Amalia de Castillo Ledón, recuperada

jueves, 3 de noviembre de 2011 · 21:42
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Durante el siglo XX se dio el lento acceso de las mujeres a la vida política en México. Muchas de las precursoras están hoy en el olvido, y la historiadora Gabriela Cano se ha propuesto subsanar ausencias relevantes. Así, ha investigado la vida de algunas figuras paradigmáticas de la lucha por los derechos de las mujeres en nuestro país. En su libro más reciente, titulado Amalia de Castillo Ledón: mujer de letras, mujer de poder, y publicado en la colección Lecturas Mexicanas del FCE, Cano ofrece no sólo un estudio introductorio sobre la rica trayectoria de esta notable mujer, sino que además recopila una muestra de sus escritos políticos y sus obras teatrales. Hoy en día algunas personas recuerdan a Amalia de Castillo Ledón como la figura clave en la obtención del voto femenino, pero la mayoría desconoce su interesante faceta feminista, su vocación literaria y sus múltiples aportaciones en el campo de la diplomacia. Para Gabriela Cano, Amalia de Castillo Ledón (como ella firmaba) fue la mexicana con mayor visibilidad política a mitad del siglo pasado. Por eso decidió darla a conocer más, ya que “su protagonismo e influencia en el escenario público nacional e internacional se extendió a lo largo de varias décadas cruciales de la historia del siglo XX”. Amalia de Castillo Ledón (ACL) echó a andar múltiples proyectos culturales y educativos, se desempeñó en cargos relevantes y jugó un papel diplomático destacadísimo en una época en que las mujeres no tenían un desempeño público. Nació en Tamaulipas en 1898, y como Amalia González Caballero tuvo una formación inicial en humanidades. Casada con el historiador Luis Castillo Ledón, logró tener un matrimonio atípico para la época, pues delegó sus labores domésticas para trabajar fuera de la casa. Sus tres campos principales de intervención fueron el sector público, la dramaturgia y el feminismo. Su trayectoria en la administración pública fue larga y fructífera. A lo largo de más de 20 años, ACL organizó actividades culturales y educativas para sectores vulnerables o desprotegidos; concibió proyectos de previsión social; fundó centros para obreras y obreros donde se impartían cursos nocturnos de alfabetización, actividades artísticas y deportivas, e impulsó talleres de diversos oficios. Su interés por la situación de las mujeres la llevó a ser nombrada en 1939 la representante de México ante la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM). Más tarde, López Mateos la designó subsecretaria de Asuntos Culturales de la SEP, lo que la convirtió en la primera mujer en ocupar el rango de subsecretaria. Fue embajadora, y su carrera diplomática la coronó en 1947 como presidenta de la CIM. Esto reafirmó su perfil de líder internacional en el campo de los derechos de las mujeres. Tal vez su mayor logro fue el trabajo de cabildeo y alianzas que logró con otras diplomáticas latinoamericanas para que la ONU reconociera de manera explícita la igualdad entre mujeres y hombres. Su pasión por el teatro la llevó no sólo a escribir obras, sino a promover espectáculos teatrales al aire libre y en carpas. Alentó un teatro de “masas” para públicos populares. Con un subsidio especial, creó La Comedia Mexicana, proyecto inspirado en la Comedia Francesa, que reunió a muchos dramaturgos y llevó a escena piezas teatrales de un grupo de mujeres, entre las que se encontraba ella misma. En este libro, la historiadora Cano da cuenta de las tramas de las obras de ACL y destaca que estaban centradas en personajes femeninos. A mí la investigación de Gabriela Cano me descubrió el lado más feminista de ACL. En 1934, poco antes del gobierno de Cárdenas, funda el Ateneo de Mujeres, espacio que reúne a las escritoras e intelectuales del momento y del cual será presidenta de 1934 a 1948. Uno de los objetivos que el Ateneo se formuló fue que “el prestigio de las consagradas abriera el camino a las principiantes”. Su manera de unir esfuerzos para adquirir visibilidad fortaleció al Ateneo, que tuvo una vida mucho más larga que la del Frente Único Pro Derechos de la Mujer, que se creó en 1935. Ambas organizaciones coincidían respecto a la ampliación de los derechos de las mujeres, pero el frente se disolvió recién terminado el cardenismo. Su liderazgo a favor de los derechos de las mujeres lo desarrolló ACL tanto en el ámbito de los organismos internacionales como dentro de las estructuras del Estado. Luego de que la iniciativa del general Cárdenas de instalar el sufragio femenino fuera saboteada al no publicarse en el Diario Oficial –y, por lo tanto, no entrar en vigor–, la reforma al artículo 34 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos aprobada el 18 de julio de 1938 por el pleno de la Cámara de Diputados, ACL logró articular a distintos grupos en la Alianza de Mujeres de México, vinculada estrechamente al PRI. Así se logró que Ruiz Cortines aprobase el voto femenino el 17 de octubre de 1953. Mucho hay que descubrir de esta interesantísima mujer, como bien señalaron Sabina Berman, Cecilia Soto, Genaro Lozano y Consuelo Sáizar en la presentación que, hace unos días, se realizó de esta obra en la librería Rosario Castellanos. El libro ya está circulando y vale la pena conocer a una feminista a la que tenemos tan injustamente olvidada.

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