De un mexicano común para el presidente 

viernes, 15 de noviembre de 2019 · 09:32
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Escribo hoy sobre la entraña herida del país, al margen del aturdidor asunto boliviano provocado por manías reeleccionistas de funestas consecuencias para la democracia. Manías criticadas acertadamente por Elena Poniatowska, entre otros personajes.  Con respeto, tristeza y coraje, en hora de luto por bebés, niños, mujeres, masacrados, calcinados, esto escribo presidente. La exigencia de perdones está a la orden del día. Usted, titular del ejecutivo, reiteradamente ha solicitado que España y a su santidad el Papa pidan perdón por los hechos de la Conquista. Se olvida que México es fruto del encuentro de indígenas y españoles. Somos en esencia un pueblo mestizo que por regla habla el castellano y profesa la religión católica. Sin el concurso de los pueblos indígenas que estaban sometidos al yugo implacable de los aztecas, Cortés no habría triunfado y no existiría lo que hoy es México. En esa lógica de solicitar perdones, también habría que solicitar a los descendientes de los aztecas que pidieran perdón por el trato de esclavos y víctimas que dieron los ancestros a los pueblos vecinos, sobre todo en las sangrientas guerras floridas. No me imagino, por cierto, al presidente de Estados Unidos solicitando a la reina de Inglaterra que pida perdón al pueblo norteamericano por el desprecio anglosajón a la sangre indígena, por su racista y brutal colonización. En contraste, a pesar de todo, la sangre española se fundió con la indígena naciendo un pueblo nuevo, con sus grandezas y debilidades. Una gran empresa por llevar a cabo en lo porvenir dio comienzo. Eso somos desde entonces, cultura mestiza, guadalupana, historia propia, raza cósmica de proyección continental "en trance permanente de edificación". Es extraño, además, el que solicite a España que pida perdón por algo ocurrido hace 500 años, y no se le exija al gobierno de Estados Unidos pida perdón por habernos arrebatado en el siglo XIX medio territorio, el más rico en recursos. Y ese despojo no se dio hace 500 años, sino en el no muy lejano siglo XIX. Esa solicitud de perdón sí que tendría sentido y fundamento moral, jurídico e histórico. Ojalá que pronto se solicite tal perdón al señor Trump. E incluso se exija la nulidad del Tratado Guadalupe Hidalgo, suscrito por México bajo presencia y violencia militar norteamericanas. Resulta inadecuado a mi entender el incluir al Romano Pontífice en la petición de que se pida perdón por la Conquista. La Iglesia, humilde, ya lo hizo por los excesos, propios del tiempo y circunstancias de entonces, que se dieron a raíz de la fusión fecunda de dos mundos. Pero se compensaron con la incansable labor social y defensa de los indígenas por parte de los misioneros católicos. Franciscanos, dominicos, jesuitas, fundadores de misiones, pueblos --futuras ciudades--, de cultura, arte, educación, oficios. Martín de Valencia, Tata Vasco, Motolinía, Pedro de Gante y tantos otros varones insignes, son vivo testimonio de ello. Y dejando el pasado, resulta desconcertante que hoy, en pleno siglo XXI, no se demande al trumpismo, por pueblo y gobierno juntos, que pida perdón por enjaular niños y niñas mexicanos, migrantes y refugiados. Por separar a los infantes de sus madres, por denostarlos, humillarlos. Por insultar al país con su muro y sus insanas exigencias contra los refugiados centroamericanos que llegan a México rumbo al norte sajón. Esa demanda de que el trumpismo pida perdón por tan injusta, cruel y repulsiva conducta, sí que es un imperativo moral inaplazable de todos. Y dejando el presente del país vecino del norte, aquí en México, en días pasados, el señor Alfonso Romo, en medio de un ambiente cargado de dolor y duelo, dijo algo que hiere, que lastima hondamente. Señaló que no había que magnificar los hechos de la masacre de nueve seres humanos. Señalamiento ese insólito. Por ello, viene al caso la siguiente historia. Napoleón Bonaparte, moribundo en su lecho, solicita que se le traiga un sacerdote católico para morir en el seno de la Iglesia donde había nacido. Su médico, ante tal petición, ríe levemente frente al gran Corso. Bonaparte, con su habitual energía, ordena al médico que de inmediato abandone la habitación porque todo lo puede tolerar, menos la falta de corazón. Sería elemental, y lo digo con humildad, que el señor Romo pidiera perdón por ese su dicho. Los nueve asesinados tienen nombre: Rhonita, Howard Jacob Jr., Krystal, Titus y Tiana, gemelos de ocho meses, Christina Langforf, Dawna, Trevor y Rogan. Descansen en paz. Sus nombres no se olvidarán; las personas de buena voluntad los llevan en el corazón en solidaridad con la infortunada