Strauss Khan, Assange, News Corp., escándalos de un año
MÉXICO, D.F. (apro).- Infidelidades, espionaje, abuso de poder, presunto abuso sexual, crímenes, corrupción, revelación de secretos y mentiras develadas ante el Big Brother multimediático. Los elementos clásicos del escándalo político-mediático, la gran invención del periodismo anglosajón desde el Watergate de los años setenta, se reprodujeron en este 2011 en el ámbito financiero, político y periodístico.
El escándalo del cantante mexicano Kalimba, en enero de 2011, o los chismes de la paternidad encubierta del Governator Arnold Schwarzenegger, o las fotografías de adolescencia tardía de Carlos Loret de Mola en unas cabañas sin glamour, empalidecen frente a la trama de casos como el de Dominique Strauss Khan, exdirector general del Fondo Monetario Internacional.
El exprecandidato presidencial francés adquirió notoriedad mundial no por sus tesis económicas, sino por un supuesto “asalto sexual” a una empleada del hotel Sofitel de Nueva York, uno de los más exclusivos de Manhattan.
Tan impactante ha sido el desenlace de este escándalo que el director Abel Ferrara (El Rey de Nueva York, Un Maldito Policía y Secuestradores de Cuerpos) prepara para este 2012 una versión cinematográfica con Gerard Depardieu como posible encarnación de Strauss Khan. Siempre y cuando no vuelvan a acusar al célebre actor francés de incontinencia urinaria en un avión.
Espionaje, redes sociales y secretos divulgados en el mayor tsunami informativo de la historia contemporánea también están detrás del caso de Julian Assange, el enigmático ciberactivista de origen australiano, fundador de Wikileaks, acusado de presunto intento de violación por Anna Ardin y acoso sexual por Sofía Willen, amiga de la primera.
No pudieron llevar a Assange a los tribunales por divulgar los cables diplomáticos del Departamento de Estado, pero lo encumbraron a la categoría de sex symbol con un expediente que también planea llevarse al cine.
Y para que viviera una sopa de su propio chocolate, el octogenario magnate australiano-norteamericano, Rupert Murdoch, versión moderna del Ciudadano Kane del periodismo sensacionalista, fue el epicentro de un escándalo mayúsculo de espionaje telefónico y corrupción policiacas que llevó al cierre de su semanario británico, News of the World, y colocó al dueño de la Fox y accionista de The Wall Street Journal en el banquillo de los acusados.
La trama del caso News aún dará mucho de qué hablar en 2012 y, sin que exista aún una versión cinematográfica en puerta, la legendaria serie animada de Los Simpson ya descafeinó con su humor ácido una parte de este episodio del empresario que hizo de la intrusión a la intimidad de los famosos el eje de su negocio.
Caso Strauss Kahn, linchamiento y complot
El 14 de mayo fue detenido en el aeropuerto JFK de Nueva York el entonces director general del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss Khan, acusado de “asalto sexual, intento de violación y secuestro”, por Diallo Nafissatou, trabajadora del hotel Sofitel, ubicado en el corazón financiero de Manhattan.
“Tengo inmunidad diplomática”, reclamó Strauss Khan a los policías que lo arrestaron. Su condición de director general del FMI no le sirvió de nada. El rostro de Strauss Khan esposado y llevado a la prisión de Rikers Island dio la vuelta al mundo. La prensa francesa, en general, reaccionó con molestia ante lo que comenzaron a denominar un linchamiento mediático. Hasta ese momento, Strauss Khan era también un fuerte aspirante a la presidencia de Francia, del Partido Socialista.
El caso concentró la atención mundial y se convirtió en la comidilla del alto mundo financiero. Strauss Khan tuvo que renunciar a la dirección del FMI y a sus aspiraciones políticas en Francia. El 19 de mayo, Strauss Khan abandonó la prisión y permaneció en arresto domiciliario en Nueva York, a cambio de pagar una fianza de 1 millón de dólares. Su esposa Ann Sinclair, reconocida entrevistadora de televisión y heredera de la fortuna del dealer de arte, Paul Rosenberg, se convirtió en el segundo personaje del escándalo por su apoyo incondicional al esposo.
El caso dividió al mundo anglosajón y al francés. Mientras en Estados Unidos organizaciones feministas y defensores de migrantes tomaron la causa de la mucama nacida en Guinea, en Francia 57% opinó que se trataba de un “complot” y 33% decía que no. Las aventuras sexuales de Strauss Khan y sus presuntos intentos de acoso sexual con otras jóvenes reporteras comenzaron a divulgarse en París.
Los periódicos sensacionalistas como The New York Post o las cadenas NBC, ABC y CBS se dieron vuelo con la cobertura de los detalles más improbables del caso: desde supuesto semen del exdirector del FMI hasta revivir los tópicos xenófobos contra los franceses “locos y depravados”.
