Cambios perniciosos en el gabinete de Peña
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Los cambios en el gabinete presidencial tienen el objetivo principal de ampliar las opciones de aspirantes a la Presidencia de la República en 2018, de modo que hoy no sólo son los integrantes de partidos de oposición o los no partidistas quienes están en la carrera sucesoria, sino que el mismo presidente Enrique Peña Nieto colocó en el arrancadero a por lo menos dos nuevos eventuales precandidatos o candidatos.
Los malos resultados del gobierno federal, particularmente en las materias de seguridad y economía (agravada la primera por las matanzas de Tlatlaya y Ayotzinapa, así como por la fuga del El Chapo Guzmán; y la segunda, por la incapacidad para impulsar el crecimiento económico y frenar la devaluación del peso) obligaron al jefe del Ejecutivo a posicionar en otras áreas nuevas opciones.
Contra lo que dijo el presidente, la decisión no tiene como fin “hacer frente a las nuevas circunstancias y desafíos que tenemos como país”, ya que los mayores problemas son la inseguridad y la situación de la economía, y el único cambio que se dio al respecto fue el del Comisionado Nacional de Seguridad, pero manteniendo en su puesto a su jefe directo, el secretario de Gobernación.
Con el propósito de ampliar su número de opciones, el presidente suma a los dos que tenía desde el inicio del sexenio –Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, y Luis Videgaray, secretario de Hacienda y Crédito Público–, a José Antonio Meade, quien llega a la Secretaría de Desarrollo Social, y a Aurelio Nuño, colocado en Educación.
Aun cuando por lo pronto no parecen estar en esa carrera, bien pueden ser opciones Claudia Ruiz Massieu, cuya presencia en la SRE únicamente se explicaría bajo la idea de que el presidente quiere tener la opción de una mujer, y José Calzada Rovirosa, quien a pesar de que perdió las elecciones en su estado, sale con una buena evaluación de su gestión como gobernador de Querétaro.
Desde el inicio del sexenio se especulaba que la presencia de Emilio Chuayffet en Educación tenía como fin principal enfrentar a Elba Esther Gordillo y sacar adelante la reforma educativa, por lo que una vez que cumpliera dichas encomiendas dejaría su lugar a un personaje más cercano a Peña Nieto. Su estancia se prolongó más de lo esperado seguramente porque el presidente no quería exponer a uno de sus más cercanos colaboradores al desgaste de enfrentar las resistencias iniciales a la implementación de la reforma, como sucedió con la CNTE.
Mas una vez que culminó esa etapa, y ante la crisis de salud que enfrentó en días pasados quien fuera titular de la SEP, llegó el momento de abrirle paso a uno de los protegidos del jefe del Ejecutivo para que implemente lo que el mismo Nuño, todavía como jefe de la Oficina de la Presidencia, denominó la segunda etapa de la reforma educativa, que estará dirigida a contenidos. Más allá de esta segunda etapa, Nuño todavía deberá enfrentar importantes retos de lo que sería, en su propio lenguaje, la primera etapa, aunque en cualquier caso ya no será tan desgastante como los primeros meses y, desde luego, le asegura una mayor exposición pública, indispensable para lograr posicionarse en condiciones de aspirar a la Presidencia.
Mientras tanto, José Antonio Meade llega a la secretaría ideal (Desarrollo Social) para el posicionamiento público y la construcción de redes y relaciones de gran utilidad durante una campaña electoral. Y en este caso hay que añadir su paso previo por las secretarías de Energía (enero-septiembre 2011), Hacienda y Crédito Público (septiembre 2011-noviembre 2012), en el gobierno de Felipe Calderón; y de Relaciones Exteriores (diciembre 2012-agosto 2015), ya en el sexenio de Peña Nieto, con lo cual acumuló una importante experiencia en sólo cuatro años y medio. Su designación al frente de la Sedesol lo convierte automáticamente en aspirante a la sucesión de 2018, por las oportunidades que la dependencia brinda a sus titulares.
En este caso los cambios en el gabinete son en buena medida consecuencia de la falta de resultados tangibles del actual gobierno, pero no incluyen a las áreas más críticas en estos momentos. Para mantener a los responsables de las mismas, el presidente recurre a esta alternativa, que paradójicamente lo debilita políticamente, pues el inicio del proceso de sucesión en automático marca también el principio de la pérdida de poder del jefe del Ejecutivo, que por lo demás ya está en marcha desde hace meses.
Desde luego, a estos cuatro contendientes por la candidatura tricolor hay que agregar a Manlio Fabio Beltrones, flamante presidente del CEN del PRI que, aun cuando forma parte de otra generación y grupo político, está en la carrera tomando en cuenta que su permanencia depende en buena medida de los resultados que obtenga en las elecciones del próximo año (Proceso 2023).
Los cambios en el gabinete difícilmente mejorarán el desempeño del actual gobierno y refuerzan la pérdida de poder de Peña Nieto, por lo cual acentuarán su debilidad política, pero le permiten incrementar sus posibilidades de designar a un sucesor de su confianza, pues llegará a dicho momento con más opciones, y, algunas de ellas, menos desgastadas ante la opinión pública.
El gobierno todavía no arriba a la mitad de su mandato, y en lo que falta para los comicios de 2018 pueden producirse muchos eventos que modifiquen totalmente las condiciones imperantes. No obstante, los principales actores políticos (incluido desde luego el propio presidente Enrique Peña Nieto) están más preocupados por la sucesión que por atender la crítica situación actual.