El fondo de los problemas

jueves, 24 de mayo de 2012 · 21:49
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En sus siete primeras intervenciones en el debate, AMLO, independientemente del tema fijado por sorteo, insistió tenazmente en un tema que llamó el fondo de los problemas. Veamos, por orden de manifestación, un resumen de sus palabras. Primera intervención: “Comienzo con una afirmación: Todos los mexicanos sabemos que las cosas no marchan bien (…) Pero no todos alcanzamos a comprender por qué caímos, y menos sabemos muchos quiénes son los responsables de la gran tragedia nacional. No hay ninguna razón natural para esta decadencia (…) Esto que está sucediendo (…) se debe a que un grupo se ha venido apoderando de todo (…) se debe al mal gobierno (…) De eso quiero informar (…) quiero conscientizar y quiero decirles que sí hay salidas”. Segunda intervención: “Esto se gestó desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Él tomó la decisión de formar un grupo compacto con sus allegados. Y entregó bienes de la nación, bienes del pueblo, con el señuelo de que nos iban a traer prosperidad. A ellos les ha ido muy bien; aparecen en las listas de los hombres más ricos del mundo. En ese periodo se acumuló riqueza en unas cuantas manos como nunca se había visto en este país, pero a costa del sufrimiento, de la pobreza de la mayoría de los mexicanos. Invoco a Morelos que decía: que se moderen la indigencia y la opulencia”. Tercera intervención: “Este grupo que manda en el país también ha privatizado al gobierno. Ha confiscado el presupuesto público, que es también dinero de todos los mexicanos. Lo han utilizado para favorecer a banqueros, grandes empresarios, a traficantes de influencias, a políticos corruptos. Ahí está el caso del Fobaproa, en el cual convirtieron la deuda de unos cuantos en deuda pública”. Cuarta intervención: “Debemos atender el fondo de los problemas, el fondo de lo que ha llevado a esta crisis (…) Insisto en que hay un grupo, no son muchos (…) Son realmente los que mandan. Muchos de los que realmente mandan ni siquiera dan la cara. Tienen el control del PRI y del PAN y utilizan al que más les conviene. No quieren ningún cambio, aunque desgracien al país. Vámonos por un camino totalmente nuevo”. Quinta intervención: “¿Por qué esa política económica que no ha dado resultados? Porque les conviene a los de arriba. Este grupo puede imponerse porque son también dueños de los medios de comunicación”. Sexta intervención: “Los que mandan en el país escogieron a Peña Nieto. ¿Quiénes son los padrinos de Peña Nieto?”. Y muestra una foto del candidato del PRI con Carlos Salinas de Gortari: “Así quieren imponer a Peña Nieto”. Séptima intervención: “¿Para qué quieren a Peña Nieto, los que realmente mandan, en la Presidencia del país? Quieren seguir haciendo jugosos negocios al amparo del poder público. La política del pillaje”. La tesis no es nueva. En junio de 2010 AMLO publicó un libro que se llama La mafia que se adueñó de México… y el 2012, en el cual detalló quiénes son los miembros del famoso “grupo” y sus formas de actuar. Luego habló de lo que había aprendido en su andar por el país: la pobreza, las carencias y la desesperación en que viven millones de mexicanos, para concluir: “Cada vez estoy más convencido de que la regeneración tendrá que venir desde abajo, con el impulso de la gente, que sólo así se podrá establecer un gobierno verdaderamente del pueblo, donde el interés general esté por encima de ambiciones personales y de grupos”. De manera que los dos adversarios están nítidamente señalados. Por un lado, la mafia, un grupo, una oligarquía. Por el otro, la gente, el pueblo. Es claro que AMLO no es un ideólogo que busque la construcción lógica de un conjunto de principios definitorios, sino un maestro de la retórica involucrado en la acción política, en la construcción de una identidad política. “¿Qué ocurre –escribe Ernesto Laclau– si el campo de la lógica fracasa en su constitución como un orden cerrado y se necesitan mecanismos retóricos? En ese caso, los mismos mecanismos retóricos –metáfora, metonimia, sinécdoque, catacresis– se convierten en instrumentos de una racionalidad social amplia, y ya no podemos desestimar una interpelación ideológica como meramente retórica”. AMLO no es sólo un candidato a la Presidencia; es el constructor de un movimiento con sentido de homogeneidad a pesar del sinnúmero de demandas concretas y a veces contradictorias que lo dividen. A diferencia de sus contendientes del PRI y del PAN que pueden basarse exclusivamente en la mercadotecnia televisiva, AMLO necesita para ganar la Presidencia un movimiento con identidad propia. Y ese movimiento debe –al menos discursivamente– saber contra quién lucha, y cada individuo conocer su lugar en el conglomerado del que forma parte. De ahí que AMLO quiere “informar”, quiere “conscientizar”. En plena campaña, debe retomar su tarea pedagógica. Esto explica –a mi parecer– por qué AMLO, en uno de los dos únicos debates que van a darse, dedica tanto espacio a una verdad que trasciende el discurso propositivo para penetrar en el campo de la retórica ideológica. La oligarquía de veras existe, y está firmemente unida detrás de Enrique Peña Nieto y el PRI. Pero en esta campaña electoral se mantiene prudentemente en la sombra, al margen de las luces. No quiere repetir el error de 2006 en que se exhibió ostentosamente como lo que es: el gran jefe. Eso le costó muy caro, produciendo el rechazo de las mayorías a la exhibición de su omnipotencia y su boato irresponsable. En varios sentidos, México ha cambiado para bien. Lo que Andrés Manuel comprende mejor que nadie es que su victoria electoral y poselectoral no depende exclusivamente del carisma de su persona, sino también de la conciencia del movimiento que ha formado con tanta paciencia a lo largo de los años. Toda campaña electoral necesita un adversario claro. Para el PRI son los 12 años de gobierno del PAN. Para el PAN es lo que representan el pasado y el presente del PRI. Para AMLO el adversario está en las profundidades de la sociedad y su sujeto de cambio no son electores sueltos, sino un movimiento todavía en búsqueda de identidad, que no puede ser exclusivamente la fe en su líder. La respuesta a sus esfuerzos por parte del “grupo” es la campaña del miedo. Un miedo diferente al del 2006, pero campaña del miedo al fin y al cabo.

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