A 30 años del CEU
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Éramos los que ya no tenían futuro.
Éramos los que tenían papás que por primera vez sabían que nos iba a ir peor que a ellos.
Éramos a quienes los medios llamaban “generación de la crisis”.
Éramos los que escribíamos grafitis: “No sé lo que quiero, pero sí lo que no quiero”.
Éramos los que llegamos desde muy lejos, cruzando ríos, el Churubusco, el Consulado.
Éramos los que robábamos casets para grabar canciones de la radio.
Éramos los que creímos que todo el rock en español estaba dedicado a nuestros afectos.
Éramos los que pensamos que lo “cool” era disfrazarse con la sonrisa de Mickey Rourke.
Éramos los que creímos que Madonna era la anti-moda.
Éramos los que pensamos que el amor era tan riesgoso como en Atracción fatal o Betty Blue.
Éramos los que cargábamos condones en la cartera para obligarnos a ligar.
Éramos los que pedíamos “preservativos” en la farmacia llenos de vergüenza y esperanza.
Éramos los que no encontraban un mejor uso de los condones que inflarlos como globos.
Éramos los que pensaron que el “Beta” iba a derrotar al “VHS”. Y el VIH a todos.
Éramos los que se aburrían si una rola duraba más de dos minutos.
Éramos los que veían videoclips durante tres horas.
Éramos los que aprendían código ASCII para escribir en una computadora.
Éramos los que jugábamos Pac-Man porque nunca pudimos con el Cubo de Rubik.
Éramos los que empezamos a dejar de usar “puto” para referirnos a los gays.
Éramos los que usábamos “banda” para referirnos a un grupo de rock, una pandilla o a nosotros.
Éramos los que decíamos “armarla de pancho” por las peleas entre Las BUK y Los Panchitos.
Éramos los que cantábamos “Triste canción de amor” con la solemnidad del Himno Nacional.
Éramos los que nunca aprendimos a bailar. Sólo a brincar.
Éramos los que sabían que el reggae era una religión aunque no sabíamos cómo se escribía.
Éramos los que hacían ruido en los baldíos porque no había conciertos de rock.
Éramos los que se recargaban durante horas en los muros con las manos en las bolsas vacías.
Éramos los que creímos menos en el comunismo que en la posibilidad de que llegara a existir.
Éramos los últimos antes de que todo explotara en un hongo nuclear.
Éramos los que quisimos nacer en los años treinta.
Éramos los que ya no pensaban que el universo era Odisea 2001, sino Alien.
Éramos los que aprendimos a cocinar y ellas a alburear.
Éramos los que nos pusimos arete y ellas hombreras.
Éramos los que usaban solventes más para inhalar que para grafitear.
Éramos los que cavaban entre los escombros del terremoto para que nada volviera a la normalidad.
Éramos los que “seguían en pie” entre ruinas porque no teníamos dónde sentarnos.
Éramos los que nos entristecimos cuando vimos por fin a la ciudad como realmente era: devastada.
Éramos los que nunca pertenecimos pero no queríamos que nos sacaran.
Éramos los que sólo podían perder la educación gratuita.
Éramos los que sentamos a las autoridades a que hicieran el ridículo en el primer diálogo público.
Éramos a los que se les pidió “hacer más con menos” y contestamos: “¿Un hoyo?”
Éramos los que no queríamos “una universidad de traje y corbata” porque el uniforme era la mezclilla.
Éramos los que cerramos la Universidad armados con botes de colectas, bolsas de arroz y Nescafé.
Éramos los que creímos que “la Raza” a la que se refiere el lema universitario éramos justo nosotros.
Éramos los que fuimos entonces llamados “los hijos del 68” y los números estaban invertidos: 1986.
Éramos los que hicimos la única huelga universitaria que no fue barrida por la policía.
Éramos los que llegamos a un acuerdo con el poder: ni Che Guevara, ni Justo Sierra. Mejor: Justo Che.
Éramos los que preferíamos leer a Darcy Ribeiro antes que a Marx.
Éramos los que “deconstruimos”, “performanceamos” e “instalamos”. Y siempre llegábamos tarde.
Éramos los que estaban dispuestos a que se aprovecharan de nuestras inocencias.
Éramos los que nunca pensamos que Cuauhtémoc Cárdenas era el movimiento que lo nombraba.
Éramos los que creímos que la única forma de derrotarlos era con votos porque ellos tenían las armas.
Éramos los que pensamos que el Partido Único jamás nos sobreviviría.
Éramos los que gritamos “Repudio total al fraude electoral” y creímos que “no se la iban a acabar”.
Éramos los que reflexionamos un año después sobre 1988 y vimos que hay muros que sólo se cuartean.
Éramos los que nunca creímos que otro partido de izquierda era la salida.
Éramos los que nos asombramos con el ascenso de Salinas, el de Fox y el de Calderón.
Éramos los que nos deprimimos porque nadie más descreyó como nosotros.
Somos tus vecinos ruidosos.
Somos ahora los capitanes, de meseros.
Somos la vanguardia de los dinosaurios tecnológicos.
Somos a los que nos gustan las mamás.
Somos los que nunca pensaremos cómo debemos pensar.
Somos a los que en cualquier esquina nos encontrarás.