Deber de memoria

sábado, 9 de abril de 2011 · 01:00
La marcha del miércoles pasado, que expresó el dolor y la indignación de miles de ciudadanos en todo el país, es un hecho trascendente. El silencio y la pasividad son indicadores del terror, la despolitización, el hartazgo y la frustración, y la convocatoria de Javier Sicilia vinculó y movilizó a personas de distintas trayectorias y pertenencias grupales. Pierre Nora dice que después de una conmoción o una tragedia aparece la memoria comunitaria y se instala lo que él denomina el “deber de memoria”: el esfuerzo para que no se olvide lo ocurrido. Lo que está  demostrando Sicilia, entre otras cosas, es la fuerza de su deber de memoria, no sólo con su hijo, sino con todos los demás inocentes sacrificados.  Javier Sicilia encarna lo que hoy más nos duele y preocupa a los mexicanos, y al posicionarse como una de las tantas víctimas del horror que vivimos, el poeta se volvió una especie de conciencia colectiva. Hay veces en que la barbarie suscita formas nuevas  de organización, y el espíritu cívico de esta marcha, convocada fuera de las vías tradicionales de movilización –partidos y sindicatos–, se perfila como un filón promisorio para lo que Sicilia propone: “devolverle la dignidad a esta nación”. Y así como el compromiso cívico, la voluntad de comunicación y la acción ciudadana son formas de la palabra compartida, no hay que olvidar que también necesitamos la poesía. Por eso suscribo el exhorto que Miguel Ángel Granados Chapa le hizo a Sicilia de que por favor no deje de escribir. Y además de sumarme a quienes lo acompañan desde el corazón en estos momentos, yo quisiera darle las gracias a Javier Sicilia por la forma en que ha encauzado su atroz sufrimiento en una acción pública que incluye a todos los que han padecido una tragedia similar. Para ello traigo a cuento un poema de  Luis Cernuda, titulado 1936, que Carlos Monsiváis me descubrió hace tiempo y que  inicia diciendo:   Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, Cuando asqueados de la bajeza humana, Cuando iracundos de la dureza humana: Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.   Sigue el poema rememorando a un combatiente de la Brigada Lincoln durante la Guerra Civil en España, y concluye:   Gracias, Compañero, gracias Por el ejemplo. Gracias porque me dices Que el hombre es noble. Nada importa que tan pocos lo sean: Uno, uno tan sólo basta Como testigo irrefutable De toda la nobleza humana.   Yo te doy las gracias, Javier, por tu ejemplo.   l    
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