El equipo de Trump: ricos, generales e insurrectos (Tercera parte)

domingo, 1 de enero de 2017 · 05:29
Él se sentará aquí [en la Oficina Oval], y él ordenará hágase esto, hágase aquello, y no pasará nada. Presidente Harry Truman, refiriéndose al general Eisenhower después de que éste ganó la elección de 1952. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La cita precedente, muy conocida en el ambiente político estadunidense, hace referencia a las dificultades que tiene el Ejecutivo en turno para que la burocracia federal lo obedezca e instrumente sus promesas de campaña. El general victorioso de la Segunda Guerra Mundial, Dwight D. Eisenhower, acostumbrado literalmente a tronar los dedos para que sus órdenes fueran acatadas de inmediato, tuvo enormes problemas, como bien predijo su antecesor, para familiarizarse con la cultura de Washington y lograr que la burocracia federal ejecutara sus decisiones. Donald Trump, el presidente número 45, tendrá tantas o mayores dificultades que Eisenhower, presidente número 34, para instrumentar su agenda de gobierno. No se trata de gritar o de exigir, sino de “persuadir”, insistía Richard Neustadt, uno de los grandes académicos estudiosos del Poder Ejecutivo. No obstante que el sistema político mexicano formalmente es una copia del estadunidense, en la práctica Washington opera con tres grandes particularidades que son clave para la efectividad del Ejecutivo en turno. Primero, el presidente cuenta con dos instrumentos para gobernar –el gabinete y la Oficina Ejecutiva de la Casa Blanca–. Segundo, hay una amplia descentralización en la toma de decisiones, explicada en parte por la existencia de un servicio civil de carrera –una meritocracia– que no cambia de un gobierno a otro. Finalmente, la existencia de la reelección –una para el Ejecutivo federal y los gobernadores e ilimitada en el Congreso– crea un juego político en el que los electores, no los partidos políticos, son los protagonistas. A diferencia de los miembros del gabinete, los altos mandos de la Oficina Ejecutiva de la Casa Blanca, como el jefe de la Oficina (Chief of Staff), el consejero de Seguridad Nacional y el representante Comercial de Estados Unidos, entre otros, no tienen que ser ratificados por el Senado. Es decir, son nombrados directamente por el presidente para lidiar con el gabinete y asegurar que sus directivas sean puestas en práctica. El gabinete en Estados Unidos tiene matices diferentes al mexicano. Por lo general los candidatos a la presidencia no emanan de allí, sino de los puestos de elección popular, ya sea el Congreso o las gubernaturas. El secretario de Estado, en jerarquía, es el número uno del gabinete. Esto se explica por la enorme responsabilidad que tiene el jefe de la diplomacia ante todos los intereses globales de su país. Le siguen el secretario de Tesoro, el secretario de Defensa y el procurador general de Justicia. Por tradición, los miembros del gabinete se convierten en guardianes de los intereses de sus propias secretarías y burocracias, de manera que se requiere de los buenos oficios de los titulares de la Oficina Ejecutiva de la Casa Blanca para reivindicar, en la agenda diaria de gobierno, los intereses del mandatario. La burocracia federal de Estados Unidos es un servicio civil de carrera bien establecido y regulado, el cual no cambia con el presidente en turno (en México sólo el servicio diplomático, el electoral y el militar son meritocracias.). Sólo los puestos directivos, aproximadamente 4 mil de un total de 2.1 millones, son nombrados por el Ejecutivo. De estos, mil 200 requieren confirmación del Senado. La existencia de un servicio civil de carrera consolidado explica, en parte, la importante descentralización en la toma de decisiones en el vecino país. Por ejemplo, la Agencia para el Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés), adscrita al Departamento de Justicia, tiene una bien ganada reputación de irse por la suya en los temas de narcotráfico. Finalmente, la reelección en todos los puestos de elección popular implica prácticas particulares. El Ejecutivo federal, por ejemplo, suele ser más cuidadoso en su primer cuatrienio que en su segundo, pues está buscando la reelección. Obama, quien cederá el poder a Trump el próximo 20 de enero, fue un presidente cauteloso en su primer cuatrienio y audaz y asertivo en su segundo. ¿Buscará Trump