Los caminos del éxito

viernes, 25 de noviembre de 2011 · 19:20
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Diversas circunstancias me llevaron a participar en una conferencia sobre desarme y no proliferación nuclear a la isla de Jeju, en Corea del Sur. El tema cala hondo en aquella parte del mundo. Nagasaki, donde se lanzó la segunda bomba nuclear en 1945, se encuentra sólo a cientos de kilómetros de distancia. De otra parte, la península coreana está ocupada por dos Estados; el otro, Corea del Norte, ha provocado consternación e ira internacional al haber abandonado el Tratado de No Proliferación y desarrollado bombas nucleares. A pesar de la difícil situación regional, durante la reunión no dominó un ánimo de confrontación. Por el contrario, se puso énfasis en políticas de acercamiento entre las dos Coreas y búsqueda de medidas para creación de la confianza. Hubo un llamado urgente a favor de la reanudación de negociaciones en el seno del llamado grupo de los seis (China, Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos, Japón y Rusia). Se sabe que el actor clave es China, pero igualmente se toma en cuenta que el comportamiento de los dirigentes norcoreanos puede ser muy imprevisible. Terminada la conferencia me quedé algunos días en Seúl para ver un poco de la vida en ese país considerado un verdadero milagro de desarrollo industrial post-tardío. Su comercio internacional alcanzó un billón de dólares el año pasado; una cifra muy respetable tomando en cuenta los problemas en la economía internacional debidos a la crisis financiera. En los años cincuenta, al terminar la guerra que dejó devastado al país, Corea era un país agrícola, empobrecido, cuyo ingreso per cápita se encontraba por debajo del de México. En 50 años, ese país de 48 millones de habitantes y del tamaño del estado de Oaxaca, es la décima economía del mundo; sus exportaciones, formadas principalmente por bienes intensivos en capital, son reconocidas por la buena calidad y el uso de tecnologías de punta. Firmas como Samsung, LG, o la acerera POSCO (la segunda del mundo y la más grande de Asia) nos hablan de la nueva Corea. El ingreso per cápita ya alcanza los 20 mil dólares anuales. Seúl deslumbra por los numerosos, altos y bien diseñados edificios, el trazo de sus avenidas y las multitudes que recorren las calles, sobre todo, después del anochecer. Allí conviven formas tradicionales y modernas de ejercer el comercio. En el mercado de Namdaemun, uno de los más grandes del mundo, lleno de colorido y olores coreanos, se encuentran los productos más diversos. Cientos de coreanos, chinos y japoneses se arrebatan la ropa para el invierno acumulada sobre los mostradores o en montones sobre el suelo; los costos son muy bajos. También se encuentran todo tipo de comestibles y hierbas. Un anciano, con inglés elemental pero al que entiendo, me convence de comprar varias cajas de Ginseng rojo. Me asegura que con ello mantendré la salud y la juventud, yo prefiero creerle. Un poco más adelante, a unas cuantas cuadras, la tienda de departamentos Avenuel, con un elegante diseño art deco ofrece las firmas europeas más prestigiadas. La clientela es, desde luego, menos densa que en el mercado pero todavía muy numerosa. Me llama la atención un nutrido grupo de mujeres que hacen cola para ser atendidas en Prada que anuncia su nueva línea de bolsas. Ninguna debe costar menos de 500 dólares; el poder de compra es muy alto, me digo, y sonrío al darme cuenta hasta donde el lujo regresa de Occidente a Oriente. Hay diferencias sociales pero la impresión general es de una sociedad donde el bienestar alcanza a la mayoría: no hay mendicidad, no hay “homeless” y aún menos niños de la calle. Los servicios púbicos de transporte son impecables. El metro, que conecta con trenes suburbanos de alta velocidad va, literalmente, a todas partes. Trato de indagar sobre los motivos del éxito. La respuesta es coincidente: en primer lugar, la educación. Corea del Sur ha mostrado una verdadera obsesión por elevar rápidamente los niveles educativos del país, vinculando, además, el logro educativo con el ascenso en la escala social. Las largas jornadas en las instituciones de educación básica y secundaria ponen un fuerte énfasis en inglés, matemáticas y ciencias duras, como condiciones iniciales para crear un amplio contingente de ingenieros y tecnólogos. Corea obtiene las mejores puntuaciones en los exámenes internacionales de conocimientos, como la famosa prueba PISA. El examen de ingreso a la universidad es visto como un verdadero punto de transición en la mayoría de familias coreanas. Quienes obtienen la puntuación más alta ingresan a las universidades de mayor prestigio. Esto se considera un gran logro, no sólo porque asegura la obtención de mejores empleos, sino porque satisface el orgullo y el respeto que los coreanos sienten por la educación. El segundo motivo de éxito es el esfuerzo invertido, tanto por el sector público como el privado, en el desarrollo de la ciencia y la tecnología. En un tiempo muy corto, el país ha logrado transitar hacia la innovación tecnológica propia vía la endogenización del cambio técnico. En la actualidad, la estructura de la investigación y desarrollo en Corea se asemeja, y en muchos aspectos supera, a la de los países llamados de primer mundo. Corea pertenece al selecto grupo de países de la OCDE que invierten proporciones superiores al 3% del PIB en investigación y desarrollo, sólo un poco por debajo de Suecia, Finlandia y Japón. Salgo de Corea con buen ánimo. Teniendo como trasfondo las malas noticias que llegan sobre la situación de la economía en los países avanzados occidentales, reconforta encontrar caminos por los que países como Corea han transitado exitosamente. México, que tantas frustraciones ha sufrido en su búsqueda de desarrollo, tiene en Corea lecciones que aprender. Me llevo grabado el comentario: la prioridad es la educación.

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