Mujeres en Plural

viernes, 30 de noviembre de 2012 · 21:01
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Son priistas, panistas, perredistas, feministas, activistas de asociaciones civiles y mujeres independientes. Desde hace años han conformado una red nacional, y el miércoles pasado tuvieron un éxito sonado al lograr detener una absurda propuesta: ubicar al Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) dentro de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol). Un eje principal del diseño del nuevo gobierno del PRI es la serie de modificaciones que propone a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal (APF), y una que causó una reacción inmediata de rechazo entre mujeres de un amplio espectro político, incluso de las propias priistas, fue la de incluir al Inmujeres bajo la coordinación de Sedesol. La rápida movilización de la Red de Mujeres en Plural logró que se “encorchetara” la parte de la iniciativa donde se plantea que las políticas públicas a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, funciones que el Instituto Nacional de las Mujeres ha realizado durante más de una década, pasarían a Sedesol. Más allá de que los priistas en la Cámara, en especial Murillo Karam y Beltrones, reaccionaron con inteligencia política al aceptar las razones para desechar tal medida, vale la pena analizar lo ocurrido. El Inmujeres es un organismo autónomo descentralizado con personalidad jurídica propia que en la Ley Federal de Entidades Paraestatales no se considera sectorizado. Esta autonomía se debe a que es un órgano rector de la política de igualdad, que impulsa la transversalización de la perspectiva de género. Si quedara dentro de Sedesol perdería su línea directa con la Presidencia de la República y también se mermaría la función que tiene de gestión con el Poder Legislativo, el Poder Judicial y todos los estados. ¿Cuál es el sentido de restarle poder y movilidad? El enfoque de Sedesol ha sido el de desarrollar políticas públicas de corte asistencialista o de combate a la pobreza. ¿Es válido considerar que más de la mitad de la población puede ser vista como un grupo vulnerable? El Inmujeres ha impulsado una perspectiva que pone al centro del debate político un cuestionamiento del orden social de género (lo que en nuestra cultura se considera “propio” de las mujeres y “propio” de los hombres), del cual ha desprendido políticas públicas y leyes con una visión de igualdad. ¿Por qué subsumirlo en Sedesol? Mujeres y hombres somos iguales en tanto seres humanos y diferentes como sexos. Pero esa diferencia está, a la vez, cruzada por otras: edad, origen étnico, etcétera. Ciertamente es complejo desarrollar políticas que reconozcan tales diferencias, pues su indudable existencia produce lo que una jurista estadunidense ha llamado el dilema de la diferencia. El dilema se aplica a todos los grupos con diferencias: mujeres, indígenas, personas discapacitadas, personas LGBTT, ancianos, niños, etcétera. Este dilema consiste en que, tanto ser ciegos a la diferencia como centrarse en ella pueden recrear y agrandar la diferencia. Se necesita tomar consciencia del dilema de la diferencia y comprender que la “diferencia” requiere, al mismo tiempo, abordajes y tratamientos especiales y abordajes y tratamientos igualitarios. Justamente porque existen diferencias, y no sólo entre mujeres y hombres, sino también entre los grupos indígenas y el resto, y entre las personas discapacitadas y las demás, y entre la población anciana y la adulta, etcétera, es que resulta imprescindible elaborar políticas específicas para ellos. Por eso un objetivo indispensable es alcanzar equidad, es decir, igualdad con reconocimiento de las diferencias. Equidad es un término jurídico que ha entrado a la retórica política, y alude a la cualidad de los fallos, juicios o repartos en que se da a cada persona según corresponda a sus méritos o deméritos. Con equidad, ninguna de las partes es favorecida de manera injusta en perjuicio de otra. Es indudable que se requiere un cambio en las vidas, tanto de las mujeres como de los hombres, a través de la promoción de mayor igualdad social y política, y de programas específicos, como la interrupción legal del embarazo. La equidad de género en la vida de mujeres y hombres implica compartir equitativamente: el cuidado del hogar, el trabajo remunerado y la crianza infantil; el tiempo de trabajo y de ocio, y las decisiones políticas y económicas. Esto reclama políticas específicas y diferenciadas para mujeres y para hombres, además de políticas generales indiferenciadas. Para abatir esquemas arcaicos y discriminatorios, que producen desigualdad social, habrá que debatir sobre cuáles deben ser las instancias más adecuadas para diseñar y operar dichas políticas. Muchas naciones desarrolladas han preferido fortalecer una instancia de equidad o igualdad que una de mujeres. En México hay compañeras que consideran que es necesario transformar al Inmujeres en una Secretaría de la Mujer, mientras que otras piensan que sería mejor instaurar una Secretaría para la Igualdad. En lo que coinciden casi todas es en que a esa instancia hay que fortalecerla, no debilitarla. Por eso, mientras se debate cuál es la mejor opción hoy para nuestro país, hay que agradecer a Mujeres en Plural su atinada y pronta intervención.

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