Diez años de una nueva libertad

sábado, 29 de abril de 2017 · 10:28
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El lunes 24 se cumplieron 10 años de la aprobación de la interrupción legal del embarazo (ILE) en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. De los cinco partidos que en ese entonces formaban la coalición de izquierdas (PRD, PT, Convergencia, PRI y Alternativa) más el Panal votaron a favor 46 asambleístas (excepto una abstención de un diputado del PRI) mientras que en contra estuvieron los 17 diputados del PAN y dos del Verde Ecologista (el único partido verde en el mundo con posturas conservadoras). La ILE puso a la Ciudad de México a la vanguardia del tratamiento jurídico en relación con el aborto, y a 10 años la experiencia ha sido impresionantemente positiva: más de 200 mil mujeres han tenido su ILE de forma segura y gratuita en los servicios médicos de la Ciudad de México, y se calcula que otro tanto más pagando en servicios privados. A la Ciudad de México han llegado mujeres provenientes de todas las entidades federativas, y los datos actuales hablan de que más de 80% llega a solicitar la ILE antes de las ocho semanas de gestación. Esto favorece que las ILE se lleven a cabo con un método no invasivo: las pastillas. A las usuarias les explican en qué consiste el aborto con medicamento, les dan instrucciones por escrito, y ellas se van a hacerlo a sus casas. Días después regresan a una revisión. ¡Nadie ha faltado a ella! El aborto siempre ha sido posible. Las mujeres lo han practicado en todas las épocas y en todas las culturas como medio de librarse del destino no deseado que cobra forma en la maternidad impuesta. Abordar el tema del aborto implica enfrentar los dilemas actuales que nos plantean el desarrollo, la ciencia, la razón y la libertad. No es posible formular la complejidad de las cuestiones asociadas con la interrupción voluntaria del embarazo en un maniqueo posicionamiento de “a favor” o “en contra”. ¿Quién puede estar “a favor” del aborto? Todas las personas coincidimos en el deseo de que nunca más una mujer tenga que abortar. Nadie en su sano juicio puede estar “a favor”, así, en abstracto. Por otro lado, ¿qué significa estar “en contra”? ¿Acaso se pretende impedir que las mujeres violadas aborten, que las que tienen embriones con patologías graves tengan que llevar a término sus embarazos, o que las embarazadas en peligro de morir sean sacrificadas por la llegada de una nueva vida? Por eso no hay que confundirse. Si bien todas las personas deseamos que se terminen los abortos, discrepamos radicalmente en cómo lograr ese objetivo compartido: unas personas piensan que hay que prohibir todos los abortos, mientras que otras pensamos que hay que despenalizar esa práctica. Aunque ambas posturas sostienen que es importante prevenir los abortos, una aboga por una amplia educación sexual y una gran difusión de los métodos anticonceptivos, en tanto la otra argumenta que hay que restringir la actividad sexual a su práctica dentro del matrimonio, que el único método anticonceptivo válido es el ritmo y que la abstinencia sexual es la única opción legítima para los jóvenes. Las cifras de embarazo adolescente e iniciación de la vida sexual juvenil fortalecen mi escepticismo respecto de las vanas ilusiones de los conservadores. La fuerza de la pulsión sexual es avasalladora y las fallas humanas, sociales y técnicas producen cientos de miles de embarazos no deseados cada año, gran parte de los cuales siguen siendo interrumpidos de manera ilegal y riesgosa. Es absurdo que, con una Estrategia Nacional de Prevención del Embarazo Adolescente no se comprenda que no sólo hay que prevenir, sino también remediar los embarazos no deseados. Hace 10 años, el panista Felipe Calderón prohibió a la Secretaría de Salud federal, al IMSS y al ISSSTE que dieran el servicio de ILE en los hospitales y clínicas que están en la Ciudad de México. Hoy, con un gobierno del PRI, la prohibición se sostiene. ¿Cuándo se permitirá ofrecer el servicio de ILE en esas instancias, en esta ciudad donde es legal? Además, se suele olvidar con frecuencia un aspecto crucial de la ILE: es similar a la ley del divorcio en tanto que no obliga a nadie a acogerse a ella, pero el hecho de que exista favorece a quienes sí necesitan o desean hacerlo. Si por sus creencias religiosas una mujer considera que abortar es un asesinato, la ILE no la obliga a hacerlo. La ley da la opción solamente. Finalmente, soy una de las tantas personas que se empeñaron en conseguir el objetivo de la ILE y a 10 años de esa reforma legal me pareció pertinente hacer un recuento del proceso, acompañado de un análisis de lo que ocurre aquí y en otras partes del mundo. El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar mi libro La interrupción legal del embarazo. El caso de la Ciudad de México. Reconozco de antemano que la mía es una visión parcial, pues fui una pieza en un esfuerzo colectivo que condujo a la despenalización del aborto en 2007. En esta narración me centro en explicar lo que me tocó vivir, e intento esbozar el panorama de confrontaciones ideológico-políticas que acompañaron la ardua batalla de la despenalización. Este relato pretende ser una contribución a guardar la memoria del esfuerzo colectivo que desembocó en la obtención de la ILE. Ojalá y también sirva de guía para las activistas que radican en las demás entidades federativas. Este análisis se publicó en la edición 2112 de la revista Proceso del 23 de abril de 2017.

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