Imputado por crimen del sacerdote de Saltillo asegura que el cura lo agredió sexualmente

viernes, 20 de enero de 2017 · 12:55
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Durante su declaración en la audiencia de vinculación a proceso por el asesinato del sacerdote Joaquín Hernández Sifuentes, el imputado Jesús, quien se identificó como taxista de Uber, alegó agresión sexual por parte del cura. Expuso que el sacerdote acostumbraba hacer reuniones con hombres jóvenes en su casa parroquial: “los invitaba a ingerir bebidas embriagantes y a fiestas en su recámara”, aseguró Jesús, de acuerdo con información del periódico Zócalo de Saltillo. Fue en una de esas reuniones cuando el presbítero aprovechó el estado de ebriedad del imputado para realizarle tocamientos sexuales y lo habría penetrado en el ano con sus dedos. Un médico legista de la PGJE aclaró al respecto que no hubo penetración, aunque Jesús sí presentaba una lesión en dicha parte corporal, producto de un aparente rasguño, cita la nota informativa. El imputado relató la forma en que el padre Joaquín Hernández abusó de él sexualmente y refirió que nada más trató de defenderse del ataque. Según su declaración, su amigo Miguel Ángel, exrescatista de la Cruz Roja, lo incitó a asesinarlo: “Ya termínalo, esto no es cualquier pendejada, mata al pedófilo violador”, según dijo Jesús. El taxista de Uber, de 23 años, contó que conoció al padre Joaquín el 1 de diciembre por medio de un amigo exseminarista y miembro de un grupo parroquial, que lo invitó a la casa parroquial donde residía el sacerdote, quien les compraría cerveza. “Estuvimos tomando vino tinto, el padre abrió varias botellas, mi amigo se quedó dormido en una cama y nosotros seguimos bebiendo en el cuarto del padre”. Así pasaron semanas sin que Jesús, a quien apodaban “Chuy El Malo”, visitara al sacerdote, y la noche del 25 de diciembre el padre le mandó un mensaje de texto en el que decía que se sentía solo y que lo invitaba a pasar la Navidad con él en su casa. Él se negó. La madrugada del 1 de enero, Jesús recibió un mensaje del sacerdote, esta vez para felicitarlo por el Año Nuevo. De nueva cuenta Jesús se rehusó a contestar el texto que le mandó el sacerdote. Fue hasta el 2 de enero que decidió responder el mensaje del padre Joaquín y éste le dijo que lo invitaba a tomar. Jesús a su vez invitó a su amigo Miguel Ángel y ambos acordaron ir a la casa del padre. De acuerdo con la declaración del imputado, difundida por el Zócalo de Saltillo, el padre Joaquín pasó por los dos amigos a una plaza pública de la colonia Ampliación Morelos, ahí abordaron el Derby del sacerdote y fueron a un restaurante de comida rápida en la colonia Mirasierra, para posteriormente dirigirse a la casa parroquial. En el camino se pararon en una tienda de conveniencia y el sacerdote le dio 300 pesos a Jesús para que comprara cerveza, luego lo mandó por una caja de cigarros para él. Según el relato, pasaron la noche consumiendo las cervezas y platicando en el cuarto del sacerdote. Jesús le preguntó al padre si el párroco Rodolfo Pachicano se enojaría porque estaban bebiendo en la casa parroquial, a lo que respondió que Pachicano no escuchaba nada porque tomaba pastillas para dormir. “Nos dijo que podíamos gritar y el otro padre no nos escucharía”. La cerveza hizo efecto en Miguel Ángel, quien se quedó dormido en una de las camas gemelas que había en el cuarto del sacerdote. Mientras Jesús y el padre Joaquín continuaron conviviendo. El padre Joaquín invitó a Jesús a unas aguas termales en Parras al día siguiente, una vez más éste rechazó la invitación. Al acabarse la cerveza, continúa la versión del imputado, el padre Joaquín abrió cuatro botellas de vino tinto y continuó la charla con el joven de 23 años. Durante la plática el padre Joaquín le pidió a Jesús que viera los mensajes que le había mandado a su celular. Al verificarlos, Jesús vio que el padre le