El abucheo
MÉXICO, D.F. (apro).- De nueva cuenta, las televisoras le bajaron el volumen al abucheo que miles de mexicanos le propinaron al presidente Felipe Calderón, el pasado domingo 10, cuando fue anunciada su asistencia en la final del Mundial Sub-17 y, luego, cuando entregó la copa de campeones del mundo en el estadio Azteca.
Antes de iniciar el juego en el coso de Santa Úrsula, propiedad de Televisa, el sonido local anunció la presencia de Calderón, quien ante las cámaras apareció sonriente, quizá esperando un aplauso, luego de que en las últimas encuestas hubo una percepción favorable en torno de su imagen, sobre todo después del diálogo que sostuvo en el Castillo de Chapultepec con los integrantes del Movimiento Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad, que encabeza el poeta Javier Sicilia.
Sin embargo, para su sorpresa y la de sus estrategas de imagen, se oyó fuerte el abucheo de miles de asistentes a la final México-Uruguay, pero, como ha ocurrido en otras ocasiones, la televisora bajó de inmediato el volumen del sonido, para que se perdiera a los pocos segundos con la algarabía del inicio del partido.
En el transcurso de los 90 minutos de juego, las cámaras pasaron varias veces a Calderón junto al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, disfrutando del encuentro y celebrando los goles del seleccionado mexicano.
Tras culminar el partido con el triunfo de los jóvenes mexicanos, el Ejecutivo tomó su lugar para felicitar a los jugadores y entregarles su medalla. Casi sin tomarlo en cuenta, los llamados nuevos “niños héroes” lo saludaron, y a uno de ellos casi lo jaló para darle un abrazo. Era evidente que no quería dejar pasar la oportunidad de capitalizar el triunfo de México y mostrarse también como un triunfador, aunque fuera sólo como invitado.
No obstante, cuando entregó la copa, nuevamente recibió una rechifla y el abucheo de los miles de asistentes que festejaban el histórico triunfo del balompié juvenil. Fue cosa de instantes, porque al entregar la Copa, los jóvenes la levantaron y la gente comenzó a festejar. Una vez más, la televisora le bajo al sonido por unos segundos, y lo recuperó cuando las miles de gargantas reunidas en el estadio Azteca festejaron al unísono la victoria futbolera.
Desde 1976 no se había visto algo similar. Aquel año, al iniciar el campeonato mundial de futbol, el presidente Miguel de la Madrid también fue abucheado por miles de mexicanos inconformes con la crisis que entonces se vivía, así como por las devaluaciones y la corrupción oficial.
Hoy, México sufre una nueva crisis, y los mexicanos ven a Calderón como el responsable, a pesar de que en las encuestas oficiales se quiera reflejar lo contrario.
Un día después del partido, Felipe Calderón invitó a los futbolistas a Los Pinos, y mientras aprovechaba los saludos soltó una frase que cuatro años antes ya había dicho, cuando los participantes en el Mundial Sub-17 ganaron por primera vez la copa en Perú.
“México ya no será el mismo”, dijo el panista con un gesto de triunfo.
Pero Calderón muestra ya las primeras señales del ocaso de su gobierno, pues conforme pase el tiempo se irá debilitando, hasta llegar a un nivel de nulidad en la toma de decisiones. Cada vez más, la dimensión de los errores que ha cometido a lo largo de su administración crecerá en la percepción social, en el efecto concomitante hacia su partido y en el candidato panista a la presidencia de la República.
Y es que si en este momento, cuando aún goza de cierta simpatía en algunos sectores sociales, fue doblemente abucheado en el estadio Azteca, seguramente el rechazo aumentará, pues no se ve cómo Calderón pueda dar una salida a la crisis social y de seguridad que avivó con decisiones febriles, como sacar al Ejército a las calles para enfrentar al crimen organizado, sin tener una estrategia social definida.
La estrategia de imagen que Calderón sigue para construir percepciones a su favor, como pretendió hacerlo con los jóvenes de la Sub-17, o como también lo quiso hacer con el dialogo en el Castillo de Chapultepec, tratando de dar una imagen de presidente democrático, sensible y cercano a la gente, está destinada al fracaso, porque la realidad es diferente y opuesta a sus intenciones.
Lo más grave es que en el ocaso de su gobierno, Felipe Calderón ha aceptado un reclamo que le hizo Julián Le Barón en el diálogo con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Ese día, el agricultor menonita le pidió cambiar su estrategia militar de guerra contra el narcotráfico, dar un mensaje al mundo, en el sentido de que es capaz de rectificar el camino, y no pasar a la historia como “el presidente de los 40 mil muertos”.
La respuesta del presidente de México fue contraria. Dijo que no variaría en su decisión, y con ello quizá estaba escribiendo el epitafio de su gobierno.