Hidalgo
Su exesposo amenazó con matarla junto a su padre; su padre fue asesinado y teme ser la siguiente
“No espere a que esté muerta para hacerme caso; háganos caso cuando estamos vivos”, pidió Laura al gobernador Julio Menchaca Salazar.PACHUCA, Hgo. (apro).– Las piedras se estrellaron en los ventanales de la casa; resonaron en los muros y en la puerta. Estaba sucediendo otra vez. Porque el miedo la paralizaba, Laura no había querido salir las ocasiones anteriores, pero en ese momento, mientras su exesposo apedreaba la vivienda, sintió que tenía que hacerle frente. Su papá, un adulto mayor de 64 años, la detuvo un instante y le dijo: “yo te acompaño”, y sólo alcanzó a tomar el machete que usaba en el campo. Ella agarró un palo grueso de madera con el que pensó podría defenderse si quien estaba afuera intentaba golpearla… de nuevo.
Serafín, enfurecido porque lo confrontaban, le gritó a su exsuegro: “pues te voy a matar, hijo de tu puta madre; te voy a romper la madre primero a ti y luego a tu hija”.
Entre el griterío con el que escandalizaba en la calle, a ella le remarcó: “¿Oíste, Laura?: ¡lo voy a matar!; le voy a partir su madre y luego te la voy a partir a ti”.
Una semana después, el padre de Laura fue asesinado, y la secuencia de los hechos fue como estaba descrita en una de las amenazas –que para entonces sumaban decenas y no habían sido atendidas por las autoridades de Hidalgo–: lo iban a “encajuelar”, matarlo a tiros y abandonarlo en un paraje. Todo lo que se había anticipado ocurrió el martes 17 de octubre. Tres días después, el viernes, Serafín volvió a llamar al número de su exsuegra para decirle, con sorna: “¿a qué hora es el rezo?”, y colgar, cuando ellos se alistaban para el rosario a nombre del difunto.
Laura teme que la última de las amenazas de quien fue su esposo por 11 años se cumpla: no irse de este pueblo ubicado a 40 minutos de Pachuca hasta haberla matado. Al gobernador Julio Menchaca Salazar le pide por lo que ha sucedido: “no espere a que esté muerta para hacerme caso; háganos caso cuando estamos vivos”, y luego, aunque clama que el siguiente nombre en la lista de muertos, el suyo, no se escriba, se duele por la pérdida de quien era el sustento de su madre, de ella y sus hijos: “tuvo que morir mi padre para que nos escucharan”.
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“¿Cómo empezó esta pesadilla?”, cuestiona Laura para sí, y de inmediato responde: “Yo estuve casada con Serafín P.C. por 11 años, tuvimos dos hijos, una niña que ahora tiene 10 años y un niño de ocho. Él siempre ejerció violencia hacia mí: me golpeó en dos ocasiones en las cuales mi papá entró a defenderme y él terminó golpeado por mi expareja. La última vez que me separo de Serafín fue en febrero de este año. Él nunca quiso entender que ya no había amor ni comprensión. Para abril, él entra a mi casa, se roba el teléfono de mi mamá y me amenaza con una navaja. En esos tiempos él tenía a mi hijo. No le daba de comer saludable, no lo bañaba, lo traía a altas horas de la madrugada con él en las tiendas tomando alcohol. El día que entra y me amenaza, lo reporto al 911. Acude Policía Violeta del municipio de San Salvador. Presento mi denuncia al día siguiente. Ahí es cuanto empieza toda la pesadilla”, cuenta Laura, quien, cuando comenzó a vivir con quien denunció por violencia familiar y ahora acusa de ser el probable responsable del homicidio de su padre tenía 17 años; hoy tiene 28.
Tras aquella amenaza, narra a Proceso, le dictaron medidas de protección: Serafín, de 33, no se podía acercar a ella. Sin embargo, en mayo se encontraron rumbo a la parada de las combis, ahí en el pueblo San Miguel Acambay. Él, asegura, la golpeó en la cara. La jaloneó de los cabellos con la intención de arrastrarla y le revientó un labio.
Cuando fue a la policía, la reprendieron por haberse salido de su casa, el aparente núcleo seguro desde donde se había trazado la orden de restricción.
