Liderazgo en crisis decisivas: Napoleón

viernes, 25 de octubre de 2019 · 08:55
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un sentimiento de nuevo malestar y enojo inunda el mundo. Mundo sin estilo, vulgar, a la deriva en cisma de cuerpo y alma. En el contexto de un orbe carente de liderazgos políticos genuinos, Frido Kyan Aliotti dialoga imaginariamente con el espíritu de Bonaparte.  El genio de la estrategia política y guerra, junto a Alejandro, a César, a Cortés. Es Napoleón, el "mediador, el que concilia, el que une los contrarios, el antiguo y el nuevo mundo, la mañana y la tarde, en mediodía". Como lo hizo el tribuno Mirabeau en su momento, en el amanecer de la Revolución. Ese que concilia, es el genio político imperecedero y no otra cosa. Frido: Bienvenido a mi país gran Corso. Quise invitarlo a este diálogo para ir al fondo del significado de los liderazgos en tiempo de crisis decisivas. Y usted mejor que nadie, puede ayudarnos a profundizar en ese significado. Sé bien que en usted era intuitiva la planeación victoriosa de las batallas, de su vida misma como obra de arte. La intuición del genio en todo su esplendor. Y, ¿por cierto, tuvo fe, creyó usted en su propio genio? Bonaparte: Desde que vivía Frido, en el vientre de mi amadísima madre, Leticia Ramolino, la estrella del genio y la fortuna estuvieron en el horizonte presentes ante mí. Me estremecieron y les fui fiel desde entonces hasta el final, en el triunfo y la derrota. No ha habido en la historia de la guerra hombre más audaz que yo. Frido: Vaya, su respuesta tan natural lo pinta de cuerpo entero como en aquella pintura de Antoine Gros que reproduce su arrojo suicida en la batalla del puente de Arcole, con su mirada serena y dominadora. El general Augereau, no ha logrado el cometido estratégico militar que usted le asignó de cruzar el puente de Arcole. Sus generales Lannes, Masséna y Belliard, también están en graves problemas. Los soldados, desmotivados; es prácticamente imposible cruzarlo debido a la poderosa artillería austriaca, croata y húngara que lo custodia. ¿Qué hace usted ante esa situación crítica, heraldo de derrota? Bonaparte: Decido presentarme en persona en el lugar para motivar a mis soldados que flaquean. Es necesario incendiar de entusiasmo y valor el corazón de ellos en momentos tan decisivos. Empuño la bandera y me lanzo a cruzar el puente, recordando tal vez un episodio de la novela romántica por mi escrita un año antes, Clisson et Eugénie. Mis soldados todos me siguen con valor inaudito que logro trasmitirles. Muiron protege mi espalda y cae muerto. En el fragor de la lucha, caigo yo del puente al río pantanoso, y los míos, mis granaderos me salvan. Después, contando con el afecto, admiración y valor de mi ejército, diseño una estrategia, un ardid de batalla que asegura la victoria. Victoria del 17 de noviembre de 1796, que se hace leyenda y que contribuye a la derrota de los austriacos en la primera campaña de Italia. Alvinzi, el austriaco, ante esa hazaña deslumbrante de audacia e ingenio, abandona la Italia toda. En el estilo está el hombre, se ha dicho. Frido: ¡Qué gran batalla, de la mano de Lodi y Rívoli! La realidad emulando el arte heroico de su novela. Ante el peligro de la derrota en Arcole, usted no permaneció lejano a la angustia de los suyos. Se presentó en el lugar de peligro extremo para dirigir la batalla. Empuñó la bandera, arriesgó la vida, inflamó el alma de sus soldados. Luego, seguramente pensó usted en la gloria. Después, ganó la batalla. Así de simple y así de complejo. Valor y estrategia de un líder sin par. ¡Qué contraste, por ejemplo, con la actitud de un presidente de Estados Unidos que, ante el asedio terrorista de las Torres Gemelas, se refugió en una escuelita de primaria, donde leyó cuentos a los párvulos! ¡Eludió el problema de vida o muerte para el país más poderoso de la tierra y leyó cuentos, en lugar de asumir el liderazgo ante tal crisis de dimensiones apocalípticas! Bonaparte: En efecto, ausencia trágica de liderazgo. Traigo a mi memoria gestos de heroísmo de líderes genuinos en tiempos aciagos para el bien de pueblos enteros. Me refiero a la doncella indómita y providencial, Juana de Arco, patrona de Francia con San Luis. La recuerdo en el asedio de Orleans, en la cumbre de las Torrecillas. La recuerdo ondeando su bandera blanca con bordes de seda, bordados los nombres de Jesús y María, como yo después en Arcole con mi estandarte. Herida de flecha ella por los ingleses, y a pesar de ello, radiante de valor y determinación. Valor que entusiasmó hasta el delirio a su ejército, horas antes, descorazonado