Espionaje sin límites

jueves, 19 de septiembre de 2013 · 13:44

En memoria de Santiago Genovés, hombre de mar, adorador de Eros

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Vivimos en la edad de oro del espionaje. Ninguna comunicación emitida a través del ciberespacio tiene ya garantía de privacidad. La guerra soterrada por obtener los secretos del enemigo y evitar que él conozca los propios ha creado un estado de paranoia universal en la que el espionaje amenaza impunemente con cancelar la privacidad, la libertad y la dignidad humana en nombre de la seguridad nacional del imperio estadunidense. Las revelaciones de Snowden, publicadas por The Guardian y The New York Times, muestran que el espionaje realizado por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, por sus silgas en inglés) no se limita a evitar otro ataque terrorista en el territorio de ese país, sino que incluye el espionaje político, financiero e industrial, violatorio de la soberanía y el derecho internacionales. La portentosa tecnología computacional del gobierno estadunidense permite obtener, analizar, almacenar y utilizar la información de todos los usuarios del ciberespacio en el mundo: búsquedas en internet; sitios visitados; correos enviados y recibidos; medios sociales (Facebook, Twitter, etcétera); blogs consultados, escritos o comentados; fotos o videos vistos o subidos a la computadora; datos sobre localización en GPS; aplicaciones bajadas y llamadas en teléfonos móviles; mensajes de texto enviados y recibidos; video-llamadas a través de Skype; compras o subastas en línea; transacciones con tarjetas de crédito o débito; información financiera; documentos legales y de viaje; registros de salud; programas de televisión por cable vistos o grabados; pagos de cuotas de peaje; uso de boletos electrónicos para el transporte público; información para reconocimiento facial en cámaras de vigilancia; registros educativos y de arrestos, y datos de la licencia de conducir. Ello se da a conocer en el portal de la NSA, “en el espíritu de apertura y transparencia surgido a raíz de las recientes filtraciones a los medios de documentos clasificados realizados por nuestra Comunidad de Inteligencia”. Otro documento oficial referido a las estrategias de vigilancia de la NSA revela, sin ambages, que el Programa PRISM establecido en 2007 para conseguir información es la fuente número uno para obtener inteligencia prima (raw intelligence): “Nuestros socios en la Unidad de Tecnología para Interceptar Información (DITU, por sus siglas en inglés) extraen información de los servidores de las nueve principales compañías de internet estadunidenses: Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, PalTalk, AOL, Skype, YouTube y Apple. Esta importante asociación nos brinda acceso directo de audio, video, fotografía, correos electrónicos, documentos y registros de conexión para cada uno de esos sistemas”. ¿Es eso legal en su territorio? Sorprendentemente, sí. Existe una excepción a la Cuarta Enmienda de la Constitución estadunidense, aprobada por la Foreign Intelligence Surveillance Court (Corte de Inteligencia y Vigilancia Extranjera), independiente de la Suprema Corte estadunidense, que permite el espionaje en casos especiales. Dicha enmienda era información restringida hasta las revelaciones de Snowden publicadas en junio pasado por The Guardian acerca de un contrato de la NSA con la compañía de telecomunicaciones Verizon para tener acceso a todas las llamadas telefónicas hechas a través de su sistema, lo cual dio lugar a una de las más cuantiosas transacciones comerciales de la historia empresarial: Como consecuencia del fallo de la Corte de Inteligencia y Vigilancia para renovar el permiso de la NSA para contratar con dicha compañía el acceso a las llamadas de todos sus clientes, Verizon compró todas las acciones de Verizon Wireless, el principal consorcio de telefonía celular en Estados Unidos, por 130 mil millones de dólares. También se ha informado que la NSA ha espiado a Petrobras, como parte del programa Blackpearl. Las autoridades estadunidenses han negado que se utilice su capacidad de inteligencia computacional para robar secretos comerciales de compañías extranjeras. La evidencia publicada lo pone en duda. Petrobras es el líder mundial en la tecnología de perforación en aguas profundas. Ese tipo de espionaje se realiza mediante el criptoanálisis, consistente en técnicas para romper los candados de seguridad de la información transmitida a través de la red. Actualmente, el criptoanálisis define el poder de las grandes potencias, junto con su fortaleza económica y militar. Estados Unidos, Rusia y China compiten por el dominio de esa red, que nos atrapa a todos, como durante la guerra fría lo hicieron en la carrera armamentista. El ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 inició una nueva era de la guerra no convencional, basada en el control de las nuevas tecnologías de la información. La Agencia Nacional de Seguridad encabeza el programa del gobierno estadunidense en criptología, con el fin de “asegurar la ventaja en la toma de decisiones a favor de la nación estadunidense y sus aliados en cualquier circunstancia”. Para cumplir con dicha misión, la NSA está facultada para obtener –“incluso por medios clandestinos”–, procesar, analizar, producir y diseminar información con propósitos de inteligencia y contrainteligencia, así como para apoyar operaciones militares y derrotar a las organizaciones terroristas, dentro y fuera del territorio estadunidense. Es evidente que la escala y el alcance del espionaje va mucho más allá del combate al terrorismo. La autoridad moral de Estados Unidos, a la que tanto apelan sus líderes para iniciar guerras o invadir países de manera unilateral, una vez más, se ha puesto en duda. Ante las pruebas del espionaje sin límites, el director de la NSA ha respondido: “Es el precio que hay que pagar por el uso del ciberespacio”. Este mes se inauguran las nuevas instalaciones del Centro de Información de la NSA, ubicadas en el estado de Utha, que tuvieron un costo de mil 500 millones de dólares y ocupan una superficie de 1 millón de pies cuadrados (93 mil metros cuadrados). Todo ello indica que nada ni nadie detendrá el uso arbitrario del espionaje sin límites.

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