escribió que su casa era una fortaleza y que sólo había una llave para salir de ahí, misma que él había escondido. Jesús dijo que se quedó sorprendido por los mensajes y tomó capturas de pantallas para mandárselas a su amigo Noé, quien sólo le respondió que no podía creer lo que el padre le escribía. Noé en su declaración testimonial dijo que esa ocasión sólo había recibido un mensaje, que decía “ontas we, ayúden”, pero que nunca supo de qué se trataba y que siguió dormido en su domicilio. Fue en ese momento que Jesús comenzó a sentir un malestar estomacal y mareos debido a la combinación de las bebidas, por lo que fue a vomitar al baño, mientras que el padre apagaba la luz y después le aconsejó que se acostara. Poco después, contó Jesús, despertó aún ebrio cuando sintió detrás al padre tocando su ano. Entonces se paró y le dio dos golpes en la cara. Luego de que el sacerdote lo convenciera de que regresara a la cama, Jesús se durmió. En una primera versión, aseguró que al recobrar la conciencia sintió que de nueva cuenta tenía la ropa interior y el pantalón abajo, y que el padre lo había penetrado con los dedos, mientras lo masturbaba. En otra versión, aseguró que el abuso había sido cometido. Jesús intentó defenderse y tomó al padre por el cuello, en el forcejeo el padre se desvaneció y cayó al piso. Jesús contó que el padre se “desmayó” y aprovechó eso para pararse de la cama y subirse los pantalones. En ese instante, Miguel Ángel despertó y al ver lo que había sucedido reaccionó mal, “le afectó porque él ya había pasado por una situación así con su hija”, dijo Jesús. “Me dijo ‘esto hay que terminarlo, esto no es cualquier pendejada, mata al pedófilo violador’, se quitó el cinto y me lo aventó para que yo lo estrangulara, pero yo no quise, luego él lo agarró y él lo ahorcó”, declaró Jesús. “Luego se puso a vaciar los cajones y en una colcha enredó todo lo que habíamos tocado, me dijo que él no iría a la cárcel ni yo tampoco por lo que había sucedido”, agregó. Según la declaración de Jesús, encontraron las llaves del cuarto en un cajón del padre Joaquín. Bajaron el cuerpo de un segundo piso cargándolo por las escaleras y lo subieron a la cajuela del auto. Miguel Ángel le dijo a Jesús que conocía un lugar donde podía deshacerse del padre en la carretera a Zacatecas. “Tuvimos que encender el auto empujándolo desde donde estaba estacionado”, relató Jesús concordando con la versión de testigos que los vieron salir del lugar. “Nos fuimos a la carretera a Torreón, en el camino paramos en una tienda, ahí compramos cosas para el camino, luego me dijo que conocía un lugar en Parras, pero no le hice caso porque pensé que me podría hacer algo a mí también, así que seguí derecho en la carretera, pasamos la caseta, pagamos con el dinero que traía el padre en su cartera. “Llegamos a un lugar y dejamos el cuerpo en un arroyo, con una piedra empezamos a raspar ‘la pared de la montaña’ y con lo que le cayó quedó semienterrado. “Ahí lo dejamos, regresamos a Saltillo y tomamos la carretera para Monterrey, en el camino Miguel le habló a alguien y le dijo que quería vender el carro, que estaba caliente y que quería que lo desmantelaran”. Antes de llegar a su destino, encontraron a un indigente “en un carrito” y le dieron las cosas que habían robado envueltas en una cobija, señala el reporte especial del periódico. Dijo que llegaron a una tienda de autoservicio, donde Miguel Ángel compró guantes, cloro y trapos, después se pararon a un costado de un arroyo en Santa Catarina, NL, en la colonia Residencial Cuauhtémoc, para limpiar las huellas que habían dejado y lo abandonaron con las llaves, “para que se lo robaran”. El imputado expuso que no quiso decir nada porque temía por su vida y la de su familia debido a las amenazas que su amigo Miguel había hecho, pues le dijo que conocía gente que podía hacerles daño.

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