El potencial del Frente

domingo, 1 de octubre de 2017 · 09:32
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El Frente Ciudadano por México (FCM), formado por PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC), nace con un logro que parecía imposible: haber evitado que el actual procurador, Raúl Cervantes, se convirtiera automáticamente en titular de la Fiscalía General de la República. Ello fue resultado de una estrategia que condicionó la instalación de la Cámara de Diputados a que el PRI se desistiera de imponer a ese personaje como fiscal. Gran triunfo del Frente y de las organizaciones sociales que se manifestaron en favor de #VamosPorUnaFiscalíaQueSirva. El FCM presentó ante el Instituto Nacional Electoral el convenio de constitución del Frente (no electoral). Aún falta que se convierta en alianza o coalición electoral y presente su plataforma y candidatos para los comicios de 2018. Ya desde ahora, aparece en las encuestas como una tercera opción, en dos de ellas por encima del PRI y Morena, con sus respectivos aliados; sólo considerando las siglas. En el documento titulado “Convenio de Constitución del Frente Ciudadano por México” se establecen los propósitos y compromisos para lograr un cambio de sistema político: “Partimos de tres premisas básicas: ni la corrupción es cultural, ni la desigualdad es natural, ni la violencia es inevitable… Nos unen causas y el propósito de construir un nuevo régimen.” Señalan que su prioridad es erradicar la impunidad y ofrecen una vida digna con seguridad jurídica, personal y patrimonial para todos. El FCM propone el empoderamiento ciudadano, gobernabilidad democrática, sistema económico incluyente, gobierno de coalición, fortalecimiento del Legislativo, así como un Plan Nacional de Desarrollo y un gabinete plural sujetos a la ratificación del Congreso, a fin de propiciar “el derecho de todas y todos los mexicanos a conquistar la felicidad”. El secretario de Gobernación sería el líder del gabinete, propuesto por fuerzas políticas distintas a la del presidente de la República. Generalidades y buenos deseos. Los líderes de los tres partidos que integran el Frente han declarado que sus intereses personales deben subordinarse a la creación de un programa para consolidar el proyecto político que han formado y hacer realidad los propósitos que los unen. No obstante, ya ha empezado la repartición del pastel político de los cargos que se renovarán en 2018: la Presidencia, la totalidad del Congreso, ocho gubernaturas y la jefatura del gobierno de la Ciudad de México. Para volverse electoralmente competitivo es indispensable que el candidato del FCM a la Presidencia tenga posibilidades reales de derrotar al de Morena y al del PRI. Entre los mencionados, quien más méritos tiene es Ricardo Anaya, actual presidente del PAN, principal promotor del Frente y cerebro de la estrategia que impidió el pase automático del procurador a fiscal. Más allá de sus legítimas aspiraciones personales, sería importante tanto para el éxito electoral del Frente como para el país, analizar con rigor sus posibilidades reales de triunfo y –algo aún más difícil– reflexionar con autocrítica y patriotismo si existen otros mexicanos con mayor experiencia y prestigio que pudieran ser candidatos idóneos a la Presidencia, además de tener altas probabilidades de victoria. La existencia del FCM permite imaginar tal escenario. Los dirigentes del PAN, PRD y MC deben ser conscientes de ello y estar a la altura de la responsabilidad histórica que tienen en sus manos. Como ejemplo de un mexicano con credenciales sobresalientes para ser candidato a la Presidencia que, sorprendentemente, no ha sido mencionado por ningún partido, ni tampoco en las encuestas, es importante recordar el nombre de José Ángel Gurría. Secretario de Hacienda y de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Ernesto Zedillo, actualmente es secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con sede en París, cargo que ocupa desde 2006, pues ha sido reelecto en dos ocasiones debido a la excelencia de su liderazgo. Durante los últimos 11 años Gurría ha transformado la OCDE en un organismo orientado a la acción basada en la investigación rigurosa, realizada desde un enfoque multidisciplinario y comparado, a fin de promover políticas que mejoren el bienestar de las personas alrededor del mundo y permitan el crecimiento con inclusión. Sus logros han sido asombrosos (“Transforming the OECD. Impact Inclusiveness and Relevance”). Los proyectos que la OCDE ha promovido bajo el mando de Gurría para combatir la evasión fiscal a nivel internacional, analizar el aumento de las desigualdades y su impacto económico, impulsar la equidad de género o discutir las maneras de lograr una globalización más incluyente muestran un cambio fundamental en el enfoque de la organización y un intento por responder a los grandes desafíos internacionales. La OCDE cuenta con 35 países miembros, un presupuesto de 350 millones de euros y se ha convertido en la organización internacional con mayor prestigio e influencia en materia de políticas públicas debido a sus estudios y recomendaciones sobre las áreas más importantes del quehacer gubernamental: combate a la corrupción, desarrollo, educación, asuntos sociales, migración y salud, empleo, energía, medio ambiente, comercio, entre muchas otras. La experiencia, visión y respetabilidad internacional adquiridas por Gurría a lo largo de su brillante carrera política, sumadas a su nivel de interlocución con los máximos líderes del mundo le confieren una calidad de estadista, muy por encima de intereses partidarios, así como de la politiquería prevaleciente en México. A pesar de que su tercer periodo como secretario general de la OCDE termina en 2021, es posible que, debido al gran amor que tiene por su país, aceptara ser candidato a la Presidencia de México para las elecciones de 2018. Pero, claro, para ello haría falta que algún partido o coalición se lo ofreciera. Eso, lamentablemente, hasta ahora no ha ocurrido. Si el Frente quiere realmente cambiar a México y hacer historia, bien haría en considerarlo. Este análisis se publicó el 24 de septiembre de 2017 en la edición 2134 de la revista Proceso.

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