Atentado morenista a la Fe y a la Democracia

sábado, 22 de diciembre de 2018 · 09:30
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Una falsa percepción de la realidad, tanto interior como exterior es una característica propia de las patologías, ya sean individuales o colectivas.  La esquizofrenia y la enajenación políticas y las de otra índole, se complementan entre sí, como lo dice Eric Fromm en su Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea -que me sirve de base para este punto-; en el primer caso, hay una incapacidad para captar objetivamente el mundo exterior; en el segundo, se produce un vaciamiento del mundo interior del individuo- del yo y sus potencias -  que se deposita en ídolos a los que se adora, ya sean el dinero, el poder, el líder, el Estado. Y dicho individuo vacío, traba relación con los ídolos exclusivamente por medio de la sumisión. Se convierte en un idólatra poseído. En unas cuantas semanas el país ha vivido casos que ejemplifican las patologías mencionadas. En el denominado Congreso de la Unión, en la toma de posesión presidencial, se escucharon discursos senatoriales que divinizaron al poder entrante, sin matices, sin eufemismos, sin rubor, sin recato.  Sumisión retórica abyecta en resumen, que proyecta el estado mental de una minoría dominante y estéril que es a la vez, mayoría legislativa poseída, que presta servicios meramente numéricos de sumisión política. Otro caso aún más revelador es el que la revista Proceso -reducto invaluable de libertad de prensa en tiempos de sumisión- reseñó hace muy poco. En una representación de la pastorela llamada "Doña Diabla y sus Pastores", a la que asistieron personajes políticos y religiosos afines al gobierno en turno, se llevó a cabo un acto insólito por su desproporción, por su desmesura en medio de la burla, de la sorna pedestre. Esos personajes que padecen de satiriasis - misma que describe en forma lapidaria G. Papini en uno de sus libros cumbre-, osaron divertirse con un niño Jesús en cuya cabeza colocaron una peluca canosa, en imitación de la cabellera de los Ejecutivos en turno. Conducta que ilustra la ausencia patológica de captación objetiva de las realidades exteriores en sus justas dimensiones humanas, tan llenas de debilidades. Este último caso en su simbolismo atroz, es para quien tiene convicciones y pensamiento serio, de una gravedad extrema, tanto para cristianos, como para los que no lo son. Para el pueblo católico de México, es un atentado burdo, blasfemo, a su Fe, a lo más sagrado, a lo más noble y puro. Debe haber, por ende, un repudio masivo a dicha conducta, y llevarse a cabo un acto de enérgico desagravio en todas las plazas, a lo largo y ancho de la nación. Para los que no lo son, representa una afrenta más a las libertades, -militarización de la seguridad pública, fiscal general a modo, superdelegados que destruyen el federalismo-  a los principios democráticos, pues equivale a la  reiterada tentativa -en este caso burlona, socarrona, pero simbólica en esencia- de divinización del poder. En la Roma de los Césares, lejanísima en la historia, éstos eran idolatrados como dioses por los aduladores y por la plebe. ¡Qué poco ha avanzado el país en estos menesteres y en tantos otros! Otro signo de enajenación es la forma en que se rebaten por parte de los morenistas, las críticas certeras de la oposición. Si se les critica su falta cotidiana de coherencia política, replican diciendo que el que lanza la crítica no ha sido coherente y por tanto, no procede la misma; si se les tacha de antidemocráticos, responden con igual táctica, si se les acusa de injustos, de antifederalistas, de antidemocráticos, de neoliberales disfrazados de corderos, de militarizar aún más al país, reiteran la misma seudo defensa. Pero tal forma de rebatir es sofista, es engañabobos. En primer lugar, la idea de que "quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra", es una que pertenece a la justicia divina y no a la humana. Sin embargo, en este caso, de nuevo aflora la carencia de comprensión objetiva del mundo interior y del exterior, arrogándose cualidades inexistentes. Por otro lado, quien emite la crítica desde la oposición, se basa en criterios defendidos hasta el cansancio por los criticados cuando eran oposición, al margen del criterio y conducta del que critica: criterios políticos de justicia, de coherencia democrática, de defensa del federalismo, de independencia de las fiscalías, de partir del mérito y no del amiguismo o la cercanía partidista en la designación de cargos, y un extenso etcétera. Resulta entonces que nadie puede señalar crítica alguna al nuevo gobierno "incorruptible" que recuerda al de la Francia del XVIII. Defensa de sofistas que solamente persuade a estultos o a novicios de la frivolidad mental -que por desgracia abundan-. Ojalá que la ciudadanía razone y capte la gravedad de la hora presente tan llena de espejismos, y que los que ejercen el poder, rectifiquen y salgan de sus irrealidades para su bien y para el de la nación entera. (Aprovecho éste para felicitar a la familia Scherer por la declinación de la medalla Belisario Domínguez otorgada "post morten" a el patriota Don Julio Scherer García).

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