La caída del Cougar

jueves, 14 de mayo de 2015 · 21:46
MÉXICO, D.F. (apro).- Subordinada a los militares de tierra, la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) sufrió el principal golpe que el narcotráfico ha dado al Estado desde que hace una década México entró en una escalada de violencia delictiva y estatal. El derribamiento del helicóptero Cougar 725 por parte del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ocurrió en las celebraciones del Centenario de la FAM y justo un día antes de que se cumplieran los 70 años de la llegada del Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea a Filipinas, uno de los escenarios de la Segunda Guerra Mundial. Muy lejos de esa leyenda, la FAM está ahora en un escenario de conflicto interno en el que le tocó pagar la cuota más alta exigida hasta ahora en términos simbólicos al Ejército mexicano. La destrucción de un helicóptero de guerra en un escenario de confrontación es signo inequívoco de derrota de una batalla. El CJNG provocó algo más que una pérdida material. Por lo demás muy costosa. Su precio actual en el mercado ronda los 25 millones de dólares, aunque el Ejército mexicano ha adquirido este tipo de aparatos por lo menos desde 2010. El costo en imagen para los militares de tierra y aire es tan insuperable como la deserción de un grupo de esos soldados de élite, del entonces Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), que fueron reclutados por Osiel Cárdenas como brazo armado del cartel del Golfo y que después, conscientes de su fuerza, se independizaron como el cartel de Los Zetas. La destrucción del Cougar EC 725, matrícula 1009, golpeó el orgullo de la FAM. Pero también el del propio Ejército de tierra porque las víctimas fueron tropas de élite, entrenadas justamente para la guerra. Formaban parte del Cuerpo de Fuerzas Especiales del Ejército, que tiene un cuarto de siglo de existencia y está integrada por oficiales con cursos especializados y efectivos de la tropa de la Brigada de Fusileros Paracaidistas. Dos de sus mentores han sido los ejércitos de Estados Unidos e Israel, fuerzas eminentemente bélicas. Con su entrenamiento en todo tipo de escenarios de combate –selva, montaña, desierto, anfibio y submarino­– ocho de esos efectivos de élite acabaron siendo blanco fácil en una ranchería de Jalisco de un grupo delictivo que por la capacidad de fuego demostrada supone entrenamiento militar o paramilitar. El arma utilizada, un lanzacohetes RPG-7, fue del mismo tipo utilizada por las bandas irregulares de Somalia para derribar dos helicópteros Blackhawk en la Batalla de Mogadiscio en 1993, que fue la más mortal para el Ejército de Estados Unidos desde la guerra de Vietnam, donde también se usó esa arma de origen ruso contra el ejército estadunidense. EL RPG también fue utilizado por los muyahidines contra el Ejército ruso en Afganistán y la misma que sirvió para perforar al auto blindado y matar al exdictador nicaragüense Anastasio Somoza en Paraguay, en 1980. En México hace años que los lanzacohetes están presentes en el mercado negro. El propio Ejército ha informado de su aseguramiento. Ante la falta de información independiente, no hay ninguna certeza de que la caída del Cougar haya sido la primera de su tipo en México. En una extraña coincidencia, tres helicópteros con funcionarios federales involucrados en la seguridad interior, han caído en esta nueva etapa de violencia en el país. Oficialmente, la destrucción del Cougar sí es la primera como consecuencia de un ataque de la delincuencia organizada. Pero la pregunta obligada es cómo fue que una unidad de elite, transportada en un moderno helicóptero de guerra, artillado, con sensores infrarrojos para detectar si está siendo blanco de ataque, pudo quedar tan fácilmente a merced de sus atacantes. Se puede decir que lo mismo le pasó al Ejército más poderoso del mundo o que estaba en una maniobra de descenso de las tropas. Entonces la interrogante es qué estaba haciendo el Ejército de tierra. Nadie advirtió lo que pasaría o sencillamente era algo inevitable en la escalada de un conflicto interno que los diferentes gobiernos federales se han negado a reconocer pero que la delincuencia organizada lo reivindica cada vez con más fuerza. @jorgecarrascoa    

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