Los profetas de Peña Nieto
“Hoy estamos a 10 días de las elecciones y a una semana del fin de las campañas políticas, y el promedio de encuestas publicadas da una ventaja de 15.5 puntos al candidato del PRI: Enrique Peña Nieto”, Joaquín López-Dóriga 20 de junio, periódico Milenio.
¿Cuál es el papel de un periodista?, ¿defender a ultranza la verdad del Estado?, ¿lanzar a los opositores a la hoguera?, ¿manipular al público a cambio de un convenio?“Dentro de diez días tendremos elecciones vigiladas, competidas, con reglas que pueden no gustarnos pero que fueron parejas, con consejeros elegidos por todos los partidos sin excepción, y con cientos de miles de ciudadanos que salieron sorteados para tomar la decisión del electorado”: Pablo Hiriart, 20 de junio, periódico La Razón.
“¿Cómo pasó Peña Nieto de casi un desconocido al aparente candidato invencible?, se preguntó el diario inglés The Guardian en un artículo publicado el 25 de junio pasado. El periódico ofreció una respuesta al cuestionamiento: los medios de comunicación fueron condescendientes con los escándalos que rodean al candidato presidencial del PRI. Las acusaciones de Maritza Díaz Hernández, anterior pareja de Peña Nieto, de no reconocer a su hijo pasaron de largo entre los periodistas que salen en las pantallas del duopolio televisivo. También el episodio del priista en la Feria Internacional del Libro que lo marcó como amigo de la ignorancia; las acusaciones contra su equipo de campaña por lavado de dinero; el endeudamiento de Coahuila encabezado por Humberto Moreira, expresidente del PRI; la fotografía del exgobernador de Veracruz Fidel Herrera cabalgando al lado de un empresario acusado de servir a “Los Zetas”, la documentada y millonaria campaña de Televisa a su favor. Por mucho menos que eso, las encuestas desahuciaron a Josefina Vázquez Mota. Nada de eso fue importante para esos periodistas. Para ellos, lo trascendente durante su cobertura era atacar con toda la fuerza de su hígado a Andrés Manuel López Obrador. Debilitar al movimiento #Yosoy132, minimizar la participación de los ciudadanos en las redes sociales, desincentivar el voto bajo la fatídica profecía de que era inevitable el triunfo de Enrique Peña Nieto y endiosar al IFE como fuente de vida eterna.“(…) Tenemos un país de 110 millones de personas, una cuarta parte de ese país tiene acceso al internet, de esos, un pedacito está interesado en los medios de comunicación, en las opiniones políticas, en las noticias, etcétera, de esos, de un país de 110 millones de personas, 5 millones de personas tienen Twitter, y de esos cinco millones de personas un chorro de gente lo usa para pasarse fotos”, Carlos Loret de Mola, miércoles 16 de mayo, programa Tercer Grado, Televisa.
“A nueve días de que finalice el actual proceso electoral tanto las encuestas como las apuestas ubican al candidato del PRI a la presidencia como el probable ganador y con una cómoda ventaja. Hay quienes piensan que con una gran diferencia de votos entre primero y segundo lugar más la aceptación de la derrota del tercer candidato en la competencia no van a existir muchos argumentos para un conflicto postelectoral mayor; sin embargo, hay otro escenario que no podemos ignorar, ante la evidencia de una nueva derrota del candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador (…) el conflicto postelectoral de 2012 podría ser aún más radical que en 2006 sobre todo si se le suma un movimiento de estudiantes decepcionados porque no fueron aceptados en una universidad pública”: Leo Zuckermann, programa “Es la hora de opinar”, 21 de junio, Foro Tv.
No importó que el periódico La Jornada documentara que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) prepara el operativo Ágora para el día de la elección, un vulgar acarreo con costo de 151 millones 227 mil 750 pesos. Tampoco les pareció relevante que la coalición Movimiento Progresista denunciara a Peña Nieto por rebasar el tope de campaña mediante el desembolso de 150 millones de pesos en la contratación de nueve mil espectaculares. Pasó desapercibida la denuncia de Roberto Gil Zuarth, coordinador de campaña de Josefina Vázquez Mota, del desvío de 700 millones de pesos por parte del PRI para la compra del voto mediante tarjetas de crédito del banco Monex. Las bodegas del gobierno de Veracruz repletas de despensas con el logotipo del PRI, las boletas electorales duplicadas en Oaxaca y la campaña de Televisa para aniquilar a López Obrador, como evidenció The Guardian.
Todo lo que desfavoreciera al candidato del PRI fue marginado como nota de quinta y en cambio nos recetaron el hipnótico mantra: Peña Nieto ya ganó, debemos confiar ciegamente en el IFE, que lo confirmará.
“(…) Lo hago a partir de la información que perfila un triunfo de dos dígitos de Enrique Peña Nieto. Pero aun si la victoria del priista se estrechara a seis o siete puntos, la diferencia rondaría los 3 millones de votos. Sería demencial aludir a un ‘fraude’ con esos números”: Ciro Gómez Leyva, 21 de junio, periódico Milenio.
Estas elecciones fueron el limbo del PRI. Pasara lo que pasara, Peña Nieto estuvo en las nubes de las preferencias, como si fuese el hombre más querido de México. Se volvió costumbre que el IFE sólo ofreciera pretextos legales para cruzarse de brazos ante la evidencia de una elección repleta de porquería. Por más alto que los jóvenes del #Yosoy132 gritaron, los periodistas del sistema sólo respondieron con necia sordera.
Por eso, en caso de que el próximo domingo el presidente del IFE, Leonardo Valdez, confirme la fatídica profecía del triunfo de Peña Nieto, sobre estos voceros recaerá una responsabilidad directa por haber omitido su papel de investigar antes que asumir la verdad del Estado, por ser tan condescendientes con el candidato del PRI y por desmotivar al electorado. Tal vez ni a ellos ni a su reputación les importe, difícilmente alguno de estos rostros aparecerá en la nota roja como el nuevo reportero asesinado. El riesgo del regreso de un nuevo sexenio del PRI es para los líderes opositores, para los dirigentes sociales que arriesgan su pellejo para salvar la vida de un migrante y para los periodistas que asumen su rol de ser agentes de la verdad, no del convenio.
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