Mexamérica

sábado, 21 de octubre de 2017 · 09:19
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Los mexicanos en Estados Unidos es un tema que ha adquirido mayor importancia desde la campaña y, más tarde, en la toma de posesión de Donald Trump. El odio hacia los trabajadores mexicanos indocumentados, la insistencia en construir un muro para mantenerlos fuera, las acusaciones falsas sobre su efecto disruptivo en la sociedad estadunidense y las afirmaciones sobre su comportamiento agresivo forman parte del discurso xenófobo predominante entre los sectores más conservadores del Partido Republicano. El ambiente creado ha dejado en la penumbra dos problemas. El primero, que hay aproximadamente 37.5 millones de mexicanos en Estados Unidos, de los cuales solamente 6 millones son trabajadores indocumentados. El resto son ciudadanos establecidos allí legalmente y forman parte del mosaico multiétnico de la población estadunidense. Su número es superior a la población de países tan reconocidos como Canadá. Su estancia en Estados Unidos es un hecho permanente. El segundo elemento del que poco se habla son las proyecciones del crecimiento demográfico en el país vecino. De acuerdo con ellas, en el año 2050 la mayoría de la población estadunidense será hispana. En otras palabras, estará integrada por latinos de diversas latitudes que hablan español, entre los que sobresalen los de origen mexicano. Su número podría llegar a 130 millones de personas. La población blanca será minoría. Por lo tanto, aún si se llegasen a deportar a todos los trabajadores indocumentados (situación bastante improbable), la presencia mexicana en Estados Unidos seguirá siendo muy amplia. A pesar de su importancia numérica, Mexamerica, una de las diásporas más numerosas que se conocen en el mundo, ha recibido poca atención en la literatura especializada. Basta comparar el gran número de estudios dedicados a los trabajadores indocumentados y el escaso interés otorgado a los mexamericanos. Tomando en cuenta esa omisión, la aparición del libro de Fey Berman: Mexamérica: una cultura naciendo (Ediciones Proceso, 2017) es una aportación muy valiosa que contribuye a conocer la complejidad de las relaciones entre México y Estados Unidos y la evolución que están experimentando, independientemente de los sentimientos hostiles hacia los mexicanos que hoy son azuzados desde la Casa Blanca. Se trata, pues, de un  libro indispensable para tomar conciencia de esa cultura naciendo que, como bien señala su autora, constituye uno de los fenómenos sociales más fascinantes de esta parte del mundo. Precedido de una espléndida introducción, el libro se subdivide en secciones integradas por artículos sobre los mexamericanos que la autora ha venido publicando en los últimos años. El resultado es una colección de ensayos que abordan, desde perspectivas diversas, las formas de vida, los problemas que enfrentan y, en general, la contribución de los mexicano-americanos a la vida cotidiana y a las manifestaciones artísticas, culturales y tecnológicas en Estados Unidos. Es difícil resumir los rasgos distintivos de la presencia mexicana en Estados Unidos. Difieren de una región a otra, de una actividad a otra, de una generación a otra. Sin embargo, hay ciertas líneas conductoras que nos ayudan a identificar la fuerza y trascendencia de dicha presencia. Empecemos por el idioma. El español está presente en el metro neoyorkino, en las plazas comerciales de las grandes ciudades, en restaurantes y tiendas de diversos productos. Hablar español es una constante en el paisaje urbano de los Estados Unidos. Frecuentemente es un español con variantes al que se habla en los países latinoamericanos o España. Algunos lo llaman spanglish. No se trata de una lengua que corresponda a los cánones de la Real Academia de la lengua española; afortunadamente. Se trata de la forma de hablar que surge del contacto de dos lenguas que interaccionan activamente en el territorio de Estados Unidos. El segundo rasgo es la incorporación de las costumbres, la cultura, la gastronomía, los modismos, la música a la vida cotidiana estadunidense. El capítulo relativo al fenómeno mexneoyorquino es uno de los más atractivos. Primeramente, porque pocas ciudades poseen con tanta fuerza la presencia hispana. Los números hablan por sí solos. La tercera parte de la población de Nueva York es hispana. Es importante subrayar el liderazgo mexicano dentro de dicha población, el cual se fue consolidando en los últimos 30 años debido a una migración multifacética de la que han formado parte personalidades de las letras, la medicina, el arte y el mundo empresarial, quienes han dejado una fuerte huella en la ciudad. La voz mexicana está presente en las corrientes culturales más importantes de Nueva York, desde el teatro y la pintura hasta la fisonomía de barrios predominantemente mexicanos. El capítulo citado es sólo un ejemplo de la oferta contenida en este libro para adentrarse en el tema de Mexamérica. Invita a que se desarrollen nuevos y más amplios estudios sobre esa diáspora fascinante que es la población  creciente de mexicanos en Estados Unidos. Ahora bien, hay dos temas no suficientemente explorados que exigen una reflexión. ¿Qué tan generalizada es la presencia mexicana a lo largo del territorio de la Unión Americana? En particular, ¿qué tan aceptada es su infiltración en la cultura y valores de aquel país cuando llegamos a los medios rurales o a las ciudades del “cinturón oxidado”, de donde salieron los votos a favor de Donald Trump? Los ejemplos proporcionados por la autora de Mexamérica se refieren, sobre todo, a los espacios urbanos situados en la costa este u oeste de Estados Unidos, o en ciudades conocidas por su tolerancia, como Chicago. Pero qué ocurre en las zonas rurales del medio oeste y, en par­ticular, en aquellas ciudades donde la desindustrialización ha producido enormes resentimientos sociales por falta de empleo o caída de salarios. La presencia de varias culturas en Estados Unidos despierta resistencias fuertes en la era de Trump. ¿Cómo sobrevivirá Mexamérica en dichas condiciones? Difícil o imposible que desaparezca. Las tendencias demográficas allí están. Llegó para quedarse. Pero es posible que ocurra recibiendo ataques y viéndose obligada a esfuerzos adicionales que no se habían visto con anterioridad. Este análisis se publicó el 15 de octubre de 2017 en la edición 2137 de la revista Proceso.

Comentarios