Un vecino de esta comunidad en San Salvador fue quien le ayudó a quitarse de encima a Serafín. Fue cuando se dirigió a la cabecera municipal a buscar apoyo. También le reclamaron que debió de quedarse en el lugar donde la golpeó, aunque, tras una declaración ampliada, se le dictó un arresto por ocho horas a Serafín, el cual, recrimina Laura, nunca fue ejecutado por la policía municipal.
“Yo compartí la única foto que tenía de él. A los 15 días, él quiso quitarme a la fuerza a mi hijo menor, como pude lo defendí, y mi hijo recibió un golpe por parte de su padre en el ojo por defenderme”, relata.
De nuevo, fue una persona externa, una señora que se encontraba ahí, quien le ayudó a protegerse, mientras el presunto agresor huyó en un taxi. Ese mismo día acudió al Ministerio Público a notificar lo que había sucedido, pero de nueva cuenta el hecho se limitó a sumar declaraciones, además del requerimiento de las actas de nacimiento de sus hijos para poder acreditar el parentesco y, eventualmente, cuando las autoridades recabaran evidencia, proceder.
“Me comentaron que ya iban a judicializar mi carpeta y nunca fue así; cada que iba a pedir informes me decían que regresara en 15 días”, refiere.
En ese ir y venir la tenían las autoridades cuando las agresiones, afirma, incrementaron:
“Mi expareja empezó a molestar todas noches en mi casa. Me apedreaba la casa, me insultaba, amenazaba con matarme a mí y a mi papá. Cada que él llegaba a molestar yo hacia el reporte al 911 y acudían, pero me decían que nunca lo veían, que sólo yo lo veía. La última agresión que tuve fue la semana antepasada, cuando me apunta con una pistola (miércoles 11) y yo acudo al MP, y es hasta ese momento que hicieron caso: le giran una orden de aprensión por todo lo sucedido, la cual le pertenecía ya a la policía investigadora”.
Mientras el mandato de captura estaba, y los agentes aseguraban no ubicarlo, Serafín, dice Laura, la molestaba vía Messenger de Facebook. Ahí reiteró que iba a matar a su exsuegro.
De un perfil apócrifo, dice, le mandaba fotos de armas y moños negros; además, videos en los que alguien hacía detonaciones. En uno de estos, al final una voz dice: “Qué lástima”. Laura lo sintió como un “qué lástima por lo que vas a sufrir”, pero lo que para ella es más significativo es que, asevera, se trata de la voz de Serafín. Remarca que es ese su timbre, inconfundible para ella tras 11 años juntos.
“Lo más triste fue el martes, cuando por fin cumplió sus amenazas y mató a mi padre. En verdad fue la noticia más desgarradora verlo en una foto con un balazo en la cabeza. Cada que cierro mis ojos es la primera imagen que tengo.
“Pero ahí no termina mi miedo, porque ya así vivíamos todos los días con miedo, sin dormir, pero él sigue libre. Aún siguen sus amenazas: amenaza con matar a mi madre, matarme a mí y a más integrantes de mi familia. Él no me deja vivir en paz”, recrimina Laura, quien insiste en temer por su vida, aunque, tras la reiteración de agresiones y la última muerte, el Ministerio Público finalmente le otorgó una medida con la intención de disuadir un ataque: vigilancia en su casa con patrullas.
“Mi caso lo hicieron menos”, sostiene como reproche, pero no oculta su temor.
Dice, además, que no se explica de dónde provienen los recursos para los múltiples chips de números telefónicos con los que la amenazan ni para lo que cree es la posible adquisición de armas.
“Al principio, cuando él y yo nos separamos, él trabajaba en el campo. Todavía lo mirabas fumigando, lo mirabas que andaba en las flores, porque él se dedicaba a fumigar, pero yo creo que de abril o mayo para acá, él ya dejó de trabajar en eso y ya no lo veías trabajando, ya nadie lo veía. Había semanas, y con esas palabras lo decíamos, que parecía que ‘la tierra se lo tragaba’, porque no se le miraba, y de un tiempo para acá lo empezamos a ver flaco, flaco y flaco, que llegó un tiempo, y digo, son 11 años los que yo viví con él, en el que yo ya no lo reconocía, de lo flaco que estaba.