El caso dio un vuelco espectacular en junio. La presunta víctima cayó en contradicciones y se dieron a conocer llamadas telefónicas entre la mujer de Nueva Guinea y un individuo que negociaba con ella el pago por las acusaciones de asalto sexual.
El 1 de julio un juez penal de Nueva York liberó a Strauss Khan y ordenó el reembolso de los 6 millones de dólares al exdirector del FMI. Liberado de los cargos y tras unos meses fuera de los medios, Strauss Khan reapareció en la televisión francesa, en el programa de mayor rating en la historia reciente de los programas de entrevista.
La fama de mujeriego del político francés lo seguirá persiguiendo el resto de su trayectoria, pero la idea de que fue víctima de un complot, quizá inducido por el propio Nicolás Sarkozy, ha cobrado un nuevo aire entre periodistas y analistas europeos.
Julian Assange, polémica y extradición
El 2 de noviembre de este año, el fundador de Wikileaks, Julian Assange, perdió un primer round dentro de su batalla legal para evitar ser extraditado de Londres a Suecia, donde deberá enfrentar cuatro acusaciones por presuntas agresiones sexuales.
Assange y Wikileaks adquirieron notoriedad mundial el mismo mes, agosto 2010, en el que Anna Ardín presentaba una denuncia en su contra por violación. Ese mismo mes, Wikileaks divulgó el video Asesinato Colateral, de Irak, y divulgó el Diario de la Guerra de Afganistán, generando un inocultable malestar al interior del Pentágono. Posteriormente se divulgarían los secretos militares y diplomáticos de la guerra de Irak y los más de 250 mil cables del Departamento de Estado norteamericano, generando la peor crisis de información del imperio estadunidense.
Assange ha alegado en todo este periodo su inocencia, al tiempo que acusa a sus detractores de formar parte de una trama de venganza política, encabezada desde Washington.
Ave de tempestades, el programador y ciberactivista de 40 años también ha entrado en conflicto con los periódicos que divulgaron simultáneamente el Cablegate, mientras que el exvocero de Wikileaks, el alemán Daniel Domscheit Berg, publicó el libro Inside Wikileaks, donde acusa a Assange de ser paranoico y tener delirios de grandeza.
A pesar de las críticas en su contra, Assange sigue siendo uno de los personajes más apoyados por redes de ciberactivistas como Anonymous y otros colectivos que lo consideran un defensor de la causa a favor de la máxima libertad de expresión. Incluso, Anonymous amenazó con atacar sistemas de la policía metropolitana y del sistema judicial de Gran Bretaña si se ordenaba la extradición de Assange.
Murdoch, el imperio herido
El 10 de julio de 2011, con un encabezado que decía “Gracias y Adiós”, el tabloide sensacionalista News of the World salió a la venta por última vez. Así culminaron 168 años de historia de este semanario que en manos del magnate australiano Rupert Murdoch se convirtió en el representante del periodismo de chismes sobre la realeza, de escándalos prefabricados contra celebridades del espectáculo y de la política.
El cierre de News of the World no fue la culminación sino apenas la punta del iceberg de una investigación que inició la competencia, el periódico laborista The Guardian, en contra de las prácticas de corrupción que realizaban tanto el hijo de Murdoch, James, como su brazo derecho, Rebeka Brooks, para conseguir información de la policía, ordenar el espionaje de más de 4 mil personas, incluyendo al nieto de la reina Isabel, Guillermo.
Precisamente, fue la sospecha de que los reporteros de News of the World espiaban al heredero británico lo que detonó una investigación en 2005. Se encarceló al reportero Clive Goddman.
El caso tomó un nuevo giro cuando la Scotland Yard reabrió la investigación y dio a conocer el fraude en torno al caso de la niña Milly Dowler, de 13 años, desaparecida en 2002. La investigación concluyó que por órdenes de los directivos del semanario se manipuló el teléfono móvil de Dowler para hacer creer a sus familiares que seguía viva y seguir vendiendo ejemplares relacionados con el caso.
Murdoch, su hijo y Rebeka Brooks comparecieron ante un tribunal en Londres, en una escena que nadie imaginó que le podría ocurrir a quien se convirtió en el magnate periodístico consentido de Margaret Thatcher, que fue un aliado incondicional de las aventuras bélicas de los Bush y que apoyó al actual primer ministro británico David Cameron. El caso Murdoch se politizó y develó las relaciones de poder entre el magnate y los conservadores británicos.
Hasta ahora, las investigaciones continúan y el expediente ha tomado un giro criminal.
Sean Hoare, uno de los primeros periodistas y exreporteros del imperio de Murdoch que le contó a The New York Times cómo le ordenaban espiar, fue encontrado muerto en su casa de Watford. Hoare era amigo de Coulson, trabajó en The Sun. Se le consideraba un testigo clave en la trama del caso Murdoch.