Cuernavaca: el basurero y la ineptitud

viernes, 27 de agosto de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 27 de agosto.- Al imperio de la basura moral –el crimen y el terror– que desde la muerte de Arturo Beltrán Leyva se ha ido apoderando de Morelos, se ha sumado otro: el de las miles de toneladas de desechos que diariamente la ciudadanía produce y que desde que el priista Manuel Martínez Garrigós llegó a la presidencia del municipio de Cuernavaca no se ha resuelto  satisfactoriamente, a pesar de que era una prioridad de sus promesas de campaña. 

Este muchacho ha puesto una vez más en evidencia que la vuelta al poder que para 2012 pretende el PRI será terrible. Formado en las filas de ese partido y dueño de un estilo de gobierno que el PAN aprendió de él –la propaganda, la simulación, la improvisación populista y la arbitrariedad–, Martínez Garrigós ha dilapidado su capital político en poco más de un año de gobierno.

1) Contra la oposición de una gran parte de la ciudadanía y del sentido común (aún recuerdo la manera sorda y condescendiente con la que escuchó mis argumentos contra la inoperancia de un segundo piso en la Avenida Plan de Ayala, y la simulada amabilidad con la que recogió los documentos que al respecto le llevé), se empeñó en realizar el proyecto que recientemente la SCT canceló “por carecer de estudios técnicos”. 

2) No sólo el 14 de abril –junto con el gobernador Marco Antonio Adame, cuya característica es la grisura– decidió aceptar el toque de queda que el narcotráfico dictó a través de internet, sino que a partir de entonces las balaceras, los descuartizamientos, las quemas de antros, las muertes de policías y las “bajas colaterales” no han dejado de sucederse en Cuernavaca. 

3) Para colmo de males, en su pleito contra la compañía PASA, encargada de la recolección de la basura doméstica, ha ahondado ese problema que nos heredaron tanto los gobiernos panistas como la incultura ciudadana en relación con los desechos. 

La promesa de campaña a la que me he referido y que, dijo, cumpliría en cuanto llegara al poder, fue cerrar el relleno sanitario que su antecesor, el panista Jesús Giles, construyó, contra toda razón científica, en una zona de alto riesgo, y crear otro que cumpliera con las normas de seguridad ambiental. Lejos de ello, se ha enfrascado en un pleito con la compañía PASA y, frente a la ineficiencia del propio gobierno para la recolección y reciclado, ha hecho que el problema empeore.

Martínez Garrigós, al igual que no quiso escuchar nada sobre la inoperancia de un segundo piso –fue la improvisación la que lo salvó de su sordera–, ha olvidado también que el problema de la basura no es tanto PASA como el uso que se hace del relleno sanitario de Loma de Mejía –a donde los propios camiones del municipio han ido a depositar mezcladas las toneladas de basura que, hasta el momento en que escribo, logran recolectar.

La administración del relleno sanitario de Loma de Mejía, ya sea por parte de PASA o del municipio, es, a causa de su ubicación –una zona de alta permeabilidad–, un problema de salud pública cuya amenaza no se ve, como la basura depositada en las calles, pero cuyas consecuencias –a causa de que arroja en él mezclada– serán nefastas para la ecología y la salud, ya que los rellenos sanitarios son buenos cuando se deposita en ellos sólo 10% de la basura recogida y se produce un reciclaje de otro 90%: basura orgánica, vidrio, papel, cartón y metal. 

Con su habitual arrogancia, Martínez Garrigós ha politizado el problema. La basura, la incultura de los ciudadanos en relación con el reciclado de sus desechos, los abusos, la falta de cuidado de la empresa PASA –que no ha cumplido con los requerimientos que implica el procesamiento de la basura–, la sospecha de que es un negocio de su antecesor Jesús Giles y de la corrupción del panismo, le han servido no para ir a la raíz del asunto, sino para un revanchismo partidista. 

A falta de una propuesta política ambiental –misma que no tiene ni para la vialidad ni para la delincuencia–, Martínez Garrigós pretende gobernar golpeando a sus enemigos, pretende rehacer lo que ya no existe de su capital político, con lo que en su campaña mediática funcionó: culpar a sus antecesores de lo que ahora es incapaz de revertir, minimizar su propia ineptitud juzgando la ineptitud de los otros. El resultado son las pilas de basura mezclada que se acumulan en las calles o en un relleno sanitario mal ubicado y mal usado como el signo ominoso del desprecio y de aquello en lo que la vida política se ha convertido.

Si Martínez Garrigós construyera un buen relleno sanitario, cerrara el de Loma de Mejía y obligara a PASA y a la ciudadanía a hacer una división de los desechos y un reciclado de los mismos, no sólo cumpliría una promesa fundamental de su campaña, sino que desarrollaría una verdadera política ambiental en lo que a los desechos se refiere, y abriría la posibilidad de crear fuentes de trabajo: empresas de reciclado –cartón, vidrio, papel, metal y composta–. Pero ha preferido la improvisación y, con la arrogancia de los que están de vuelta en el poder, gritarnos que lo único que importa a los políticos es hacer del gobierno un modo de vida tan contraproductivo y mortal como la basura que mezclamos cada día en nuestras casas e, incapaces de procesarla, arrojamos a la calle para no verla.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a todos los presos de la APPO y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.

 

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