ESPECIAL DE INDEPENDENCIA

Padilla: el narco y la sombra de Iturbide

Considerado por algunos historiadores como el consumador de la Independencia, Agustín de Iturbide fue fusilado en lo que hoy es el municipio de Nuevo Padilla, Tamaulipas, región asolada en las últimas dos décadas por la violencia del crimen organizado.
martes, 21 de septiembre de 2021 · 19:58

Entre los historiadores persiste una vieja polémica acerca de si Agustín de Iturbide, fusilado en lo que hoy es el municipio de Nuevo Padilla, Tamaulipas, es el verdadero consumador de la Independencia mexicana o el traidor que combatió a los insurgentes para después proclamarse emperador. Alguno llega a plantear que se debería pedir perdón por haber “asesinado” al prócer. Pero un poblador de esa región asolada en las últimas dos décadas por el narco, plantea: “¿Y quién nos pedirá perdón a nosotros por la paz, la libertad, las vidas y todas las garantías que el Estado mexicano no nos ha brindado? ¿De cuál Independencia hablan?”

NUEVO PADILLA, Tamps. (apro).- El 19 de julio no es una fecha que aquí se conmemore. No se acostumbra ceremonia oficial, ofrenda floral o discurso para recordar que tal día de 1824 fue fusilado en este municipio Agustín de Iturbide Arámburu, considerado por algunos historiadores como el consumador de la Independencia de México.

Parece que los recuerdos quedaron sepultados en el Viejo Padilla, donde transcurrió el polémico pasaje de la historia y fue anegado en 1971 por la construcción de una presa que, para mayor afrenta de quien se coronó emperador, fue llamada Vicente Guerrero.

Justo ese año, al celebrarse el 150 aniversario del México independiente, desde la tribuna del Senado se exaltó al caudillo del sur como el representante de la “causa del pueblo” en la lucha libertaria. El escritor y entonces legislador Martín Luis Guzmán recordó que Iturbide, siendo general realista, combatió a los insurgentes, mientras que el caudillo afrodescendiente de Tixtla fue el continuador de la lucha de Hidalgo y Morelos y por ello era el real consumador de la Independencia.

Como una metáfora de este debate recurrente en la historia del país, las aguas de la presa Vicente Guerrero se impusieron desde ese año sobre la villa donde Iturbide pasó sus últimas horas, fue pasado por las armas sin juicio, sepultado sin ataúd en una capilla que carecía de techo y donde sólo una cruz de madera marcó durante décadas el lugar de su muerte.

A lo largo de los años, con cada sequía el viejo Padilla resurge como pueblo fantasma. Así ocurre desde mediados de 2020, pues la presa se encuentra a 35% de su capacidad y las centenarias construcciones, entre ellas el paredón, reaparecen.

Del monumento que ordenó construir en 1901 el entonces gobernador Guadalupe Mainero, sólo queda en ese lugar la base (unos bloques de cemento casi destruidos) donde aún se puede leer parte de la inscripción original: “En este lugar fue ejecutado el 19 de julio de 1824 a las 6 p.m.”

Mainero propuso incluir en ese monumento las leyendas: “Como mexicanos deploramos la ejecución del consumador de la Independencia. Como republicanos y ciudadanos de este estado hacemos constar que la ejecución se debió a un acuerdo del Congreso Nacional”, que evidentemente buscaba deslindar a Tamaulipas de la decisión, ya desde entonces polémica.

Aunque el mandatario defendió su propuesta ante sus críticos, sólo quedó plasmado: “Como mexicanos deploramos que haya sido necesario ejecutar al consumador de la Independencia nacional”. El obelisco fue reubicado a principios de los noventa frente a una escuela de esta localidad, donde aún sigue, pero ya sin la placa alusiva que aclare su significado.

Los pobladores aseguran que la insignia fue robada por grupos de masones que durante décadas se confrontaron con miembros de la orden de los Caballeros de Colón, los únicos que cada año acudían a rendir honores al caudillo. Luego de que esas agrupaciones se redujeron, los sitios quedaron prácticamente en el olvido.

En 1838 el presidente Anastasio Bustamante ordenó trasladar los restos del general michoacano a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.

No obstante, los padillenses no parecen tener mucho conflicto con el personaje ni con el pasaje histórico. La noche del 15 de septiembre de 2017, cuando el actual alcalde panista, Eduardo Alvarado, incluyó el nombre de Agustín de Iturbide Arámburu entre los “héroes que nos dieron Patria”, los presentes en la plaza respondieron sin chistar: “¡Viva!”

Luego el edil propuso lavar la imagen del llamado Dragón de Hierro como auténtico consumador de la Independencia e incluso se pronunció por cambiar el nombre de la presa Vicente Guerrero al de Agustín de Iturbide como reivindicación histórica. Su propuesta nunca se oficializó y quedó ante la opinión pública como una extravagancia.

“¿Cuál Independencia?”

Los habitantes de Padilla han tenido otras cosas de qué preocuparse. Un citricultor refiere que esta región agrícola, ganadera y donde operaban 17 ranchos cinegéticos a los que solían llegar caravanas de “gringos”, ha estado en medio de otra guerra por más de 16 años.

Entre 2004 y 2005 grupos delictivos que antes sólo operaban en la franja fronteriza, se empezaron a extender al centro y sur de Tamaulipas.