un segundo cuatrienio? En una lectura optimista, el magnate de los bienes raíces podría hartarse pronto de la cultura del establishment de Washington y regresar a sus negocios. En una lectura pesimista –que parece más probable–, Trump, finalmente narcisista, sucumbirá a las mieles del poder e intentará gobernar ocho años. En cualquier escenario, lo que posibilitará o no que Trump cumpla sus promesas de campaña será la conformación de su equipo, el cual está prácticamente nombrado antes de acabar el año. Equipo de ricos, generales e insurrectos Trump ha seleccionado a un conjunto de colaboradores con tres perfiles bien definidos: empresarios (seis), militares (cuatro) e insurrectos (tres). Estos últimos fueron seleccionados justamente por su crítica a las agencias que dirigirán. Una sorpresa ha sido que, de estos tres perfiles, la mitad tiene experiencia de gobierno y la mitad llega como el propio Trump: literalmente en blanco. Los empresarios son el mayor pelotón, pues claramente Trump les profesa afinidad y respeto. No sólo éste será el presidente más acaudalado en la historia de Estados Unidos; también lo será su equipo. Por ejemplo, los nominados para secretarios del Tesoro, Steven Mnuchin; de Comercio, Wilbur Ross, y de Educación, Betsy DeVos, tienen respectivamente fortunas calculadas en 40 millones de dólares, 3 mil millones de dólares y 5 mil millones de dólares. DeVos, acaudalada filántropa de Michigan, donde dirigía al Partido Republicano, está en las filas de los millonarios e insurrectos. Encabeza una agenda revolucionaria contra lo que ha sido la norma de la administración Obama: nivelar los estándares de educación para todos, sin importar raza o código postal. La nominada insistirá en impulsar las escuelas autónomas financiadas con fondos públicos y en evitar que sean reguladas federalmente. Ahora bien, dentro del grupo de insurrectos, el nominado para dirigir la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés), Scott Pruitt, es quien más ha acaparado los reflectores. Este celoso conservador considera que el calentamiento global es un cuento de los científicos progresistas e hizo fama nacional como procurador general de Oklahoma, justamente anteponiendo demandas judiciales a las regulaciones ambientales de la EPA. También en esta categoría destaca Tom Price, quien ha sido nominado para dirigir el Departamento de Salud. De extrema derecha, este seis veces representante federal de Georgia se dio a conocer por su celo para descarrilar la reforma de salud de Obama, conocida como la Ley de Salud Asequible (Affordable Care Act). Invitar a cuatro generales a su equipo ha sido una de las grandes sorpresas del presidente electo. Una explicación de ello es que se trata de una estrategia para ganarse el respeto del electorado y arrancar su gobierno con un nivel aceptable de confianza. Una de sus promesas de campaña más celebradas fue que “drenaría el pantano” de corrupción llamado Washington. Según la encuestadora Gallup, la institución castrense es la más valorada entre los estadunidenses: 73% del público le tiene un alto respeto, por encima de empresas e iglesias. “Perro loco” es el mote de quien ha sido propuesto para encabezar el Pentágono, James Mattis, general de cuatro estrellas retirado de la Marina que hasta 2013 encabezó el Comando Central. Dirigió las tropas después de los atentados terroristas de 2001, tanto en la invasión a Afganistán como a Irak. Se ha distinguido por ser un fuerte crítico del “débil” posicionamiento de Obama en Medio Oriente y se asemeja a su futuro jefe en saltarse las trabas del decoro. Otro general que tendrá una gran incidencia en el equipo de Trump es Michael Flynn, quien ha sido nombrado consejero de Seguridad Nacional. Bajo ciertos presidentes, quien ha ocupado este cargo ha sido un actor de enorme relevancia que puede incluso opacar o rivalizar con el Secretario de Estado. Flynn presidirá el Consejo de Seguridad, organismo en el que participan los grandes actores de la guerra y la paz. Ese puesto, reservado generalmente para personajes con la solvencia estratégica de Henry Kissinger, Brent Scowcroft o Condolezza Rice, recayó en un furibundo enemigo del Islam radical. Flynn, exgeneral de tres estrellas de la armada, se hizo notar en la Convención Nacional Republicana al corear “¡enciérrenla!”, refiriéndose a Hillary Clinton. El futuro consejero insiste