y hambriento. Valor que doblegó al soberbio enemigo. Y hago también memoria de un inglés, a pesar de que no son de mi devoción por obvias razones. Wiston Churchill. Ante la amenaza nazi, fue él desde el principio, quien la enfrentó con valor e inteligencia ejemplares. Sangre, sudor y lágrimas, demandó de su nación ante el peligro mortal. Dos frases de él, lapidarias y llenas de verdad, lo resumen todo: La siguiente dirigida a Chamberlain por su actitud ante Hitler, en búsqueda de una paz imposible:  "You were given the choice between war and dishonour. You chose dishonour, and you will have war" (A usted le fue dado elegir entre guerra y deshonra. Eligió la deshonra y tendrá la guerra).  Y la tuvo y devastadora.  Y la otra frase "Give us the tools and we will finish the job" (Facilítenos las herramientas y nosotros terminaremos la tarea). Y se las dieron y terminó victorioso en la guerra, y en el arte hermano de escribir bien con el Nobel de literatura. Los medios materiales y humanos para lograr el fin anhelado de victoria, son elementos indispensables en la planeación estratégica de toda operación militar. Frido: Otra vez determinación y planeación estratégica: sin ellas no hay victoria previsible. Bonaparte, le ruego contestar un par de preguntas. ¿por qué en ocasiones ante el caos y el horror provocado por un operativo de Estado -de índole militar-, se llega al extremo de tener que ceder ante amenazas de un enemigo, de un grupo criminal paradójicamente superior en fuerza y estrategia? Bonaparte: Frido, se pone usted de pechito como se dice en la jerga de las luchas militares y dialécticas. La respuesta a su pregunta es clara, de sentido común si se va a las causas del acontecimiento y no solamente a sus efectos. La respuesta es contundente: porque el plan de una operación de Estado, con toda la fuerza legítima que ello implica, está mal diseñado. Y ese mal diseño tiene consecuencias funestas. Cualquier otra explicación sería retórica sentimentaloide, apta para masas seducidas por clichés insulsos y uniformadores repetidos en los medios. Frido: Incluso en ocasiones así se ha reconocido, diciéndose que un operativo tal ha sido improvisado. De todo lo que ha dicho usted, deduzco que, en toda acción de corte militar, es esencia -con independencia de la valentía requerida- la previsión de escenarios y consecuencias de la misma. Es esencial la planeación estratégica que equivale a tomar decisiones y revisarlas frente a las previsibles consecuencias, siempre antes de iniciar la acción concreta. Así, el éxito se asegura y se evita de inicio, poner en peligro a poblaciones enteras, más cuando se trata de acciones de Estado. Y se evita el extremo de tener que ceder ante el crimen. Resulta  Bonaparte, que hay mejor planeación en operativos cuyo fin es perseguir a refugiados indefensos. Insólito. Bonaparte: Debo despedirme. Termino comentando que, por lógica elemental, el verse alguien por imprevisión, forzado a ceder ante semejante amenaza, no representa mérito humanitario alguno. Con acertada planeación, la probabilidad de que se llegue a ese extremo de tener que ceder ante una amenaza de grupo criminal, es prácticamente inexistente en tratándose de una operación militar de Estado. Ese extremo nunca debe darse; es decir, ese verse forzado a ceder ante la amenaza una vez provocado horror y caos por imprevisión, no debe presentarse. Ese es el fondo de la cuestión. Cuestión de preguntarse por la causa que provoca el caos y el extremo mencionado. Lo demás, sería hervor de la imaginación de aduladores burdos o chabacanos, salida fácil para chiquillos. Las cosas y los acontecimientos se conocen a fondo por el análisis de sus causas últimas productoras de efectos. Ese es el hábito del pensar a secas. Y siempre es tiempo de rectificación para las almas grandes. Frido: Gran Corso, pocas veces es tan honroso tener frente a uno a un gigante de la historia, con sus grandezas y debilidades de atalaya, con sus batallas memorables, la de Arcole por ejemplo, que usted mismo nos narró, con su Código Civil que tanto lo ha enorgullecido y con razón. Gracias por brindarnos una lección de liderazgo auténtico. Fin del diálogo. Dedico este texto a las familias de la revista Proceso y del periódico Reforma, reductos de libertad de expresión en momentos de asedio. Y a mis brillantes alumnos universitarios del primer semestre de derecho, futuros líderes de verdad, que sabrán mañana, con sabiduría y ánimo esforzado, conciliar los contrarios; líderes tan necesitados en nuestra nación convulsa, atribulada y dividida.

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