tiempo en diligencias, pero la FGR ha repartido los casos de manera individual”, explica.

Al destacar que la expectativa es que la unidad especializada dentro de la FGR indague en la lógica del “circuito de la represión”, De los Ríos Merino advierte que el interrogatorio al ex agente de la DFS en el que participó, demuestra que no todo está perdido y que los familiares de las víctimas de la llamada “guerra sucia”, pueden acceder a verdad y justicia.

“Nuestro caso es uno de los primeros en que ha sido posible interrogar como testigo a un perpetrador, no podemos quedarnos con ese dicho de que ‘al cabo ya están muertos’, no están muertos, pueden hablar, pueden colaborar todavía no hay nada en contra de ellos en de facto.

“Ese día en que tuvimos el encuentro, habíamos citado a otro agente más, que no llegó, se escudó en condiciones de salud, un argumento que parece cobarde porque cuando participaron en la contrainsurgencia no eran viejos ni tenían problemas de salud”, apunta Alicia de los Ríos.

Al llamar una vez más a romper el silencio, De los Ríos recordó que la edad avanzada de muchos de los perpetradores, puede ser un beneficio si deciden apoyar en la búsqueda de desaparecidos.

“Pareciera que los perpetradores desaparecieron con los desaparecidos, que su destino fue permanecer en el mundo subterráneo, no tenemos más opción que insistir en buscarlos a ellos también porque su colaboración puede contribuir a aminorar el encono, el conflicto antagónico tan fuerte en que está el país”, puntualiza Alicia de los Ríos.

Aquí la carta íntegra:

Carta a mamá sobre mi encuentro con los perpetradores de su desaparición

Por Alicia de los Ríos Merino.

Jefita:

Hoy, 22 de septiembre, es tu cumpleaños. Cuando era pequeña observaba a mi abuela Alicia cocinando un pastel para celebrar tu vida. Yo era la encargada de soplar las velas y, como deseo para ambas, rogaba poder abrazarte. Te imaginaba estudiando lejos hasta que, años más tarde, me confesaron que eras una presa política. No comprendí que era eso, pero me pareció grave. Sólo te pensé prisionera en una cárcel gris, cuadrada y con barrotes, como las que salían en las películas. Seguirías hermosa pese al uniforme que debías vestir.

En las fantasías en las que iba a verte, los policías no tenían cara, sólo uniforme. La esperanza de visitarte duró hasta mi adolescencia. Pero nunca te trasladaron a una cárcel normal ni te liberaron ni te conocí. Cuando crecí descubrí que mi tía Martha y mi abuela tenían un secreto: desde que fuiste detenida y desaparecida el 5 de enero de 1978 por pertenecer a la Liga Comunista 23 de Septiembre, te buscaron de manera errática, sin saber en qué prisión estabas.

Estudié Derecho con la motivación de encontrarte. Cuando cumplí 25 años, en junio de 2002, tu madre Alicia, tu hermana Martha y yo, acompañadas por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, tuvimos por primera vez la oportunidad de denunciar penalmente tu desaparición ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP).

Durante los siguientes cuatro años revisamos una y otra vez el fondo documental de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el archivo policiaco más extenso sobre la contrainsurgencia al que hemos podido acceder. Conocimos tu fotografía detenida, con esa mirada tan igual a la de tu papá Gilberto, en la que contemplabas con destellos de abatimiento y dignidad a tus captores. Lloramos ante tu tristeza. Leímos el interrogatorio realizado en el Campo Militar número 1, imaginándote herida y sometida ante los perpetradores. Nos aprendimos de memoria los testimonios de tus compañeros sobrevivientes Mario Álvaro Cartagena López, Amanda Arciniega Cano y Alfredo Medina Vizcaíno, quienes, valientes, declararon ante la prensa y las autoridades que te vieron o escucharon detenida en instalaciones militares entre 1978 y 1980. Insistimos ante la FEMOSPP en que rindieran cuentas quienes te detuvieron, te hirieron, te ocultaron, te torturaron y te han mantenido desaparecida por 43 años. Pero el Estado no estuvo a la altura y prevaleció la amnistía de facto.

Todos los encuentros con posibles responsables de tu desaparición y la de tus compañeres ha ocurrido por azar o por iniciativa de sus familias. En tu búsqueda conocí a dos militares que parecían buenas personas, pero por los archivos abiertos me enteré de su participación en la violencia contrainsurgente. Cuando cursé el bachillerato traté al general Luis Montiel López, encargado de la V Zona Militar en Chihuahua hasta 1994. Gestor amable ante las doñas, se ganó su confianza. Años después, me enteré de que fue integrante del grupo castrense liderado por los temidos Mario Acosta Chaparro y Francisco Quiroz Hermosillo en Guerrero. ¿Por qué no lo supe entonces, para preguntarle sobre tu destino después de que te trasladaron a la base área de Pie de la Cuesta en mayo de 1978?  

