Un mensaje anodino

miércoles, 9 de septiembre de 2015 · 12:36
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El mensaje presidencial con motivo del tercer informe de gobierno estuvo lleno de lugares comunes; datos irrelevantes, sesgados o cuestionables; propuestas contradictorias, o al menos confusas, y promesas reiteradas. Además, careció absolutamente de autocrítica, por lo cual dejó sin respuesta los cuestionamientos y demandas de la ciudadanía, medios de comunicación y expertos nacionales e internacionales. En suma, no contribuyó a superar el clima de incertidumbre, desconfianza y negatividad que flota en el ambiente. El mismo miércoles 2, fecha señalada por la Presidencia para pronunciar el mensaje anual, The New York Times publicó en su edición impresa (y reprodujo en su portal en internet) un texto titulado: El pesimismo invade México al tiempo que las promesas económicas se quedan cortas. Recoge los argumentos de medianos empresarios y expertos del sector financiero nacional e internacional que precisan las limitaciones del modelo económico: bajos salarios; debilidad del mercado interno; persistencia de la inseguridad, la impunidad y la corrupción, y ausencia de liderazgo político. Mientras tanto, la calificadora Moody’s inauguró ese mismo día su XXVI Conferencia Anual, en la que Mauro Leos, analista principal de la firma, dejó claro que México no mejorará su calificación crediticia en tanto no resuelva los problemas de corrupción y falta de fortaleza institucional. Con antelación, diversas organizaciones de derechos humanos destacaron la severa crisis de derechos humanos por la que atraviesa México, particularmente al condenar la actuación de las autoridades frente a las matanzas de Tlatlaya, Iguala (los 43 normalistas de Ayotzinapa), Apat­zingán, Ecuandureo y Calera, por mencionar las más destacadas. El domingo previo (Proceso 2026) se publicó la investigación del semanario bajacaliforniano Zeta donde muestra cómo en los primeros 32 meses del gobierno de Enrique Peña Nieto se acumulan 57 mil 410 homicidios dolosos en el país, cifra que supera los ocurridos en el mismo periodo del sexenio de Felipe Calderón. Ninguno de estos temas se abordó convincentemente en el mensaje presidencial; algunos fueron totalmente ignorados (como la crisis de derechos humanos), y otros, aproximados con cifras hábilmente seleccionadas para acomodarlas al discurso, como en el caso de la economía informal, donde el presidente señaló que la tasa de informalidad laboral “ha bajado 1.6 puntos porcentuales en lo que va de la administración”, pero omitiendo señalar que al 30 de junio de este año el empleo informal creció 2.5% con respecto a la misma fecha de 2014. En el informe, como en los promocionales del mismo, el mandatario mantiene la promesa de que la inversión y los empleos vendrán, pero, como señala el periódico estadunidense, “esa historia empieza a debilitarse”, especialmente cuando el crecimiento económico en lo que va del sexenio está por debajo del promedio de 2.3% anual que ha prevalecido durante las dos últimas décadas, y cuando apenas el 20 de agosto la Secretaría de Hacienda redujo su estimación de crecimiento del PIB para este año a un rango de entre 2.0 y 2.7%, que en su punto más bajo es prácticamente la mitad del 3.9% estimado inicialmente. Todo parece indicar que, en el mejor de los casos, las llamadas reformas estructurales “generaron estabilidad, pero no han producido crecimiento”, concluye Joydeep Mukherji, director de Standard & Poor’s, al NYT. El mandatario y su equipo no logran reencauzar a su gobierno ni refrescar su discurso. Y las matanzas, los escándalos de corrupción y conflictos de interés, así como los cambios en el entorno internacional, que se hicieron manifiestos particularmente en los últimos 12 meses, ya sepultaron sus promesas de campaña y la idea del mexican moment, que tan bien le funcionó en el exterior en los primeros meses de su mandato. Nuevamente, como ocurrió en noviembre de 2014, al estallar la crisis por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y el escándalo de la Casa Blanca, el jefe del Ejecutivo pretende superar el momento con promesas. En aquel entonces anunció la implementación de 10 medidas para combatir la inseguridad y la corrupción; ahora termina su mensaje reciclando o reiterando las promesas de campaña o de gobierno, para intentar por enésima ocasión superar la crisis de credibilidad y confianza que cada día se agudiza más. Nuevamente empieza su decálogo con la promesa de impulsar más reformas legislativas, sin percatarse de que para recuperar la confianza de inversionistas y consumidores, como señala Mukherji, “se requiere liderazgo político y un conjunto de competencias muy diferentes a las requeridas para lograr la aprobación de reformas legales”. Y dentro de las medidas aparecen las contradicciones o, al menos, confusiones, pues el presidente ofrece no recurrir al aumento de impuestos y de la deuda para compensar la pérdida de ingresos, provocada, entre otras razones, por la caída de los precios del petróleo; pero más adelante informa que se emitirán diversos instrumentos financieros para obtener recursos adicionales, como el Bono para Infraestructura Educativa y Fibra, que, más allá de dónde se contabilicen, son una forma de endeudamiento cuando no se asocian a proyectos productivos que generen sus propios recursos para pagar el capital y los intereses, lo cual ya es evidente que sucederá en el caso del mejoramiento de las escuelas. Estas vías, como ya sucedió con las llamadas Asociaciones Público Privadas, en realidad pueden convertirse en una nueva forma de endeudarse sin afectar los indicadores financieros, pero sí vulnerar la estabilidad económica del gobierno, del mismo modo que lo han hecho en varias de las administraciones estatales y municipales. Así, el mensaje presidencial, en lugar de contribuir a recuperar la confianza y generar certidumbre, suscita más dudas e interrogantes y mantiene la lógica impuesta, incluso desde antes del inicio del sexenio, de ignorar la realidad y eliminar absolutamente la autocrítica.

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