en que el Islam es una ideología política que busca destruir la civilización judeocristiana. También, como su futuro jefe, da rienda suelta a sus pasionales reflexiones a través de las redes sociales. Los más relevantes para México La relación con Estados Unidos es tan compleja e interdependiente que prácticamente todas las instancias de gobierno de ese país son importantes. Sin embargo, en la presente coyuntura, podría sostenerse que son cuatro los nombramientos de Trump con mayor relevancia para México: Departamento de Estado, Departamento de Seguridad Interna, procurador general de Justicia y, del ámbito de la oficina de la presidencia, el representante Comercial. Rex Tillerson ha sido nominado para encabezar la diplomacia del vecino. Desde que se graduó de ingeniero, este empresario texano ha trabajado en la mayor empresa petrolera de los Estados Unidos, Exxon Mobil, y la ha presidido durante una década. Al nominarlo, Trump tuiteó: “Lo que más me gusta de Rex Tillerson es que tiene una vasta experiencia en negociar exitosamente con todo tipo de gobiernos”. Lo más destacado y peligroso para la confirmación senatorial de Tillerson es su relación con el líder ruso, Vladimir Putin, quien lo condecoró con la “orden de la amistad” en 2012. Destaca que Exxon Mobil ganó en diciembre de 2016 una licitación en México para el desarrollo de un bloque petrolero. Como texano y empresario de la industria petrolera, Tillerson muy probablemente tendrá una actitud positiva y pragmática hacia México. De ser así, podría ser una importante voz de moderación hacia nuestro país en el Washington de Trump. A raíz de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, se constituyó una enorme secretaría para defender las fronteras: el Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security). Con más de 240 mil burócratas, esta compleja agencia será dirigida por el exgeneral de cuatro estrellas de la marina John Kelly. Éste se retiró en febrero pasado como director del Comando Sur, que vigila Sudamérica, Centroamérica y el Caribe. Es un halcón de la seguridad fronteriza pero, como bien apunta Dara Lind, de Vox.com, también entiende las causas de la emigración centroamericana. En su testimonio al congreso, Kelly señaló: “Si los países de donde proceden estos inmigrantes tuvieran niveles razonables de violencia y de oportunidad económica, entonces esas personas no tendrían que venir a Estados Unidos”. En Kelly, México tendrá un interlocutor complejo que seguramente presionará para que se tomen decisiones más claras sobre los flujos migratorios en tránsito y en la frontera sur. Jeff Sessions, propuesto como procurador general, bien podría ser una pesadilla. Cuando fue promovido por Ronald Reagan para juez federal, el Senado, con mayoría republicana, lo descarrilló por su evidente racismo. Tiene una fama bien ganada en el Senado, donde ha representado a Alabama por 20 años, de intransigente con la migración y el tráfico de drogas. Se ganó la nominación al ser el primer senador que apoyó al candidato Trump y lo asesoró en temas de justicia y migración. La más peligrosa amenaza de Trump candidato es la posible destrucción del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El cálculo optimista es que no denunciará el TLCAN, sino que renegociará. De ser así, el actor más importante será el representante Comercial, quien es parte de la Oficina Ejecutiva de la Presidencia y aún no ha sido designado. En la negociación del TLCAN, México atestiguó la importancia de Carla Hills, representante Comercial del presidente número 41, George W. Bush. En un principio, Hills no tenía disposición y el tratado se atoró; eventualmente se convertiría en la artífice del más importante acuerdo en la historia de la relación México-Estados Unidos. El presidente electo tiene prácticamente listo a su equipo de ricos, militares e insurrectos. El sentimiento para muchos es que será una horrenda presidencia. Lo será, seguramente, a medias. Ni Obama logró la sociedad inclusiva ni el mundo en paz en que insistió en ocho años de gobierno; ni Trump derrumbará por completo la sociedad plural en el vecino país. En el tema de la guerra y la paz soy más pesimista. Trump, por mandato constitucional, será el comandante en jefe del ejército más poderoso del orbe. Veremos si su equipo lo contiene.

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