Al otro militar lo busqué en la Ciudad de México: el médico Juan Altamirano Pérez, quien en los noventa declaró ante la CNDH que atendió un parto tuyo en la prisión de Santa Martha Acatitla después de 1978. Según él, diste a luz a una niña que sería mi hermana menor. Cuando leí la noticia me derrumbé. “Ahora debo buscar a dos”, pensé.

Platiqué con Altamirano dos veces en el año 2002 y concluí que mentía. Tras años de investigación no existen indicios de que hubieras permanecido en una prisión pública, y quienes te vieron en instalaciones militares aseguraron que no estabas embarazada. Años después supimos que Altamirano trabajó para Arturo Durazo Moreno en la Dirección General de Policía y Tránsito y era conocido como “Doctor Muerte”. Hoy pensamos que sus declaraciones sobre la atención a múltiples partos pueden haber sido una estrategia para distraer la búsqueda que realizaban nuestras abuelas.  

Lamento profundamente, mamá, que en esos encuentros no supiera quiénes eran mis interlocutores. En parte por ello, con treinta años y ya siendo madre de tus dos nietos, me puse a estudiar Historia, intentando comprender este rompecabezas en el que se convirtió nuestra vida tras tu militancia y desaparición.

Es hasta hoy, a diecinueve años de la denuncia, cuando hemos localizado a agentes involucrados en tu detención, interrogatorios y traslados. Pese a los esfuerzos que los victimarios hicieron para permanecer en las sombras por décadas, hemos logrado que la FGR les cite a declarar.

El primer testigo de tu caso fue citado el jueves 22 de julio. Pese a que me advirtieron que podría no presentarse, para nuestra sorpresa sí lo hizo. El exagente -estatura y complexión regular, de setenta y tantos años, vestido con ropa deportiva de marca y acompañado por un joven abogado- estaba sentado con ojos de desconcierto. Como en mis fantasías de chiquita, parecía no tener rostro. La cara, cubierta por una mascarilla, podría ser la de cualquiera.

Al verlo, la Lichita que deseó más que nada visitarte en la cárcel desconocida me tomó de la mano, nerviosa. La consolé: “es una cita impostergable con uno de los hombres que posiblemente se llevaron a mamá”.

Durante cerca de ocho horas estuvimos sentados frente a frente. Nuestra actitud fue serena y atenta. Agradecí su asistencia y solicité su colaboración para esclarecer tu paradero. A lo largo del interrogatorio le preguntaron sus datos generales y las diferentes labores que ocupó en la DFS.

Al poco tiempo de cuestionarlo, estalló defendiendo el honor de su institución, cuestionándonos los motivos por los cuáles les consideramos “los culpables de todo”. ¿Cómo no pensarlo?, le respondí, cuando produjeron millones de informes con sus nombres y firmas en donde comunicaron a sus superiores cuando detenían, interrogaban o ejecutaban a alguno de ustedes, jefita. ¿Cómo no pensar que saben el paradero de los desaparecidos?

Conocimos su punto débil: no toleraba que el equipo jurídico del Centro Prodh, la agente del Ministerio Público o yo nos refiriéramos a ti o a tus compañeros como víctimas a quienes se les violaron una serie de derechos humanos de manera grave. Es obvio que sigue pensándose patriota e impune.

De manera constante, este exagente rompió el juramento de conducirse con la verdad: negó reiteradamente las funciones que desempeñó en la DFS junto a sus contemporáneos. Insistió en que nada conoció de lo ocurrido en esos años que llamamos de “guerra sucia”. Lo que desconocía, jefita, es que, aunque finja o mienta, lo que nos sobra es perseverancia.

Pese al ocaso de la DFS y de sus integrantes, el orgullo, la lealtad, los pactos de silencio y la protección hacia sus compañeros y superiores continúan. No obstante, seguiremos en el empeño de que rindan cuentas. ¿Quién sabe? Es posible, como ha ocurrido en otros países, que el paso de los años, la proximidad de su muerte, la conciencia del daño causado en la reserva de mínima humanidad que quizá incluso ellos tengan, el peso de la culpa o el mensaje que generan medidas tales como la recientemente anunciada decisión de revisar el período con una comisión de la verdad -aún por materializarse-, puedan influir en que por fin algún perpetrador rompa el silencio y hable. En todo caso, es nuestra obligación seguir intentándolo y no cejaremos en ese empeño, con la dignidad por delante, aunque no sea sencillo estar cara a cara con ellos.

Este 22 de septiembre celebraremos tu 69 aniversario y pediré el deseo de siempre: encontrarte. Por ti y por la pequeña Lichita que te esperó siempre, en fechas importantes o en cualquier día. Feliz no cumpleaños, mamá, donde quiera que te encuentres.    

*Alicia de los Ríos Merino hija es abogada e historiadora. A través de la historia oral investiga sobre juventudes, insurgencias y comunidades de víctimas de la desaparición forzada.  Desde pequeña busca a su mamá homónima.

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