Primero fueron balaceras, ejecuciones, extorsiones, cobros de piso; luego, cuenta el productor, cuando el entonces presidente Felipe Calderón declaró su guerra contra el narco, el Ejército recorrió rancho por rancho y aseguró el armamento que tenían los pequeños propietarios y ejidatarios.

A la violencia que provocaron los operativos federales se sumó la guerra que en 2010 se declararon el Cártel del Golfo y Los Zetas. Tamaulipas se convirtió en un campo de batalla y Padilla –a 50 kilómetros de Ciudad Victoria y al borde de la carretera federal que comunica con Matamoros y Reynosa, además de contar con una ruta hacia la carretera para Monterrey–, se convirtió en un punto estratégico.

Al respecto, un ganadero asegura que más de 70% de las pequeñas propiedades de la zona centro del estado fueron saqueadas en esos tiempos por los grupos de “la Maña” para financiar su guerra y para cubrir la nómina de sus “ejércitos”, cada vez más numerosos. Robaron ganado, cosechas, maquinaria y tractores, desarmaron bodegas y corrales.

“En esos tiempos era común que llegaras a tu huerta y te encontraras que los malos ya se la habían apropiado, usaban las casas para quedarse y los campos para entrenamiento, como puntos de vigilancia de sus plazas o bases para buscar introducirse en territorios de los contrarios”, recuerda.

La mayoría de los pequeños propietarios dejaron de ir a sus huertas, campos de cultivo y corrales ganaderos, pues muchos fueron secuestrados o levantados una, dos y hasta tres veces. Durante varios años la producción fue casi nula e invertir en propiedades equivalía a ponerse en la mira de los narcos. La cosecha de naranja, la más importante de la zona, se llegó a quedar sin pizcar.

“Ya no podías traer una camioneta buena porque te la quitaban. Ellos perdían muchos vehículos en sus enfrentamientos”, relata. Las carreteras eran peligrosas a toda hora, pero por la noche era suicida transitar por ellas.

La actividad de los ranchos cinegéticos quedó prácticamente suspendida, pues era casi sentencia de muerte transitar con un arma, aunque fuera de cacería.

Algunos habitantes fueron retenidos hasta que firmaron ante notario público la cesión de escrituras de sus ranchos y casas a nombre de familiares de los jefes de la plaza. Y aunque pagaran rescate, a veces los ejecutaban para escarmentar al resto.

Pequeñas rancherías podían permanecer secuestradas durante días por comandos que las usaban como base y obligaba a los pobladores a servirles.

Recurrir a la policía no era aconsejable. “Si ibas a denunciar que te habían robado tu ganado, a las pocas horas iban y te quitaban todo lo que te había quedado, porque los ministeriales estaban coludidos con ellos”, afirma uno de los entrevistados.

El 14 de noviembre de 2010 fue muy sonado el caso de don Alejo Garza, un hombre de 77 años, propietario del rancho San José, entre Padilla y Güémez. Él se atrincheró para defenderse de un grupo delictivo que pretendía quitarle sus tierras. Se le consideró un héroe, pues murió de un balazo en la cabeza pero se llevó por delante a cuatro sicarios.

Otro hecho sangriento ocurrió entre la noche del 13 y la madrugada del 14 de febrero de 2011, cuando un grupo armado entró a la cabecera municipal de Nuevo Padilla y baleó la Presidencia Municipal y los juzgados. Un total de 11 civiles murieron por fuego cruzado y otros siete cuerpos quedaron apilados en la plaza principal.

Uno de los entrevistados señala que los cierres de carreteras en la región podían durar un día entero y las refriegas, alcanzar a quienes tenían la mala fortuna de pasar en ese momento. “Muchos inocentes murieron en esa época”.

Los pobladores aseguran que la violencia empezó a bajar recientemente porque una comandancia naval se instaló en las cercanías de la presa. Y no es que los grupos delincuenciales dejaran de operar en la región, sino que ya no hay guerra porque Los Zetas fueron derrotados.

Se sabe que el territorio de Padilla es controlado por el grupo llamado Columna Pedro José Méndez, que surgió en el municipio vecino de Hidalgo como aliado del Cártel del Golfo y tiene el acuerdo de dedicarse a sus “negocios” y “no molestar a los civiles”.

Aunque los tamaulipecos saben lo frágil de ese tipo de “convenios”, tienen la esperanza de que la región se recupere. No obstante, el temor sigue presente y no quieren que se difundan sus nombres.

Al menos Padilla no registró un decremento fuerte en su población, como ocurrió en otras localidades durante estos años. De 14 mil 20 habitantes que registró en el censo de 2010, pasó a 13 mil 618 en 2020. En el mismo lapso demarcaciones vecinas como Hidalgo y San Carlos decrecieron de 23 mil 793 a 17 mil 17 y de 9 mil 331 a 7 mil 411 habitantes, respectivamente.

Desde otra perspectiva, el historiador Federico Juárez Andonaegui opina que el Congreso y el gobierno de Tamaulipas deben pedir perdón, al considerar que el fusilamiento de Iturbide fue un asesinato político contra quien llevó a buen término la Independencia nacional.

Al cuestionarle sobre este reclamo que atañe a Padilla, uno de los pobladores entrevistados reacciona: “¿Y quién nos pedirá perdón a nosotros por la paz, la libertad, las vidas y todas las garantías que el Estado mexicano no nos ha brindado? ¿De cuál Independencia hablan?”

Comentarios