Mujer esclavizada en tintorería desea abrir una panadería
MÉXICO, DF, (apro).- “Zanduri”, seudónimo que en japonés significa “niña hermosa” y que usó la joven que fue esclavizada en una tintorería de Tlalpan, contó a Univisión y El País lo que sufrió a manos de Leticia Molina Ochoa y su familia.
La mujer de 22 años dijo a la cadena hispana de televisión en Estados Unidos que era golpeada cuando no cumplía con sus labores de planchado o “por coraje”.
La víctima recordó que llegó al local a pedir trabajo, pero después de un tiempo las personas que la contrataron la encadenaron para que no dejara de laborar, porque si lo hacía la golpeaban hasta que sangrara, con llaves tipo stillson o palos.
La joven mencionó al diario español que cuando llegó a laborar no se imaginó que la someterían, pues “se veían tan humanos, tan inocentes. Tan incapaces de llegar a hacer esto”.
También admitió que tuvo una infancia difícil, “no me llevaba bien con mi mamá. Tomé la decisión de huir de mi casa, como toda señorita rebelde”, y se fue a vivir con su entonces novio, pero la relación no funcionó por lo que se quedó en la calle, sin casa y sin empleo.
Es por ello que pidió empleo a la familia Hernández Molina, pues ya había laborado con ellos cuando tenía 15 años. Le pagaban 300 pesos por trabajar nueve horas de lunes a sábado.
“Zanduri” contó que llamaba mamá a Leticia Molina “porque la veía como una familia”. Sin embargo, un día dejaron de pagarle y le cobraban las camisas que llegaba a quemar, luego de 14 horas de trabajo.
Incluso, la familia la acusó de robar dinero, por lo que “fue creciendo la deuda, los problemas, el agotamiento. Toda mi vida ya era de ella. Era como si hubiera construido un muro tan alto que ya no tenía fin”.
Con el tiempo, ella consideró que los castigos no parecían desproporcionados, incluso, dice que “lo veía normal. Las primeras veces que Leticia me llegó a pegar, yo no lo veía mal, era como un correctivo de una madre a una hija”.
Además confirmó que Leticia Molina le quemaba la espalda y el cuello con la plancha, y le decía “que no servía para nada, que me odiaba, que lo mejor que podía hacer era morirme, que era un monstruo al que nadie quería”.
Por si fuera poco, sus captores sólo le daban de comer una vez al día, y para mitigar el hambre masticaba el plástico de las bolsas en las que envolvían la ropa de la tintorería. También bebía el agua de la plancha cuando tenía sed. Según los médicos que la revisaron, sus órganos parecen de una persona de 81 años y su aspecto es el de una menor de edad.
Una vez trató de escapar en noviembre de 2014, pero Molina Ochoa la descubrió y la encadenó en la sala de la casa. Le pusieron una cadena en la cintura, a veces en el cuello, atada a una varilla que le permitía moverse sólo desde su cama a una mesa para planchar.
Sin embargo, el jueves 16 de abril Leticia Molina le colocó mal la cadena y la chica se percató, pero no dijo nada. El candado estuvo mal puesto por tres días, “fui asimilando mi escape, en irme y que no me saliera mal. Si se daba cuenta, yo creo que no lo contaba”, contó.
Entonces, en la primera oportunidad la joven saltó por la ventana y usó un billete de cien pesos que encontró en la camisa de un cliente, tomó un taxi y huyó.
Luego de ello autoridades detuvieron a Leticia Molina Ochoa y a otras cinco personas de la familia, que durante años “sólo veían y callaban” el maltrato a “Zanduri”. Ahora están acusadas de delitos que podrían enviarlos 40 años a prisión.
La PGJDF confirmó que fueron detenidos José de Jesús Sánchez Vera, las hermanas Leticia y Fani Molina Ochoa, y las hijas de ésta, Ivette y Jannet Hernández Molina, luego de realizar un cateo en el establecimiento ubicado en calle Izamal, Manzana 134, Lote 22, colonia Lomas de Padierna, en la delegación Tlalpan.
Las mujeres fueron remitidas al Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla, y el hombre al Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, todos acusados del delito de trata de personas en la modalidad de trabajos forzados.
Ahora Zanduri mira al futuro y asegura al rotativo español que quiere “tomar un curso de repostería y poner mi propio negocio de pan y pasteles”.