El costo de las incompetencias

martes, 27 de diciembre de 2011 · 19:19
Este año se cierra con hechos deplorables, avistando un escenario muy complicado. Las demostraciones de un autoritarismo crecido y desmedido de parte de algunos gobiernos estatales y del federal, la hechura de programas orientados a etiquetar sin más como delincuentes a los jóvenes, sean éstos estudiantes o no, la polarización que ya presentan las campañas electorales entre sólo dos posiciones políticas abismales, y un panorama de gran incertidumbre en el contexto mundial, dan muestra de lo que se puede dejar venir de forma convulsiva. La perspectiva de un nueva recesión y crisis financiera en los países otrora desarrollados que impacte la economía mexicana y contraiga la llegada de capitales, catapulte la fuga de divisas, eleve la inflación y los precios de los alimentos y servicios fundamentales está pendiendo de un hilo, y su impacto puede echar por la borda las posibilidades que se han considerado de un mejoramiento sustancial de la economía en los próximos años. El asesinato de los dos estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, ubicada en Ayotzinapa,Guerrero, Gabriel Echeverría de Jesús y JorgeAlexis Herrera, es el resultado del constante golpeteo que ha sufrido desde hace años ese tipo de centros de estudio, con la idea de mercantilizarlos y de que, como declaró recientemente el aún secretario de Educación, Alfonso Lujambio, deberían mejor desaparecer porque no hay para sus egresados mayores expectativas de trabajo, cuando lo que más hace falta en el país son maestros que puedan desarrollar sus labores en las poblaciones campesinas. Las pifias de la ignorante clase política y sindical que ha buscado convertir estas escuelas en institutos de comercio y administración dan cuenta del nivel al que se les ha rebajado. La brutalidad policiaca, los enredos gestuales y discursivos del gobernador de Guerrero, la negligencia para atender el caso de los estudiantes asesinados, y todas las evidencias que ya se han conocido, dan cuenta de la revoltura de responsables que involucran al SNTE, al gobierno federal y al local y a otros tantos, y de que el problema, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, quedará en la tristeza de los familiares de los muertos, pero no en la justicia. Ante el incremento de población joven sin empleo y sin escolaridad, y con el atraso de reformas educativas que hagan posible enfrentar el terrible nivel de deserción y reprobación que se tiene año con año entre quienes cursan la secundaria y el bachillerato, con la equivocada manera de imponer un atrasado y mal planeado curriculum por competencias en la secundaria, en la educación media superior y aun en la superior (copia mal calcada de lo que se organizó en la Unión Europea), se padece de una suerte de tendencia inversamente proporcional, porque entre más se insiste en que las competencias deben ser el eje de los nuevos esquemas de trabajo docente y educativo, más resultan evidentes las incompetencias de quienes las promueven. Incompetencia también en lo político de parte de aquellos que se ufanan de ser los más experimentados por sus años en el servicio público, pero que están vacíos de propuestas y de oficio. Y luego, una reforma constitucional al artículo 24 que abre las puertas de las calles y las escuelas a una sola Iglesia, como si fuera ésta la única, lo que permite dar rienda suelta a la desigualdad entre las creencias y al monopolio del saber sólo desde determinados valores. Y la negativa a que se restablezca la filosofía en el bachillerato, y los trampolines que se reproducen en la SEP para impulsar a nuevas posiciones políticas y económicas a los más ineptos, y también el código de conducta que se quiere echar a andar, por ejemplo, en el Distrito Federal, promovido por los más corruptos representantes que se han tenido en el ámbito de la SEP federal en la ciudad, con el que se pretende criminalizar a los alumnos antes que hacer reformas sustanciales que prevean y formen para una ciudadanía íntegra y participativa. La carreta jalando a los bueyes. Da para mucho más hacer el recuento del saldo de las incompetencias de los políticos con las que se llega en este fin de año fatídico. Da para mostrar que las incongruencias en la lectura y la escritura, en la comprensión de la realidad, en la manera como se considera el ejercicio de una ubicación de responsabilidad pública, pueden conducir al uso de la sinrazón y de la represión que asesina inocentes, echar a perder a generaciones enteras, y hacer sufrir a millones de mexicanos. Está a la vista, pues, que la incultura y la incompetencia son causales de desgracias y de equivocaciones reiteradas, pero que siempre será peor que se les aguante o que se les ignore, porque entonces la complicidad se hace extensiva e irracional. Evitemos entonces que sigan llegando y escalando posiciones especímenes políticos ignorantes e incompetentes, porque lo único que vamos a tener serán seis años más de lo que ha ocurrido en estos días. Lo peor no es equivocarse, sino empecinarse en volver a hacerlo.

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