AMLO y JVM no pudieron
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Josefina Vázquez Mota (JVM) sabían que el debate era una de sus últimas oportunidades para disputarle las preferencias electorales a Enrique Peña Nieto (EPN), pero evidentemente sus esfuerzos fueron infructuosos.
Varios son los factores que influyeron en el bajo impacto –al menos por lo que hasta hoy se conoce– del debate en las preferencias electorales de la ciudadanía:
Primero: Las actuaciones y los comportamientos previos de Peña Nieto –los errores de octubre en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, y su negativa a presentarse en foros abiertos que no estén sujetos a su control– hicieron que las expectativas sobre su desempeño en el evento fueran muy bajas; seguramente un buen porcentaje de la audiencia seguía el debate para ver el desplome del priista, mas como esto no sucedió, su actuación se magnificó aunque no pasó de ser “regular”.
Segundo: La experiencia de López Obrador –el único que repetía como candidato a la Presidencia– generó expectativas altas; se esperaba que él dominara el debate, pero cuando lo vence su naturaleza y regresa a su discurso tradicional la decepción fue mayor.
Tercero: Como la campaña panista sobre el incumplimiento de los compromisos de Peña Nieto como gobernador del Estado de México parecía estar minando –aunque fuese apenas en algunos puntos porcentuales– la preferencia electoral por el abanderado tricolor, se esperaba que Josefina aprovechase el debate para darle el golpe definitivo, pero resulta que ante el reto de EPN ella reculó –por su falta de preparación o de información contundente que le permitiera rematarlo–, lo cual permitió al priista recuperarse y contraatacarla con la información de sus ausencias en las votaciones como legisladora (lo cual por cierto no pudo aclarar). Y, por lo pronto, los panistas deben estar estudiando la pertinencia de continuar o no con la campaña de desprestigio de Peña Nieto, que parecía ser la que más dividendos les rendía.
Cuarto: En el caso de Gabriel Quadri, simplemente no existía ningún tipo de expectativa, y, como ha sucedido con todos los candidatos que en su posición han tenido mayor o menor capacidad de transmitir un mensaje diferenciado, como Gilberto Rincón Gallardo en 2000 y Patricia Mercado en 2006 –sin hacer ningún tipo de comparación entre ellos–, aprovechó el escenario para ganar unos cuantos puntos en la preferencia y tratar de asegurarle el registro a la fuerza política que lo postuló. A ello también contribuyó el hecho de que ninguno de los otros tres dedicó al menos 10 segundos de sus intervenciones a señalar que la reiterada “representación ciudadana” de Quadri fue una decisión cupular del partido de Elba Esther Gordillo, la imagen más genuina y pura de esos “políticos” a los que tanto criticó.
Quinto: El equipo de campaña de Peña Nieto ganó a sus dos principales seguidores –pues el tercero, Quadri, ni siquiera tenía posibilidades de opinar, ya que el último lugar a todas va– los términos en los que se celebró el debate, que obviamente fue un formato que protegía, incluso más que los anteriores, al líder en las preferencias electorales: intervenciones muy breves, con muchas limitaciones para el intercambio directo entre los participantes, y con tomas cerradas y restrictivas.
Sexto: Ni AMLO ni JVM tenían una estrategia clara, como parte integral de su campaña, para que este primer debate los posicionara como segunda opción o como la única alternativa ante los fracasos sexenales en el combate a la inseguridad, el crecimiento económico y la generación de empleos. Desgraciadamente, en las contiendas electorales sucede lo mismo que en los deportes: una oportunidad desaprovechada se traduce en una anotación en contra, y, por lo mismo, aunque todavía queda la mitad de la campaña por delante, las probabilidades de JVM y AMLO de remontar la diferencia se redujeron más que proporcionalmente.
De acuerdo con los resultados, hasta hoy ni siquiera es posible definir con claridad quién es el segundo lugar en esta competencia por la Presidencia de la República, lo cual se traduce en la imposibilidad real de captar el llamado “voto útil”, que al menos en las dos últimas contiendas electorales ha sido determinante. El “voto útil” proviene sobre todo de los simpatizantes del partido ubicado en tercer lugar que prefieren votar por el segundo para evitar que gane el líder (esto sucedió de manera muy importante en 2000). Dicho factor no está presente en estos momentos, porque la mayoría de las encuestas muestran una amplia ventaja de Peña Nieto y una lucha cuerpo a cuerpo entre López Obrador y Vázquez Mota.
Así, aunque los dos principales opositores intuían lo que tenían que hacer, ninguno se preparó para lograrlo, como tampoco sus equipos. Y si alguno lo hizo, no tuvo la capacidad para afectar al puntero y subir en las preferencias.