“El día que él me apunta con un arma, él andaba en una moto. Yo no lo conocí de lejos y la moto venía súper fuerte y yo iba con otra compañera que sus niños van con mi hija. Incluso ella dijo: ‘jálate a los niños para acá porque ese de la moto viene muy fuerte’, pero yo no lo conocía, sino hasta que llega justo a la par mío y me grita: ‘cuídate, perra, porque te voy a partir tu madre’. Es cuando yo lo conozco”, recuerda.
Esa amenaza, reitera, ocurrió el miércoles 11 de octubre. Le apuntó la pistola en la cabeza.
Por el homicidio doloso en agravio de su padre hay dos probables responsables, según la imputación inicial de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo (PGJEH), que dio inicio a la carpeta de investigación NUC 01-2023-0281. Ambos, detenidos a 800 metros de la escena del crimen, tras la alerta a la policía sobre personas que tenían los rostros cubiertos y llevaban a un hombre mayor sometido. Un testigo refirió que huyeron rumbo a una milpa y en el operativo los localizaron saliendo de ese lugar. Uno de ellos traía una llave mecánica en sus pertenecías y una capucha negra.
No obstante, Laura cree que el autor intelectual es Serafín, porque él, insiste, se lo había descrito tal como fue, en un mensaje en el que alardeó: “‘el día que me traigan a tu padre encajuelado’; o sea, ya lo tenía todo planeado, cómo a él se lo iban a llevar, y pues así fue: a mi papá, que era taxista, le piden un viaje a Tepatepec, que fue cuando a él lo desaparecen”.
El Taxi, al principio no localizado, se encuentra en el corralón de Actopan. Ahí, además, iban documentos de la víctima, incluido el expediente de una carpeta de investigación que inició por robo, en la que refería la probable responsabilidad de Serafín.
Laura le pide al gobernador Menchaca y al encargado del despacho de la procuraduría, Santiago Nieto Castillo, “que hagan justicia, primeramente, por mi padre, porque no se merecía una muerte como tal; que nos hagan caso a personas como yo, que estamos en riesgo. Vienen a cumplir ya su labor, como ahorita que me resguardan, sí, pero tuvo que morir mi padre para que me escucharan.
“Cuando a mí me golpeó él, yo voy con los policías y me dicen: ‘es que te moviste de lugar’. Yo iba sangrando de la boca, yo iba llorando y aun así no hicieron nada. Es lo que yo les diría, que hagan caso cuando estamos vivos, cuando queremos ayuda, cuando imploramos, casi hasta lloramos, por ayuda, y no nos hacen caso. Cuando ya pasan estas situaciones, dicen: ‘no, sí hubiéramos hecho algo’, pero el hubiera no va a regresar a mi padre, y yo sigo en peligro. Él aseguró que no se va a ir de aquí hasta que no me mate a mí”, repite una y otra vez, con una certeza de que así puede ser.
Serafín P. C. tiene orden de aprehensión desde el miércoles previo al asesinato, el 11 de octubre, librada por violencia familiar, en seguimiento a la carpeta 01-2023-00726. Ante las autoridades no hay, en este momento, ninguna prueba que lo vincule con el homicidio doloso, por el que están los dos detenidos: un menor de 17 y otro que tiene entre 18 y 19 años –ambas edades fueron referidas en la audiencia inicial–. Los elementos de investigación no lo han ubicado, aunque él sigue comunicándose para decirle a Laura que la matará. Ella tiene miedo que la última de todas las amenazas se cumpla, como ha ocurrido con las anteriores.
Lleva semanas sin dormir, desde la primera amenaza. Por los mensajes y llamadas que ha recibido, más aquella confrontación la última vez que apedreó su casa, Laura asegura que el responsable de la muerte de su padre es su expareja: “dos están detenidos, sí, pero el autor intelectual, el que ha destruido mi vida y destruye la de mis hijos, porque los está violentado al no poder ir a la escuela ni participar en sus actividades, es él, y está libre, y se sigue burlando de nosotros, porque siguen sus amenazas; porque no le bastó matar a mi padre, todavía sigue martirizándonos con sus llamadas, y es un dolor tan grande que nunca se va a superar, porque yo cierro mis ojos y veo la foto de mi padre muerto con el balazo en la cabeza”.