ESPECIAL DE INDEPENDENCIA

El Imperio Mexicano en el contexto internacional

La consumación de la Independencia y el establecimiento del Primer Imperio mexicano se desarrolló en el marco de una complejidad geopolítica. El contexto internacional de los años 1820 y 1821 fue determinante, lo que se ha llamado la "ola revolucionaria atlántica".
lunes, 27 de septiembre de 2021 · 13:00

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La consumación de la Independencia y el establecimiento del Primer Imperio mexicano no pueden verse de manera aislada, como si hubiese sido un asunto local, cuando se desarrolló en el marco de una complejidad geopolítica.

Para la investigadora Guadalupe Jiménez Codinach, doctora en Historia por la Universidad de Londres, debe considerarse la unidad a la cual pertenecimos hasta 1821, que fue la monarquía española, y otras entidades como Caracas, Buenos Aires, Lima; y en el lado europeo, Portugal, el Piamonte, Nápoles, las islas griegas, principados alemanes y “hasta los decembristas rusos”.

El punto es que la época no ha sido analizada a cabalidad:

“Decía don Luis González y González que la parte menos comprendida, menos estudiada de la Independencia era la consumación. Le pasó como a Agustín de Iturbide, está marginada de la historia, condenada sin pruebas, porque no conocen la época.

“Y es muy interesante e importante porque es un momento fundacional como nación y como Estado, de ahí partimos, antes no había nación mexicana y aquí se funda hasta con el gentilicio. La palabra mexicanos se usaba básicamente para los mexicas, pero no para el resto. No vamos a encontrar que Miguel Hidalgo o Ignacio Allende se digan mexicanos, ellos se dicen españoles americanos porque eso eran, no tenían sentido de ser mexicanos, los mexicanos de esa época eran los de la Ciudad de México”.

El contexto internacional de los años 1820 y 1821 fue determinante, lo que se ha llamado la “ola revolucionaria atlántica”. Hubo tres olas en sendos momentos históricos, dice: 1820, 1830 y 1848. La asesora de Fomento Cultural Banamex, Premio Nacional de Investigación Histórica sobre la Independencia Mexicana “Ernesto de la Torre Villar, autora, entre otros libros de La Gran Bretaña y la independencia de México, 1808-1821 y México: su tiempo de nacer, 1750-1821, detalla:

“Nosotros estamos insertos en la ola revolucionaria de 1820 y nos parecemos mucho todos los que participamos en ella. No nada más es la Nueva España, es Portugal, es el Piamonte, Nápoles, son las islas griegas, varios de los dominios españoles, principados alemanes y hasta los decembristas rusos, todos tenían la misma idea:

“Una monarquía constitucional y además con un monarca ya hecho. Todos piden lo mismo. Se inspiraban en la Constitución de Cádiz. ¿Por qué estaban todos decididos a eso? Porque era el momento de esas ideas. Y lo logran: cuando los griegos hacen su revolución y triunfan, llevan una familia alemana para que sean sus reyes, Sofia de Grecia es de origen alemán”.

Lo mismo hacen Bélgica, con Leopoldo I, padre de Carlota (esposa de Maximiliano de Habsburgo), que es alemán. El Plan de Iguala, agrega, planteó una monarquía constitucional y entregar la corona a Fernando VII, además “es una mezcla de liberalismo y de antigua tradición hispánica, de sus leyes del derecho de gentes y del derecho canónico de todas partes, y tiene también del liberalismo de Cádiz, está inspirado en Inglaterra y en Francia, es una mezcla”.

Todo ha pretendido mostrarse de manera muy simplista en la historia, pero es muy complejo. Explica que desde 1808 hasta 1821 hay un hilo conductor: inicia con la invasión napoleónica a España, cuando en la Nueva España no aceptan al rey intruso, José Napoleón, y deciden formar la Junta del Ayuntamiento y aprehenden al virrey José de Iturrigaray, pero también a quienes pedían la junta: Francisco Primo de Verdad, Juan Francisco Azcárate y Melchor de Talamantes.

En los años subsecuentes, de 1809 a 1812, en cada propuesta de independencia se propone una junta o congreso, que se logra hasta 1821. Se establece una Junta Provisional Gubernativa, que crea instituciones que aún conservamos, dice: Ministerio de Relaciones Exteriores, del Interior, de Hacienda y el Congreso Constituyente de 1822, “el mismo que tenemos ahora, no fueron los ocho diputados no electos del Congreso Insurgente de Chilpancingo, aquí ya hubo elecciones”.

