Si AMLO hubiera sido presidente...

domingo, 10 de noviembre de 2019 · 10:34
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Siempre me han atraído los ensayos de historia contrafactual. Se pueden abrir disquisiciones fascinantes: ¿qué habría sucedido si los girondinos hubieran ganado la revolución francesa, o los mencheviques la rusa?; ¿cómo habría sido el siglo XX mexicano si Porfirio Díaz no hubiera buscado su última reelección en 1910 y su sucesor hubiera sido Bernardo Reyes? Permítaseme, pues, hacer aquí una especulación sobre nuestro pasado reciente en torno a una pregunta: ¿qué habría ocurrido si Andrés Manuel López Obrador hubiera sido presidente del 2006 al 2012? Van mis conjeturas. Para empezar, estoy seguro de que AMLO no habría emprendido la “guerra contra el narcotráfico” que declaró Felipe Calderón y que tanto daño le ha hecho a México (una estrategia que, dicho sea de paso, critiqué en su momento en varios de mis artículos). Ni cree en ella ni la habría necesitado para legitimarse. Y es probable que la actual política de seguridad de AMLO, que a mi juicio es inadecuada para contrarrestar la violencia epidémica que nos desangra, habría dado mejores resultados en las condiciones de entonces. Es lógico pensar que el antídoto de becas y programas sociales contra la cooptación de jóvenes y de familias enteras por parte del crimen organizado, que hoy parece tardío e insuficiente, habría sido más eficaz cuando la base social de la delincuencia no estaba aún tan extendida y enraizada. De hecho, no es aventurado afirmar que una pacificación con un mínimo uso de la fuerza habría sido más viable antes que ahora. Por eso creo que en este y otros sentidos AMLO llegó tarde a la Presidencia. Huelga explicar que, salvo un par de errores que cometió, la culpa no es suya: lo pararon a la mala. He aquí lo más relevante. En términos anímicos, AMLO habría podido ser un mejor presidente entre 2006 y 2012. Habría ejercido el poder sin la acritud que hoy destila, incubada justamente en la guerra sucia de que fue víctima, en la turbiedad de un proceso electoral que en sus conferencias mañaneras evoca con enojo y repudia con razón. Su rencor es comprensible, pero el efecto que provoca socava su capacidad de gobernar para todos. Al final de su periodo como jefe de gobierno del DF, cuyo saldo fue más que positivo, había logrado apaciguar su antiguo instinto de luchador. Meses después, sin embargo, tras de la contienda presidencial, experimentó una regresión temperamental que ahora propicia la polarización del país. El revanchismo es mal consejero. Por ejemplo, a menudo da la impresión de que, si bien se investiga y enjuicia a corruptos, la lista de prioridades se elabora en función de afrentas o respaldos. Y tengo para mí que nada de esto habría sucedido, como no sucedió cuando fue titular del Ejecutivo en la capital, si hubiera asumido la Presidencia sin enconos. (Cartas sobre la mesa: colaboré es su campaña de ese año y comparto su convicción de que debió haber sido presidente; deploro su recién adquirida obsesión de pelearse constantemente con el pasado mientras dice que quiere dar vuelta a la página y ver al futuro). Tres consideraciones más. 1) En 2006 AMLO habría iniciado su administración sin la aplastante mayoría de su partido en el Congreso que actualmente goza, que merma la división de poderes y agudiza sus pulsiones autoritarias. 2) El hecho de haber tenido que llegar a un tercer intento que los suyos vieron como su última oportunidad, y de que alguien le haya aconsejado hacer todo lo necesario para ganar, lo llevó a aceptar aliados tan indefendibles como innecesarios. 3) El PRI no habría triunfado en 2012. Dudo que AMLO hubiera logrado imponer sucesor con un PRD en el que no las tenía todas consigo y, aun si hubiera fundado Morena entonces, probablemente se habría fracturado por el mismo canibalismo que enfrenta ahora; ni los partidos se institucionalizan bajo liderazgos caudillistas ni el carisma se hereda o se transfiere. Pero la idea-fuerza subrepticia que impulsó al priñanietismo hace siete años –corruptos como todos pero eficaces como nadie– no habría capturado el imaginario colectivo. Tal vez algún candidato independiente o panista habría capitalizado el natural desgaste de AMLO. En suma, estoy convencido de que habría sido muy benéfico para México que AMLO hubiera sido presidente de la República en el segundo sexenio de este siglo. Quienes coincidan con mi análisis sobre el talante de AMLO antes y después de 2006, y además acepten que no tendríamos la vorágine violenta que nos desgarra y que no habríamos tenido la cleptocracia que padecimos de 2012 a 2018, arribarán a la misma conclusión: de haber llegado al poder AMLO hace trece años habría hecho un gran trabajo, y en estos momentos estaríamos mejor sin López Obrador, quien seguramente sería un expresidente popular. Los ejercicios contrafactuales no son estériles. Sirven para profundizar la comprensión del pasado y, sobre todo, para normar el criterio de cara al futuro. No se trata de evadir la realidad; las cosas son como son y lo que no fue no será, como diría José José. AMLO alcanzó la Presidencia en 2018 y no en 2006 y sin duda habrá opiniones en el sentido de que eso fue lo mejor o de que así tenía que ser. Lo importante, pienso yo, es agregar al lugar común de que quienes no conocen la historia están condenados a repetirla un addendum: aquellos que no se plantean cursos históricos alternativos están destinados a tomar decisiones equivocadas en momentos decisivos. Este análisis se publicó el 3 de noviembre de 2019 en la edición 2244 de Proceso

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