Lo Bronco no quita lo cobarde

sábado, 7 de noviembre de 2015 · 09:29
MÉXICO, DF (Proceso).- El Bronco tomó posesión en el Congreso de Nuevo León con un discurso lleno de promesas incendiarias. Averiguará en las finanzas de la administración del gobernador pasado. Aplicará la ley si encuentra conflictos de interés o tráfico de influencias o robos al erario. Al día siguiente entró a Monterrey a caballo, miles de sombreros norteños lo recibieron agitándose en el aire. Sacó luego una silla de una oficina. La silla causa soberbia, explicó. Retiró una fotografía de una pared. La fotografía causa sumisión al poder central, explicó. Clausuró con un candado la reja de la mansión del gobernador. La mansión es un lujo innecesario, se jactó. ¿Desde hace cuánto no presenciábamos una cascada de actos simbólicos así de aparatosos? Desde que Vicente Fox tomó posesión en el año 2000 de la Presidencia de México e hizo amagos semejantes al priismo al que desplazaba. Investigaré, prometió. Encontraré culpables. Les aplicaré la ley. Y para mostrar que su resolución no era vana, fundó la Secretaría de la Función Pública. Los priistas más prominentes del país vivían por esos días con las maletas hechas en los vestíbulos de sus mansiones. Alertas para abordar un vuelo al extranjero, en cuanto se concretara la primera detención de un compadre por corrupción. En una cena ocurrida en Los Pinos en el año 2002, Vicente Fox explicó a un grupo de intelectuales y escritores el dilema que lo torturaba. Tenía la evidencia para llevar a juicio a un ramillete de corruptos, pero también tenía la información de que si procedía contra ellos varios sindicatos priistas se movilizarían para cerrar las carreteras principales e inundar la capital del país. Como empresario que era, Fox temía las consecuencias económicas. Se paralizaría el país y se devaluaría el peso. Contó entonces que la jefa de la bancada priista, Beatriz Paredes, le había ofrecido una alternativa. Si clausuraba las investigaciones de corrupción en curso en la Secretaría de la Función Pública, ella le garantizaba que el PRI aprobaría en el Congreso las reformas que Fox enviara. Es probable que El Bronco viva un dilema semejante hoy. O cumple a los votantes la promesa de ir contra la corrupción del pasado y enfrenta las consecuencias –una revuelta organizada por ese mismo pasado–, o bien perdona y olvida, e ingresa a la casta política donde una larga fila de traidores a sus propias palabras lo espera para confortarlo con la retórica del cinismo. En aquella cena en Los Pinos, la mesa enmantelada de blanco olía a pólvora. Denise Dresser animó al presidente a no pactar con el pasado y a inaugurar un tiempo nuevo. “Si votamos por Vicente Fox fue porque no queremos la paz de los sepulcros”. Palabras más o menos dijo la señora Dresser. Por mi parte, yo recordé los tiempos del presidente Cárdenas. Cuando Cárdenas anunció la expropiación de las petroleras, tres potencias anunciaron que invadirían a México, y la gente –los ciudadanos– se quitaron anillos y cadenas de oro para depositarlos en los peroles colocados en el Zócalo de la capital, para así ayudar a financiar la defensa del país. Los cambios históricos nunca son tersos. Cuando el futuro avanza, el pasado se rebela contra él y el presente se vuelve un remolino rápido y peligroso. Pero sin el remolino nada cambia, el pasado se perpetúa y la política se vuelve la administración del deterioro. Ya se sabe. Fox eligió pactar con el PRI. Ordenó cerrar las investigaciones de corrupción y el secretario de la Función Pública dimitió en protesta, no quería ser partícipe de una traición a los ciudadanos. El PRI, ileso y a salvo ya, no aprobó ni una de las reformas de Fox. Y fue así como en esa oportunidad dorada el país no avanzó a ser un país de leyes y de paso se paralizó cualquier otra reforma. No sé qué piense el lector, la lectora, pero a mí me da muy mala espina que El Bronco, ya gobernador, siga en modo de promesas y actos simbólicos, por cierto que cada vez más alejados de posibles consecuencias para personajes vivos. Esta semana que acaba se rebeló contra el Himno Nacional, que le parece en exceso guerrero. Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra, sus autores, estarán harto preocupados en sus tumbas. También declaró que la mariguana vuelve loca a la gente. Es seguro que una opinión tan campirana y sin sustento científico le hará a la moción por legalizar la mariguana lo que el viento a Juárez. El Bronco debiera verse en el espejo de Fox. En aquella decisión del año 2002, Fox perdió el liderazgo moral de los mexicanos, y con justa razón. El Bronco tiene todavía la opción de ser el héroe por el cual los ciudadanos votaron o recular de sus promesas y volverse un personaje dicharachero y pintoresco.

Comentarios