Agustín de Iturbide

Se nos olvida de dónde venimos, lamenta al recordar también que se incorporaron desde entonces la bandera tricolor, “con una explicación muy clara de los colores (blanco, verde y rojo: Religión, Independencia y Unión) y el escudo que es el de Tenochtitlán”. ¿Por qué de la antigua ciudad mexica? Responde:

“Hay una cuestión muy interesante, el grupo Trigarante cree en 1821 que regresa a 1521, por eso le ponen a la nación Imperio Mexicano, pensando en un supuesto imperio mexica, pero ellos no les decían mexicas, les decían mexicanos”.

Narra que cuando Iturbide entra a la Ciudad de México, lo hace vestido de civil pues “nunca fue general, no era del ejército regular, llegó a ser coronel”, va acompañado en cada uno de sus flancos por representantes indios: de la Parcialidad de San Juan y de Santiago Tlatelolco, las dos comunidades indígenas de la ciudad.

En su capa de coronación está representada el águila fundadora de Tenochtitlán, además tiene un carcaj (saco para flechas). Cuando pintan a la esposa, le colocan una diadema indígena con plumas. Desde luego era falso que existiera un imperio mexica o mexicano, el imperio “es una institución romana, aquí había señoríos”.

Y precisa que el Acta de Independencia no se firmó el 28 de septiembre, como suele afirmarse, sino hasta los primeros días de octubre.

Política exterior

A decir de la especialista, la historia negra de Iturbide que afirma se autoproclamó emperador, surge del libro Bosquejo ligerísimo de la revolución de Mégico: desde el grito de Iguala hasta la proclamación imperial de Iturbide, del escritor y político ecuatoriano Vicente Rocafuerte, donde lo acusa de farsante y de querer ponerse a la cabeza del movimiento. Para ella es un “libelo”, que ignora que “la mayoría del Congreso de 1822 votó por él”.

Las guerras napoleónicas que iniciaron en 1808 terminan en 1815, aquí hubo diez años de “guerra civil terrible, destructiva, muy dura, con muchísimas muertes”, por eso se explica que la revolución atlántica quisiera ya poner fin con una monarquía constitucional, que no fuera absolutista. No querían tampoco una república al estilo de Estados Unidos o de Francia porque “no les gusta el jacobinismo y los excesos de la revolución francesa, la diosa Razón y todo eso, porque todos los países de la ola son católicos, cristianos, prefieren la Constitución de Cádiz, que es de un país católico”.

En el Archivo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), se puede consultar el primer documento de ese gobierno en el cual se consigna cómo serían las relaciones con España, Francia, Inglaterra y data de diciembre de 1821.

En el capítulo “El México Independiente y el escenario internacional”, del libro Los avatares de la soberanía. Tradición hispánica y pensamiento político en la vida internacional de México, de Andrés Ordóñez, quien como miembro del Servicio Exterior Mexicano ocupó diversos cargos en la Cancillería y el extranjero, se explica el documento a partir de la preocupación por la política de Estados Unidos:

“La conciencia novohispana sobre la amenaza expansionista estadounidense la heredan de manera natural los tradicionalistas que consolidan la independencia. Un documento que expresa claramente esta preocupación es el Dictamen presentado a la Soberana Junta Gubernativa del Imperio Mexicano por la Comisión de Relaciones Exteriores de ese propio órgano el 29 de diciembre de 1821, escasos tres meses después de la formalización de la independencia. Este muy poco atendido documento –elaborado por Juan Francisco de Azcárate y Lezama, Manuel de Heras Soto, conde de las Heras, y José Sánchez Enciso– constituye el primer programa de política exterior del México independiente, y contiene las líneas generales de lo que habría de dar cauce a la acción internacional de México, desde entonces y hasta la fecha”.

Juan O’Donojú

Director ahora del Centro de Estudios Mexicanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en España, Ordóñez desglosa en el volumen editado por la SRE, el documento de Azcárate, quien divide las relaciones exteriores del naciente Imperio Mexicano en cuatro tipos: Por naturaleza, por dependencia, por necesidad y por políticas. Estados Unidos es central y, desde entonces, se expresa la necesidad de fortalecer los vínculos políticos y económicos con Europa, donde destaca su relación con la Iglesia Católica de Roma, y con América Latina.

Jiménez Codinach recuerda que España se negó a firmar los Tratados de Córdoba, firmados el 24 de agosto de 1821 entre Iturbide y Juan O’Donojú, jefe político de la provincia de la Nueva España, para acordar la retirada de las tropas españolas, y no fue sino hasta 1836 cuando aceptó la Independencia con el Tratado de Santa María Calatrava, lo cual “no significa que no haya habido independencia, sí la hubo políticamente, quizá económica, cultural y social no, porque estábamos muy mal económicamente”.

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