Quién es Yesenia Nolasco
MÉXICO, D.F., 29 de julio.- ¿Qué ocurre cuando no se cumplen los acuerdos políticos? El caso de Yesenia Nolasco sirve para analizar una situación frecuente en nuestro país. A esta empresaria exitosa y guapa le empezó a interesar la política por la influencia de su padre, Domingo Nolasco Rojas, quien hace varios años se apuntó por el entonces Frente Cardenista para presidente municipal en Tehuantepec, Oaxaca. Luego de perder en esa ocasión, se volvió a lanzar por el partido Verde Ecologista, con igual resultado, y finalmente compitió en las elecciones de 2006 como candidato a diputado local por el partido Alternativa Socialdemócrata.
Yesenia es la penúltima de cinco hijas, y se interesó en la política cuando anduvo de coordinadora de campaña de su padre hace cuatro años. Antes se había dedicado a ejercer su profesión de abogada, litigando casos civiles, pero, desilusionada de la burocracia, aceptó una oferta de su padre y, junto con su marido canadiense (al que conoció cuando estudió en la Universidad Victoria de Canadá) abrió su propia empresa.
El negocio iba viento en popa, pero ella se preocupaba por la cantidad de mujeres que llegaban a pedirle trabajo sin la menor capacitación. Acostumbrada a “vivir bien”, como ella misma dice, Yesenia era consciente de los niveles de pobreza y marginación de su tierra, especialmente de la dura situación de muchas tehuanas, mujeres orgullosas y fuertes, pero con escasa formación para competir laboralmente. Ideó entonces una asociación civil, llamada Juana Catalina Romero (en honor a una emprendedora mujer que apostó por la educación como vía de progreso en Oaxaca), cuyo objetivo principal es dar esa tan necesaria capacitación para la autonomía económica en temas como computación, inglés, repostería y fabricación de bolsas. El estrecho contacto con esas mujeres intensificó su interés por cambiar las cosas y la inquietó por participar más políticamente.
En el contexto de esperanza de cambio que se empezó a gestar con la candidatura de Gabino Cué, Yesenia respondió a una convocatoria de una candidatura ciudadana para competir por la presidencia municipal de Santo Domingo Tehuantepec. Ella, que no está afiliada a ningún partido, se inscribió como precandidata junto con otra mujer y cuatro hombres de distintos partidos. Tuvo 10 días de precampaña, Gabino visitó el istmo, y la alianza decidió que seleccionaría a su candidato por Tehuantepec a quien estuviera mejor posicionado según las encuestas, formato que acordaron solamente tres de entre todos los demás municipios.
Se llevaron a cabo dos encuestas, una de Parametría y otra de la Universidad Vasconcelos, y ambas colocaron a Yesenia como la mejor posicionada, con un alto margen de ventaja (el precandidato que la seguía estaba 15% más abajo). Feliz por este primer triunfo, Yesenia se presentó a entregar los papeles y formalizar su candidatura. Pero, ¡oh sorpresa! Minutos antes de cerrarse el plazo de registro, a la medianoche, le informaron que ya no había quedado registrada. ¿Qué pasó? Parece que los partidos de la alianza se habían “repartido” el territorio, y Tehuantepec le “correspondía” al PAN. Cuando la alianza decidió que esta candidatura se definiría vía encuesta, nadie imaginó que Yesenia ganaría. En el último momento se optó por imponer al panista, atropellando el acuerdo y negándole su triunfo a la tehuana.
¿Qué ocurrió después? En Tehuantepec perdió la alianza. Mucha gente, enojada porque Yesenia no fue la candidata, votó sólo por Gabino, pero no por el candidato a presidente municipal. No ganar en ese municipio fue el precio de los pactos internos que rompieron un acuerdo público y le robaron la candidatura a quien legítimamente la había conquistado y que tenía muchas posibilidades de triunfar.
Ahora bien, me interesa el caso de Yesenia Nolasco como ejemplo de que para las mujeres que están ingresando a la política no basta con exigir cuotas o cambiar leyes. El reto pasa por garantizar una nueva forma de hacer política, que respete acuerdos y reglas del juego. Creo que es imprescindible dar a conocer estas situaciones para favorecer una reflexión en el interior de las instancias de decisión partidaria y que quienes estuvieron involucrados en la jugada contra Yesenia se den cuenta de que ese tipo de acciones funcionan cada vez menos y tienen un resultado adverso.
En nuestro país el número de presidentas municipales es bajísimo: alrededor de 4.5%. Este déficit escandaloso en esos espacios de poder local no se da en las regidurías, donde 40% de los puestos los ocupan las mujeres. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que una regiduría es el puesto desde donde se opera mucha de la talacha de un municipio, pero no es un escalón previo a la presidencia municipal. Se aprovecha que las mujeres son chambeadoras, pero no se favorece que lleguen a mandar. Ocurre, como con Yesenia, que las aspirantes a presidentas municipales tienen mucho arraigo en sus comunidades, pero a la hora de la hora los machos de los partidos imponen a sus candidatos. Ojalá que los partidos cobren conciencia de que el cambio igualitario que enuncian en sus discursos debe ser sustentado en prácticas distintas y en respeto a los acuerdos. Por lo pronto, vamos a estar muy atentas a ver qué rumbo toma Yesenia Nolasco.