In memoriam

miércoles, 20 de abril de 2011 · 01:00

MÉXICO, D.F., 20 de abril (apro).- Desde hace más de tres años, familias enteras recorren el país como si fueran un pueblo nómada en busca de sus muertos. Algunas los han encontrado en las fosas clandestinas de Guerrero, otras en Morelos, unas más en el Estado de México… Y cada vez que saben de una nueva fosa descubierta, acuden a las morgues o a los servicios médicos forenses para ver si reconocen a sus familiares entre los cadáveres apilados.

         Estas familias trashumantes tienen la esperanza de encontrar a su gente para darle buena sepultura y cerrar su duelo, pero la mayoría no puede hacerlo y siguen peregrinando por los 22 estados donde se han descubierto –desde el año 2007– 156 narcofosas con 647 cuerpos, según el recuento que presentaron los reporteros Daniela Rea y Antonio Baranda en el diario Reforma.

         El año pasado, en un respiradero de una mina en Taxco, Guerrero, se descubrió la fosa clandestina mas grande desde los tiempos de la guerra sucia. Fueron 55 los cuerpos que se rescataron, y decenas de familias de Morelos, Puebla, Distrito Federal, Estado de México, Querétaro, Nayarit y Guerrero acudieron a las morgues de Iguala y Taxco con la esperanza de encontrar a sus familiares perdidos desde días, semanas o meses atrás.

         La ubicación de la fosa clandestina se conoció por la confesión de un joven sicario que estaba al servicio del cártel de los Beltrán Leyva, quien había participado en el sacrificio de varios de los hombres que fueron lanzados en el respiradero con una profundidad de 150 metros.

         La imagen de ese entonces era desgarradora y aún más las historias. Con coraje, muchos decían que las autoridades acusaban a sus desaparecidos de estar vinculados con el narcotráfico y que por eso los habían asesinado.

Uno más contó que su padre vendía plata en Tlalnepantla y que había ido a Taxco a comprar joyería, pero nunca regreso.

La estigmatización de los muertos era vergonzante, pues incluso por el rastro de un tatuaje ya se les consideraba delincuentes.

En la morgue de Chilpancingo, un médico forense narró el peregrinar de la gente que llegaba para tratar de reconocer algunos de lo cuerpos que ya estaban en descomposición.

“Vienen familias enteras. La mayoría dicen que su gente ya no regresó a casa un día y tratan de identificar cualquier seña familiar en los cuerpos, pero muchos cadáveres ya ni siquiera pueden ser reconocidos porque los desmembraron con una fuerza inusual.

“Creo que no hay en la historia de la medicina forense casos como los que he visto. Al principio pensaba que lo hacían bajo el efecto de una droga, pero a veces creo que lo hacen de manera natural para ellos. Cuando me toca limpiar uno de estos cuerpos, les rezo una oración, porque seguramente murió con la angustia y el terror, sin que nadie les pudiera dar una despedida”.

Estas historias se vuelven a repetir. En 80% de las entidades se han encontrado nuevas fosas y, de acuerdo con versiones de periodistas locales, en Tamaulipas aún falta por descubrir muchas más en las que Los Zetas han lanzado a decenas de personas –de las cuales muchos son migrantes– que levantaron sólo para evitar que el cartel del Golfo los pudiera reclutar.

La desaparición de miles de personas en los últimos años – 10  mil extraoficialmente– nos da una preocupante señal de que en el futuro habrán de descubrirse nuevas fosas clandestinas en diversas regiones del país.

Históricamente este hecho quedará como parte de una guerra entre narcotraficantes y la ausencia de una estrategia gubernamental efectiva para combatir al crimen organizado.

Habrá necesidad de construir bases de datos por parte de organizaciones civiles donde se recopilen los nombres y toda la información de los desaparecidos, pero que además se haga público. Esto para que no quede en el olvido ni en la impunidad.

También habrá de hacerse una recopilación de la memoria de los muertos inocentes en esta guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón desde el inicio de su gobierno.

La memoria es importante, porque sin ella la sociedad pierde rumbo, y eso de alguna manera es lo que está ocurriendo en estos días de violencia y muerte en todo el país.

 

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