familia mexicana-estadunidense. Por minimizar catástrofes humanas, ellas se repiten a diario en el país. El asesinato de un solo ser humano trastoca el orbe moral entero. La vida humana es sagrada, nunca equiparable a mercancía intercambiable, a simple medio descartable. Ya no es el tiempo del desprecio, de desdeñar, subestimar vidas, almas humanas. Eso es barbarie. Bien dijo Baudelaire que fuera de los poetas, de los que salvan vidas y almas, todos los demás están hechos para la cuadra. Dicha masacre es un mal "per se", una perversidad por sí misma, condenable a secas sin condicionamientos. Finalmente menciono, estimable presidente, que usted se refirió a los casos de Culiacán y de la tragedia de la comunidad LeBarón como crisis transitorias. Con respeto señalo: no es crisis transitoria la tragedia de esa familia norteña. No lo es. El dolor indecible, el recuerdo de los rostros de las mujeres, niños, niñas, bebés gemelos, cuya vida ha sido truncada de manera perversa que clama al cielo, quedan presentes para siempre en el alma de sus familiares. Y presentes también en la memoria colectiva. MEMORIA FAMILIAR Y MEMORIA COLECTIVA REFORZÁNDOSE UNA A OTRA PARA ASEGURAR LA VIDA CIVILIZADA FRENTE A SU MECANIZACIÓN. Tendría sentido por ello que se pidiera perdón rectificando como símbolo de cambio de rumbo en materia de seguridad, militarización policial de ésta, concentración de poder, debilitamiento o apoderamiento de las instituciones, de organismos autónomos como el INE y la CNDH. En materia de anonadamiento de la presunción de inocencia, baluarte de libertades democráticas. Rectificación en el rubro de atentados ideológicos de género contra el derecho sagrado de los padres a la patria potestad de sus hijos, mediante reformas a leyes de educación y códigos sin mayor consulta. En el campo del trato discriminatorio e inhumano a refugiados pobres a cambio de ventajas económicas, en contraste dramático con trato a refugiados políticos afines. ¿Por qué dos medidas, una para los pobres y otra para los de arriba? Perdón como símbolo de decisión racional de hacer un alto, para juntos todos repensar estas cuestiones vitales bajo su liderazgo. Rectificar, estando sobre todo en el candelero, es signo inequívoco de sabiduría, prudencia política y grandeza humana. ¿O es que las libertades, la democracia, empiezan ya a no tener sentido ni valor en la nación, conforme a una ideología de la voluntad que desdeña realidad y razón y que revolotea de nuevo en muchas partes? La estrategia seguida en el rubro de seguridad ha resultado ineficaz como la de los dos sexenios anteriores, con miles de muertes en un año. El ataque a las causas llevará años; es perentorio apagar primero, sin dilación, el incendio que está matando vidas a diario. Se requiere un plan estratégico de gran calado, de diseño colegiado --gobierno y comunidad nacional con apoyo de organismos internacionales de derechos humanos--.  Plan que parta de diagnósticos serios, medios idóneos y objetivos de inmediato, mediano y largo plazos. Una de las claves es restaurar a la brevedad el valor estratégico del municipio libre, hoy hipertrofiado. ¿O es que la vida humana como realidad concreta, personal, irrepetible, ha dejado ya de tener significado y sucumbido ante abstracciones dinerarias de dominación? Termino con unas ideas de Albert Camus: en el futuro no hablará el odio, la indiferencia, la insensibilidad, el desdén, sino "la justicia misma basada en la memoria". JUSTICIA Y LIBERTAD BASADAS EN LA MEMORIA: ALLÍ ESTÁ TODO. SIN MEMORIA NO HAY FUTURO, NO HAY HISTORIA Y LOS PUEBLOS MUEREN. Hago votos porque el pueblo, la patria nuestra perseveren en su ser "impecable y diamantino" como lo pensara Ramón López Velarde, el poeta. Sin embargo, dadas las circunstancias, las solicitudes de que se pida perdón rectificando, por señalamientos y conductas del gobierno federal, tendrían que hacerse dentro de 500 años al gobierno en turno. Siempre y cuando aún existiera el mundo y se estilaran los gobiernos. Presidente, recuerde por favor su historia, las batallas de su juventud libradas con valor en su natal Tabasco. Batallas motivadas por anhelos democráticos, nobleza y poesía pellicerianas. Recuerde por favor su historia de juventud para que no sea necesaria tan larga espera y la patria no desfallezca exhausta a falta de libertad, sino le dé las gracias siempre, y la grandeza esté de su lado. Dedico este artículo, como mexicano común, consciente de que nada de lo humano nos es ajeno, con profundo respeto, esperanza y afecto fraterno, a la memoria de los nueve seres humanos cuyos nombres ya conozco y he mencionado antes. Almas nobilísimas que ya habitan al amparo seguro del Altísimo.

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